Angie Díaz: “Nunca pensé en la Antártica como meta, aunque quise estudiar biología marina desde muy niña”
Crédito: Esteban Paredes
La académica del Departamento de Zoología viene llegando de uno de sus viajes al continente blanco y relata cómo ha sido trabajar allí desde la primera vez que pudo bucear en sus aguas, hace 17 años.
Fue en el año 2006 que Angie Díaz Lorca marcó un hito para la ciencia nacional, sin buscarlo. Ese verano, buceó en la Antártica, convirtiéndose en la primera mujer chilena en hacerlo. Fue un hito que, de no haber sido por la pregunta que su profesor, el Dr. Elie Poulin, hizo al ver la extrañeza con la que miraban a Angie los demás tripulantes, cuando se enteraban de que era buzo.
“En ese momento era la única mujer a bordo. Como yo iba a entrar al magíster y había buceado desde 2003, mis profesores (Elie Poulin y Álvaro Palma) me invitaron. Elie Poulin se dio cuenta que a todo el mundo le llamaba la atención que anduviera una mujer buceando. No era un comentario directo, pero sí había asombro. Él preguntó cuántas mujeres habían buceado en Antártica, y a los días después nos respondieron que yo era la primera mujer chilena en hacerlo. De ahí surge el hito. Fue muy anecdótico, no fue que lo planificáramos sabiendo esto. Además que estamos hablando de 2006, entonces nos generó extrañeza de que no hubiera ocurrido antes”.
Desde entonces ya han pasado 17 años y los viajes de la académica del Departamento de Zoología a la Antártica ocurren casi todos los veranos, para recolectar muestras de animales y estudiar sus evoluciones genéticas. “No he ido todos los años, estuve al menos tres sin viajar por mi maternidad (es madre desde el 2015). Hoy existen más facilidades para compatibilizar, por ejemplo, para medir la productividad en un período más largo de tiempo para equiparar en caso de maternidad”. Para ella, el avance ha sido importante. Cuenta que en su caso, postergó el ser madre hasta lograr una mayor estabilidad económica. “Las becas permiten mantenerse, pero son de dos o cuatro años, debes tener dedicación exclusiva y no solo 40 horas a la semana como un trabajo normal”.
Durante el mes de enero de este año, realizó su último buceo en la Antártica, el que califica como uno de los más exitosos hasta el momento: alrededor de 22 bajadas en distintos puntos del este y oeste de la península, con la consiguiente recolección de una gran cantidad de muestras.
Además de la experiencia ganada, la doctora en Ciencias con mención en Ecología y Biología Evolutiva señala que muchas cosas han cambiado en las expediciones: “hoy estamos casi en paridad entre hombres y mujeres y hay muchas mujeres buceando, ya sea en el buque o en las bases. Ha sido un cambio profundo, a nivel científico y del trabajo que realiza el Instituto Antártico Chileno. Incluso para las ponderaciones de los proyectos se considera la variable de género. Quizás lo que falta es avanzar en las ramas de las Fuerzas Armadas, con hechos más allá del discurso”.
El sueño y la realidad
La investigadora, que inició su carrera ingresando a Biología Marina en la Universidad Católica de la Santísima Concepción, luego su magíster y doctorado en la Universidad de Chile y su postdoctorado en la Universidad de Magallanes, siempre quiso trabajar con animales. Primero, como veterinaria y luego con la fauna marina. “Nunca pensé en la Antártica como meta, aunque quise estudiar biología marina desde muy niña. Soy de Santiago, pero desde muy niña recuerdo la fascinación con los documentales de Jacques Cousteau y siempre quise conocer lo que vive en el mar. También con la serie Cosmos, de Carl Sagan, donde se mostraba cómo surge la vida y cómo se diversifica, y creo que ahí uní esas dos cosas”.
Hoy, esas ideas se expresan en sus investigaciones. Su primer buceo antártico fue para estudiar, a través de los erizos antárticos y de la costa de Sudamérica, cómo y en qué momento se separaron las especies, una vez que se dividieron los continentes. Esta investigación arrojó que, si bien los continentes se separaron hace 20 millones de años, las especies lo hicieron recién hace 5 millones de años. “Vemos que el continente antártico en realidad no está tan aislado y nos preguntamos qué pasó en esos 15 millones de años”. Luego, desarrolló una investigación con caracoles, “para aportar a la misma pregunta, en qué momento se aísla la fauna marina de Antártica, dependiendo de las características de los distintos animales”.
En este estudio, que buscó esclarecer el proceso de especiación del caracol Neobuccinum eatoni, endémico del continente, se descubrió que la especie estaría representada por más de un linaje, lo que pone en duda la taxonomía establecida y su historia evolutiva. Esto se conoce como un complejo de especies crípticas, es decir, la existencia de grupos genéticos que indican especies desconocidas. “Hay una diversidad que no conocemos y si bien este trabajo ya finalizó, queremos obtener más muestras para saber cuántas especies hay. Ya sabemos que no es una sola, queremos saber cuántas y qué mueve la historia evolutiva del grupo”.
En estos momentos, trabaja en dos proyectos de investigación: un Instituto Milenio sobre biodiversidad en los ecosistemas antárticos y subantárticos, en el que es investigadora principal y en una investigación sobre filogeografía antártica en Chitones con diferentes estrategias reproductivas, donde trabaja como con-investigadora.
Cambio climático y especies marinas
“El proyecto del Instituto Milenio tiene mucho que ver con los efectos del cambio climático. El continente antártico es el único lugar en la tierra donde podemos quitar el efecto humano directo, para estudiar el impacto del cambio climático. Queremos conocer la biodiversidad y saber cómo evolucionaron los organismos, en cuánto tiempo se adaptaron y luego proyectar cómo podrían reaccionar al cambio climático”.
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