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Vaya un saludo a los equipos de salud en todos los niveles de atención y en especial a la Salud Primaria, mucha sabiduría y energía en estos momentos cruciales, nuestros mejores augurios en la convicción de que si estamos todos.
Es probable que muchos de ustedes hayan estado siguiendo en las noticias los debates sobre los distintos dispositivos de salud que el país ha ido activando y relevando para responder a los desafíos de la pandemia por Covid19 y que hayan leído acerca de los conflictos entre distintos actores del cuidado de la vida y la salud, aquellos de nivel nacional y los de nivel local; aquellos relacionados con los Hospitales, Urgencias y Unidades de Cuidados Intensivos y los referidos a los Centros de Salud Primaria. Las tensiones entre comprar ventiladores y proveer alimentos. Como nunca nos hemos encontrado con la complejidad y la integralidad de la vida y del cuidar.
Al respecto, quisiera compartir con ustedes una visión de cómo entender la organización del cuidado de la salud y su participación en estos momentos de crisis. El primer eslabón en un sistema de cuidados es la persona y su familia heterogénea y diversa. Aquí importan los niveles de alfabetización en salud (capacidad para informarse, comprender, tomar decisiones y actuar frente a los factores de promueven la salud, previenen la enfermedad, posibilitan la recuperación y la rehabilitación), las capacidades de agencia de autocuidado y cuidado familiar (darse cuenta, movilizarse, activar recursos y respuestas, articularse, ser proactivo frente a los riesgos o problemas de salud) y los recursos disponibles para la vida, cuidarse y cuidar (monetarios, materiales, sociales y espirituales). Un segundo eslabón es la comunidad, el vecindario, las amistades, los apoyos en el mundo del trabajo, en el mundo de la educación, en el mundo de las organizaciones sociales, de las comunidades religiosas, entre otros. En este nivel será relevante conocer la disponibilidad de capital social: la existencia de valores prosociales, la capacidad de organizarse para ayudarse en función de la existencia de confianza mutua, la disposición a la colaboración en un marco de acuerdos de reciprocidad. A estos eslabones en el mundo del cuidado, se les llama cuidado informal. Sin la existencia de este nivel de cuidado, lo humano no sobrevive.
Es por ello que preocupa que, cuando pudiendo hacerlo, algunas personas no asuman la responsabilidad colectiva de cuidar y cuidarse asumiendo conductas de riesgo para sí mismos y para otros; conductas que pueden generarnos rabia e impotencia. Los invito a preguntarnos qué pasa con el cultivo del amor a la vida y a lo vivo, con la necesidad de sentirse parte y ser parte de la vida, con la necesidad de sentir que hay un lugar mejor para mí y los míos más allá de la lucha diaria por la sobrevivencia, qué pasa con la esperanza. Pienso que sin respuesta cierta a estas preguntas, es difícil empatizar y asumir responsabilidad colectiva.
Preocupa también que muchas personas conscientes de su responsabilidad colectiva, se enfrentan a un conflicto de lealtad. La garantía de alimento para los suyos, la protección del puesto de trabajo, el apoyo a los integrantes más vulnerables de la familia en un marco de precariedad tan grande que nunca hubo margen para el ahorro, la conducta anticipatoria versus Quedarme en Casa; definitivamente no todos pueden quedarse en casa. Los invito a preguntarse por las políticas sociales y su real capacidad de brindarnos protección individual y seguridad colectiva. Por estos días, se siguen develando las tremendas desigualdades e inequidades para poder cuidarnos y cuidar en momentos en que lo planetario emerge.
Siguiendo con la organización del cuidado en salud, quiero compartir con ustedes ahora, algunas consideraciones sobre el cuidado formal, institucional en salud. Nuestro país ha adherido al desarrollo de un Sistema de Salud basado en la estrategia de Atención Primaria de Salud en su más plena comprensión de lo que ello significa, es decir, Sistemas de Salud basados en la existencia de un primer contacto robusto, de un dispositivo de vínculo con la comunidad y sus organizaciones, puerta de entrada a una red de servicios intersectoriales y sectoriales amplios, integrales, coordinados, capaces de continuidad, hablo de los Centros de Salud Familiar (CESFAM), los Centros de Salud Comunitaria (CECOSF), los Servicios de Urgencia de Atención Primaria (SAPU), los Servicios de Atención de Irgencia de Alta Resolución (SAR) y de sus interconexiones con lo socio-sanitario (intersectorial) y con las redes asistenciales más especializadas.
Se trata de centros-equipos de salud instalados en las comunidades, buscando la mayor cercanía con las personas y sus espacios de vida cotidiana; lugares en que se promueve la salud, se realizan los controles de salud de las personas sanas a lo largo de todo su ciclo vital, los controles de las personas portadoras de condiciones crónicas de salud, de las personas con problemas de salud mental, se atiende a los adultos mayores frágiles y personas en situación de dependencia hasta el domicilio. Estos dispositivos funcionan con lógicas de población a cargo, vínculo fuerte entre equipos de cabecera, médicos de familia y usuarios y longitudinalidad de los cuidados. Los equipos de salud que allí trabajan conocen a sus comunidades usuarias en sus variables de salud y en sus posibilidades de cuidarse y enfrentan cotidianamente los desafíos de la vida y la pérdida de la salud en un marco de co-construcción, colaboración territorial y participación.
Siguiendo con los pilares de la estrategia de APS, estos CESFAM garantizan un Plan de Salud Familiar y un conjunto de prestaciones a sus usuarios y sólo cuentan con una base de recursos financieros y materiales para cumplir estos compromisos. Por ello, cuando aparece la pandemia, los equipos no pueden responder en toda su plenitud. Lo que hay que hacer está más allá de sus recursos. Y aparece la angustia de los equipos y las comunidades, porque obviamente como primer contacto, las personas esperan que su Cesfam se involucre en todo lo que les aqueja.
Por sobre lo anterior, todos los equipos de los CESFAM, CECOSF, Postas Rurales, Hospitales de la Familia y la Comunidad (SALUD PRIMARIA) desde el primer día de la emergencia se vienen reinventando para responder a las múltiples aristas asociadas a la pandemia. Para atender a las personas con problemas respiratorios de distinta causa evitando el contagio entre personas que consultan, detectar y articular la respuesta sanitaria frente a personas-familias covid positivos; orientar y acompañar en el cuidado doméstico, activar las redes intersectoriales comunales y municipales para mitigar los obstáculos que impiden cuidarse, organizar las redes de cuidado de las personas que no pueden cuidarse solas, acercar los servicios al hogar.
Hasta ahora me he referido a lo más agudo y contingente, pero estos equipos tienen compromisos de cuidado muchos más amplios: el cuidado de las personas con multi-morbilidad y descompensados de sus patologías crónicas, los adultos mayores dependientes severos, las familias que sufren la partida de un ser querido, las familias y personas en situación de cuidados paliativos, y también las familias y mujeres en proceso de gestación, los nuevos nacimientos, la salud de los niños y los adolescentes, de los padres y las madres. En este contexto, los equipos apelan a sus comunidades usuarias para que se queden en casa, implementen todas las medidas de cuidado que por años se han venido trabajando en relación con las campañas de invierno, apliquen los saberes de cuidado asociados a los controles de seguimiento de la enfermedad crónica. En momentos como éste, los equipos se enfrentan a la evaluación de los logros de más profundo quehacer y principal aporte “Educar para el cuidado, apoyar a las Familias y verificar que las personas saben cuidarse”. Aquí es cuando la llamada telefónica dice ¿cómo estás?, ¿te estás cuidando?, no se te olvide…, si me necesitas llama….
En estos momentos difíciles se miden las competencias de las familias y comunidades: sus saberes de cuidado y sus capacidades de afrontamiento de la adversidad en todas sus dimensiones. Se organizan las ollas comunes, el comprar juntos, entre otros. Hoy, a todas estas estrategias de apoyo hay que sumarles prácticas para evitar el contagio y la diseminación del contagio. Las comunidades se siguen reinventando junto a las organizaciones e instituciones locales. Se las apoya generando información y orientación pero asusta saber que la información muchas veces no sirve, no orienta, no cumple lo que dice. Cada día necesitamos más información personalizada, situada en contexto, información que parte desde el más profundo conocimiento de las realidades locales. Aquí es donde surgen las peticiones de los equipos de salud por recursos para conectarse, para llamar al otro…, aquí es donde se desafía la generosidad de la empresa para posibilitar un acompañamiento frecuente.
Además de todo lo señalado, los equipos tienen que modelar el cuidarse: abordar sus propios miedos, acompañarse, darse permiso para flaquear, apoyarse unos a otros para poder sobrellevar la incertidumbre y la angustia de la demanda familiar, cumplir con todas las normativas de autocuidado, de cuidado de sus compañeros y de cuidado de las personas que atienden. Aquí es donde nuevamente los equipos se agobian, pues la disponibilidad de recursos para el autocuidado no está o es escasa y los elementos de protección personal (EEP) no llegan y siguen sin llegar, ¿Cómo ampliar los compromisos en un marco de tanta escasez e inseguridad?
Estamos dando un salto gigantesco en la incorporación de la tecnología a la vida cotidiana. Muchos trabajadores aprendiendo el teletrabajo, tratando de cumplir y cuidarse en el proceso. Quiero comentar aquí lo complejo de convertirse en profesor de los hijos, cuidador de los padres ancianos, trabajador a distancia, dueño/a de casa…. Y el impacto de la suma de roles en la salud emocional y mental. Se imaginan cuando a esto se suma, la búsqueda y seguimiento de personas contagiadas con la finalidad de cuidar a todos. Este es hoy el nuevo desafío de los equipos de salud primaria, les invito a ponerse en sus zapatos, quien no sentiría angustia y miedo si ello se pide sin la seguridad de contar con los recursos para cuidarse y para posibilitar que el usuario-paciente se cuide.
Por estos días, en las redes sociales los equipos de salud, los médicos de APS, los médicos de familia, los directivos de Salud Municipal, comparten y comparten sus mejores prácticas entre localidades de norte a sur, dimensionan los recursos imprescindibles y abogan ante la autoridad para poder actuar con intención verdadera e impacto en la organización del cuidado local, buscan articularse con los recursos del territorio porque saben que no todo pasará por el autocuidado, sino que, muy especialmente, por la posibilidad real de proveer lo que se requiere para cuidarse: por ejemplo, la posibilidad de tomar y procesar exámenes de manera oportuna, la posibilidad de emitir licencias médicas que permitan el aislamiento, acercar alimentos cuando se debe salir a un trabajo esporádico para buscar que comer, ofrecer una residencia sanitaria cuando hay hacinamiento.
Llega el momento en que habrá que demostrar la capacidad de gobernanza y direccionamiento estratégico territorial, la capacidad de articulación de actores políticos, técnicos, comunitarios generosos capaces de poner lo mejor de sí para posibilitar una forma de afrontar y afectar el fenómeno de la pandemia en todas sus aristas generando esperanza, motivando confianza, despertando prácticas de colaboración y movilizando responsabilidad por un real cuidado personal, familiar y comunitario.
Aún hay muchos ausentes, muchos que se han restado, muchos que piensan que se salvan solos… Podemos proteger a la primera línea y proveerles de reales recursos para apoyar el cuidado informal, ese que día a día nos brindamos en el pequeño espacio de lo familiar, lo laboral y de lo terrenal, el ecosistema en que existimos.
Vaya un saludo a los equipos de salud en todos los niveles de atención y en especial a la Salud Primaria, mucha sabiduría y energía en estos momentos cruciales, nuestros mejores augurios en la convicción de que si estamos todos, juntos, cada uno buscando aportar de manera significativa al todo y en conciencia plena, podremos CUIDAR-NOS.
Columnista(s)
Dra. Patricia Villaseca Silva
Directora Programa Medicina Familiar
Facultad de Medicina
Universidad de Concepción
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