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Cuando la incertidumbre aumenta y estamos expuestos de forma constante a discursos confrontacionales, el sistema nervioso entra en un estado prolongado de alerta, y eso desgasta.
Este último domingo de noviembre marca el inicio del periodo oficial de propaganda electoral para la segunda vuelta presidencial. Desde hoy, veremos un aumento significativo de mensajes políticos en espacios públicos, privados, medios de comunicación, redes sociales y plataformas digitales. Y aunque este despliegue forma parte natural de un proceso democrático, su irrupción puede tener un efecto emocional profundo en muchas personas.
En estas semanas he observado un fenómeno que se repite con más fuerza en cada ciclo electoral de los últimos años: el impacto psicológico que generan estos procesos, especialmente cuando el ambiente político está tan polarizado como ahora. Esta elección presidencial se desarrolla en un clima que intensifica la ansiedad, los conflictos interpersonales y un cansancio psicológico que se instala tanto en los hogares como en los lugares de trabajo.
Tras la primera vuelta, muchas personas han manifestado señales claras de saturación emocional: dificultades para dormir, irritabilidad, preocupación constante por el futuro, tensiones familiares y discusiones recurrentes en espacios laborales, incluso, una sensación de desesperanza. Y no es casual. Cuando la incertidumbre aumenta y estamos expuestos de forma constante a discursos confrontacionales, el sistema nervioso entra en un estado prolongado de alerta, y eso desgasta.
La polarización no sólo divide opiniones; divide vínculos, y ese es uno de los factores más dañinos para la salud mental colectiva. En ese contexto, hay algo esencial que no podemos perder de vista: el foco comunitario. Todo cambio social, incluyendo los procesos electorales, es más sostenible cuando se construye desde la cooperación, la escucha y la pertenencia, no desde la fractura emocional. Recordar que somos parte de una comunidad ayuda a disminuir la tensión por lo que debemos recuperar la sensación de propósito colectivo.
Otro factor que hoy influye directamente en nuestro bienestar es la sobrecarga informativa. La segunda vuelta suele traer consigo un aumento de noticias, encuestas, rumores y contenidos virales que circulan sin pausa. Desde la salud mental, sabemos que el exceso de estímulos, especialmente cuando mezclan alarma y desinformación, amplifica la sensación de miedo, ansiedad y las expresiones de ira. Por eso, es clave verificar fuentes, consumir información de manera consciente y preguntarnos antes de compartir: ¿esto aporta o solo intensifica el ruido emocional? Cuidar lo que vemos y lo que difundimos también es una forma de autocuidado.
Frente a este periodo de comunicación política intensificada, proteger nuestra salud mental requiere acciones intencionadas. Algunas estrategias útiles: regular la exposición a noticias y debates; conversar desde la escucha activa y empatía, tratando de regular la respuesta impulsiva; buscar espacios de calma fuera del ruido político; y mantener rutinas que otorguen sensación de estabilidad y control.
Como país, en pocas semanas elegiremos a nuestro próximo gobierno, que incidirá a largo plazo en nuestra cotidianidad, favoreciendo y/o modificándose . Pero nuestro bienestar psicológico no cambia cada cuatro años: depende de nuestro conocimiento, las decisiones cotidianas, el cómo gestionamos la tensión y situaciones de crisis, de cómo nos tratamos entre nosotros y de cómo protegemos nuestra salud emocional.
La segunda vuelta definirá un rumbo político, sí. Pero no olvidemos que nosotros, como comunidad, definimos algo igual de trascendental: el clima emocional en que queremos convivir en nuestro territorio. Cuidarlo es una responsabilidad de todas y todos.
Columnista
Colomba Godoy Arteaga
Psicóloga Clínica
UAPPU UdeC
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