Crédito: Archivo
La propuesta de priorización curricular que surge en estos días es relevante y constituye este plan común que ayudará a trazar un horizonte en el contexto de emergencia que hoy vivimos.
La escuela siempre ha tenido el desafío de ir adaptándose a los cambios. El sistema escolar actualmente se encuentra atravesando por uno de los más complicados escenarios, y con él, se asoman diversas interrogantes en relación con la educación curricular ¿Qué conocimientos debe adquirir los niños y las niñas hoy?, ¿se debe privilegiar lo que demanda el mercado del trabajo?, o ¿los diseños curriculares deben imaginar el tipo de ciudadano que queremos formar en los próximos años?
En la escuela no solo se aprende el conjunto de conocimientos que se establecen en el currículum prescrito u oficial, hay otro tipo de aprendizajes implícitos y que se adquieren en la relación con otros estudiantes y con los docentes, ya sea en las salas de clase o en los recreos. Estos saberes también se entienden como parte del currículum escolar y hoy, debido a la contingencia existente, no los tenemos.
Pero ¿qué vamos a entender por currículum? Siguiendo la perspectiva de Alicia de Alba, vamos a señalar que el currículum es la síntesis de elementos culturales (conocimientos, valores, costumbres, creencias y hábitos) que conforman una propuesta político-educativa pensada e impulsada por diversos grupos y sectores sociales.
El currículum oficial es este documento público que organiza una cultura común y que expresa un acuerdo social. Es una selección cultural respecto a qué se transmite, qué de todo esto que nos rodea debemos enseñar. Esta selección cultural no es imparcial, siempre implica tomar unas cosas y dejar otras afuera. Es importante ser consciente de esta selección cultural, de que hay una decisión involucrada y está decisión es política y ética.
En este sentido, definir cuáles deben ser los saberes mínimos necesarios en una sociedad es una cuestión problemática, pero que mucho más problemático resulta dejar esa decisión en los criterios individuales de cada profesor y profesora. Es importante en este contexto no ampliar las desigualdades: trabajemos con algún plan común, con algún horizonte de referencias y saberes comunes.
Reformular la pedagogía
Ahora bien, en toda esta discusión hay un concepto que debemos tener presente, sobretodo en el contexto y la emergencia que enfrentamos: el de justicia curricular, de Connell. El currículum tiene que ser un horizonte en la enseñanza y tiene que ser un horizonte en este momento en que las escuelas y universidades se están fragmentando en lo que cada docente puede y quiere hacer. Es decir, que no sea tan desigual el trabajo, que haya propuestas curriculares con temas que inevitablemente debemos desarrollar durante esta emergencia, contenidos que tienen que estar.
Sin embargo, cómo garantizar la justicia curricular es una demanda que no hay que olvidar nunca. Resulta conmovedor el compromiso de muchos docentes para sostener la clase en las condiciones que sea. Pasado el shock inicial empezamos a ver cómo poner orden, en el sentido pedagógico de justicia curricular, para que esta situación no profundice desigualdades.
Por otro lado, las Facultades de Educación tenemos un gran desafío, porque la formación de profesores no puede estar desalineada con estas demandas colectivas y la urgencia de construir en función de esta justicia
Hoy nos acompañan en este proceso las tecnologías, que si bien es cierto no determinan lo que aprendemos, si lo condicionan, por lo que debemos crear nuevos espacios de aprendizajes. La virtualización es un contenido ligado a la emergencia que nos permite pensar la escuela del mañana. Hay que poner a discutir los interrogantes y formarse como docentes en espacios sociotécnicos diferentes.
Hay que escuchar
La emergencia deja en evidencia la urgencia de una nueva y radical pedagogía, que sea capaz de construir vínculos y articular demandas, valores, creencias, costumbres y formas de vida-construcción de otra era. Una que sea capaz de atender las demandas, los sueños bajo la mirada atenta de una justicia política, social, cultural, educativa, curricular, que reúna las voces de todos y todas que exigen erradicar las desigualdades sociales y educativas.
Tenemos que escuchar, tenemos que atender, asumir, abrirnos al feminismo y a la perspectiva de género, atender la crisis ambiental y el calentamiento global, respetar los derechos humanos, promover el contacto cultural y la interculturalidad, así como la inclusión y la educación para la paz.
El currículo, como proyecto cultural, político y social, tendrá que abrirse a esas voces y asumirlas de manera estructural en contenidos, metodologías, perspectivas y prácticas didácticas. Abrirse para la construcción del currículo en ese futuro incierto, cada vez más presente.
En definitiva, la propuesta de priorización curricular que surge en estos días es relevante y constituye este plan común que ayudará a trazar un horizonte en el contexto de emergencia que hoy vivimos; el mañana nos planteará nuevas inquietudes y necesidades sobre las que tendremos que trabajar en conjunto con todos quienes son parte del currículum.
Columnista(s)
Rosse Marie Vallejos
Coordinadora de Prácticas
Departamento de Currículum e Instrucción
Facultad de Educación UdeC
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