Pocas son las veces que nos preguntamos sobre el trabajo tras bambalinas que conlleva que llegue a nuestros ojos ese milagro de la ciencia, que es poder dar una mirada a lo imposible.
Cada vez que miramos una imagen astronómica nos aletean mariposas en el estómago, soñamos con viajar a las profundidades del espacio y nos maravillamos de esa inmensidad que parece inalcanzable.
Pero pocas son las veces que nos preguntamos el origen de esa imagen, el trabajo tras bambalinas que conlleva que llegue a nuestros ojos ese milagro de la ciencia, que es poder dar una mirada a lo imposible.
La tecnología ha dado pasos tan agigantados en los últimos tiempos que ya no nos asombramos con los descubrimientos, no nos preocupamos en conocer el origen de muchas proezas humanas actuales, estamos poco a poco perdiendo esa capacidad de asombro de los niños.
Pero existen pocos momentos en los que la curiosidad nos invade y las ganas de conocimiento pueden más, y algunos niños curiosos se transforman en astrónomos dispuestos a dedicar su tiempo en adentrarse en los misterios del universo.
Son tantas galaxias, tantas estrellas, tantos planetas y demás cuerpos celestes que es necesario obtener imágenes de calidad que permitan al investigador estudiar con detalle una porción del cielo.
Sabemos que alrededor del mundo existen muchos observatorios con imponentes telescopios donde observadores nocturnos dedican su tiempo a captar pedazos de universo que luego son usados tanto para la investigación científica como para la divulgación.
Pero existen retos muchos más grandes, tener una mirada más profunda del espacio, posiblemente llegar a encontrar planetas que se parezcan al nuestro o algo mucho más ambicioso como tener la posibilidad de mirar a los inicios del universo.
Para ello, en algunas oportunidades los grandes telescopios terrestres pueden quedarse cortos y acudimos a las maravillas de la tecnología astronómica, los telescopios espaciales.
Tener la oportunidad de observar el espacio sin ningún tipo de contaminación lumínica presente en la Tierra no tiene precio, además que la atmósfera terrestre añade cierta distorsión a las imágenes, y es por esto que existen un conjunto de telescopios que se encuentran tanto en órbita como sondas que han viajado por el Sistema Solar y que pueden proporcionar una observación sin este tipo de problemas.
Los observatorios espaciales pueden inspeccionar todo el cielo o solo mirar lugares que son escogidos, eso va a depender de la intención. Para ello, las agencias espaciales siempre tratan de estar a la vanguardia y hacerlos cada vez mas poderosos, aunque esto lleva un costo bastante elevado.
Parte de los inconvenientes que conllevan estos observatorios es que se hace prácticamente imposible su mantenimiento, además que el tiempo de vida es más corto que los terrestres, pero la calidad de sus imágenes en la mayoría de los casos, no tiene comparación.
Si deseas saber más acerca del Sol, puedes acercarte en internet a las imágenes del SOHO o si deseas saber de planetas extrasolares puedes buscar el legado del Kepler. Pudiéramos atrevernos a decir que hay para todo gusto, aunque aún es necesario hacer más investigación y quizás la necesidad de más observatorios espaciales.
Muchas son las mentes a la orden de una imagen astronómica, como ingenieros, astrónomos, programadores, observadores y pare de contar, que van desde la construcción de un gran lente, establecer sistemas de sincronización, análisis previo del campo de estudio y muchos más criterios que permiten su funcionamiento, “telescopios en lo alto” trabajando para nosotros desde hace muchas décadas.
Columnista(s)
Leidy Peña Contreras
Estudiante del Magíster de Astronomía
Universidad de Concepción
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Crédito: ESO
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