Cuando también envejecen las disciplinas, ¿estamos dispuestos a cambiar la mirada hacia las personas mayores?

Crédito: Archivo DirCom
El Censo 2024 confirmó que el 19,8 % de la población chilena tiene 60 años o más. No existe “la persona mayor” en singular; existen múltiples vejeces, moldeadas por la historia, el género, la salud, el territorio y las oportunidades que el país les ha ofrecido.
Comprender la vejez exige transformar no solo la mirada social, sino también la manera en que pensamos, investigamos y enseñamos desde nuestras propias disciplinas.
Chile envejeció. En pocos años, el país pasó de considerar la vejez un asunto marginal a vivirla como una realidad cotidiana. Sin embargo, saber que la población envejece no equivale a entender a las personas mayores. Esa comprensión —biológica, psicológica, social y ética— sigue siendo una deuda de la sociedad y de sus instituciones.
El Censo 2024 confirmó que el 19,8 % de la población chilena tiene 60 años o más. Pero detrás de esa cifra hay rostros diversos: personas autónomas, trabajadoras, cuidadoras, artistas, abuelas y abuelos, viudas, migrantes, líderes comunitarios. No existe “la persona mayor” en singular; existen múltiples vejeces, moldeadas por la historia, el género, la salud, el territorio y las oportunidades que el país les ha ofrecido.
Pese a ello, gran parte de nuestra institucionalidad sigue mirando la vejez desde un enfoque asistencial o paternalista. Las políticas avanzan —con la Política Nacional de Apoyos y Cuidados 2025–2030 y los programas de envejecimiento activo—, pero aún falta una mirada cultural, académica y social que humanice la práctica profesional y comprenda la vejez como un proceso vivo y complejo.
En la práctica, muchos ámbitos del saber se han aproximado al envejecimiento desde perspectivas parciales. Algunos se concentran en el cuerpo biológico y sus transformaciones; otros en la mente que enfrenta pérdidas o redefine proyectos; algunos estudian el entorno y las redes que sostienen la vida cotidiana; y otros se centran en la participación, los derechos y la memoria. Cada mirada aporta un fragmento de verdad, pero ninguna alcanza por sí sola a comprender la totalidad del ser mayor.
Por eso, cada disciplina o grupo de saberes está hoy llamado a profundizar en el conocimiento de la gerontología desde su propio campo: incorporar la comprensión del envejecimiento humano a su lenguaje, a sus métodos y a su práctica cotidiana. No se trata solo de ampliar contenidos, sino de transformar la mirada profesional, de reconocer la vejez como una dimensión esencial de la experiencia humana.
Quienes trabajamos —o hemos dedicado parte de nuestra vida— a acompañar en la formación de los futuros profesionales sabemos que educar para el cuidado y la comprensión de las personas mayores es, ante todo, formar conciencia social y humana. Implica enseñar a escuchar, a observar, a cuidar y a acompañar con respeto y sensibilidad. No basta con describir la vejez: hay que dialogar con ella, integrarla a la docencia, la investigación y la práctica cotidiana.
Y tal vez, la pregunta más profunda que debamos hacernos —como academia, como profesionales y como sociedad— sea esta: ¿estamos realmente dispuestos a cambiar la mirada frente a las personas mayores, y a reconocer que también nosotros envejecemos dentro de nuestras propias disciplinas, estructuras y formas de pensar?
Solo cuando logremos ver el envejecimiento como un proceso que nos atraviesa a todos —en el cuerpo, en el conocimiento y en la cultura— podremos decir que hemos comenzado a envejecer, no solo como individuos, sino como disciplinas conscientes.
Columnista

Mg. Paula Betancourt Henríquez
Especialista en Geriatría
Departamento del Adulto y Adulto Mayor
Facultad de Enfermería UdeC
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