Disfunciones del piso pélvico: un desafío para la calidad de vida
Crédito: Pexel.com
Los años, el peso, la gestación, el parto y la falta de ejercicios llevan a que la musculatura se debilite y el sostén de los órganos se deteriore. Las pérdidas de orina afectan a un alto porcentaje de la población chilena y no hay medidas gubernamentales que apoyen su tratamiento previo. La Directora Obstetricia y Puericultura UdeC, matrona Carolina Bascur, afirma que entre el 25 a 50% de la población tiene algún tipo de disfunción del piso pélvico (DPP).
El piso pélvico es una estructura ubicada en la pared baja de la pelvis que da soporte al útero, la vejiga, vagina y ano. Formada por músculos, ligamentos y en interacción con el hueso de la cadera, tiene complejos centros nerviosos que regulan su accionar.
Cuando el piso o suelo pélvico se debilita, algo que afecta miles de chilenas —y una silente pero importante cantidad de varones—, propicia el prolapso genital y la incontinencia urinaria y/o fecal. Esto tiene consecuencias directas en la paciente, que ve resentida su buena salud mental, las relaciones sociales, laborales y su rutina doméstica, física y sexual.
La Directora de la carrera de Obstetricia y Puericultura UdeC, matrona Carolina Bascur Castillo, estudia esta zona del cuerpo con atención desde 2013. Afirma que entre el 25 a 50% de la población tiene algún tipo de disfunción del piso pélvico (DPP) y aproximadamente el 74% de ellos pierden algún tipo de función sexual.
La vergüenza vs. la calidad de vida
Después del embarazo y el parto, se produce de forma casi natural un daño en el piso pélvico. Cargar ese peso extra y soportar el cambio fisiológico del parir genera una avulsión o desgarro de la musculatura. Para Bascur, eso se tiene que trabajar de forma previa con una preparación multidisciplinaria, “pero las mujeres tienen múltiples roles y (con la maternidad) el rol de preocuparse de una misma queda al final”.
En 2018 se realizó un estudio que identificó las razones que llevan a que las mujeres no consulten por sus síntomas. La vergüenza, la falta de información, la falta de espacio para hablarlo y las burlas, que vienen incluso desde la familia, son las principales causales.
“La mujer es muy astuta y tiene un mecanismo de adaptación super rápido”, afirma la matrona. En el policlínico del Hospital Regional se ha encontrado con varias medidas de adecuación, algunas tan extremas como el uso de pañales y la automedicación. Otras personas usan ropa oscura para que no se noten las manchas de orina, andan con ropa para cambio de emergencia o simplemente dejan de salir, evitando toda reunión social.
El trabajo en los centros de salud
Las mujeres con DPP reportan mayor prevalencia de depresión. Se sienten sucias, menos femeninas y su deseo sexual disminuye. Evitan tener relaciones sexuales vía vaginal porque les incomoda y sienten menos placer.
Pese a eso, las DPP no están incluidas en la lista de patologías garantizadas por el sistema GES (Garantías Explicitas en Salud) ex AUGE, lo que se traduce en la falta de normas ministeriales que guien su tratamiento aportuno.
Actualmente no se reportan unidades de piso pélvico en algunas partes del país, pero son creadas por “interés de los profesionales”, comenta Carolina Bascur. Por ejemplo, en el Hospital Regional de Concepción existe una, pero está formada por docentes UdeC.
«Yo soy parte de esa unidad, pero no es algo financiado por el Ministerio (de salud) ni por el servicio público”, explica la Directora de Obstetricia y Puericultura, detallando que tanto matronas como kinesiólogas de la unidad están contratadas por la Universidad de Concepción y van a trabajar algunas horas establecidas al hospital.
A nivel primario, en los Cesfam, las matronas detectan los prolapsos e incontinencias y derivan a nivel secundario, que corresponde a los policlínicos de los hospitales.
Ahí, después de una larga lista de espera, las pacientes comienzan a trabajar con los especialistas. Las patologías del piso pélvico ocupan el primer lugar en cuanto a tratamientos del área ginecológica hospitalaria. “El tratamiento quirúgico es un peso para el sistema de salud. Si se pudiera prevenir, obviamente los niveles bajarían, pero habría que invertir en atención primaria”, sentencia la matrona.
Para Bascur, esta falta de políticas públicas se debe a que las disfunciones de piso pélvico no son mortales, “pero la calidad de vida es terrible”.
La prevención y los desafíos a futuro
A juicio de la profesional, lo primero que tenemos que hacer para prevenir las DPP es conocer el funcionamiento de esta zona, entrenar la musculatura con ejercicios de Kegel, cuidar nuestro peso y adoptar un estilo de vida más saludable.
Las embarazadas tienen acceso a talleres de cuidado del piso pélvico gracias al programa Chile Crece Contigo, por tanto su responsabilidad radica más en la participación y la constancia en el entrenamiento.
Respecto a los ejercicios de Kegel, la especialista afirma que “los estudios han demostrado que es efectivo”. Estos ayudan a que en el futuro no se presenten síntomas como el escape de orina, tan común en los adultos mayores. “En el caso de las embarazadas, si se entrenan correctamente, el parto es mucho más llevadero y el daño del músculo es menor”, afirma.
“Hay más interés en la mujer en aprender, en capacitarse”. Carolina también observa que es cada vez más atractiva la especialización para matronas y también para los kinesiólogos, que son los encargados del tratamiento. A su juicio, el Estado debería crear alguna política pública que permita la creación de un equipo multidisciplinario, que sume a nutricionistas y psicólogos, y trabaje permanentemente en la prevención, diagnóstico y tratamiento de las disfunciones de piso pélvico.
Según Bascur, en España, Alemania y el Reino Unido existen programas de prevención y se ha observado una mejora, disminuyendo los costos de tratamientos post aparición de la disfunción y aumentando los índices de calidad de vida.
Escucha este reportaje en Notas al pie, el podcast de Noticias UdeC. Conversa con Daniel Medina la periodista Loreto Aguilera.
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