Crédito: ESO
Si les pido que piensen en una galaxia, probablemente la primera imagen que viene a su mente es la de un objeto con un centro anaranjado, brazos espirales azules, y múltiples estrellas que brillan en el rango óptico de la luz.
Mientras jugaba con mi hija Olivia a los pies de un gigante sauce llorón que vive a orillas de la Laguna Grande de San Pedro de la Paz, no podía dejar de pensar cuán profundas y extensas deben ser sus raíces.
Como ocurre con el típico ejemplo del iceberg, muchas veces lo que nuestros ojos ven es tan sólo una pequeña manifestación del objeto o ser vivo que tenemos enfrente. Como astrónomo, puedo dar fe de que el Universo no es la excepción.
Si les pido que piensen en una galaxia, probablemente la primera imagen que viene a su mente es la de un objeto con un centro anaranjado, brazos espirales azules, y múltiples estrellas que brillan en el rango óptico de la luz. Las hermosas imágenes obtenidas por el telescopio espacial Hubble han contribuido a popularizar –pero al mismo tiempo monopolizar– esta visión de las galaxias. Lo interesante es que estos sistemas son mucho más de lo que nuestros simples ojos mortales pueden ver.
Si pudiéramos ponernos gafas que ampliaran nuestro rango de observación a otras frecuencias de la luz, observaríamos que las galaxias brillan en gloria y majestad en formas que no hemos imaginado. Es el equivalente de poder mirar bajo la Tierra y ver como las raíces del sauce de la Laguna de San Pedro se extienden hasta distancias insospechadas.
Creo que uno de los aspectos más interesantes y desconocidos de las galaxias es que, rodeando el disco de estrellas, existe un halo gigantesco de gas y materia oscura. Este halo, conocido como el medio circumgaláctico, es el espacio dónde las galaxias depositan los metales que fueron producidos en el centro de las estrellas una vez que estas explotan como supernova. ¿Cómo se relaciona esto con nosotros y la vida en la Tierra? Simple. Lo más probable es que los átomos en el celular, computador o papel en el que está leyendo esta columna se hayan dado una vuelta de aproximadamente mil millones de años por el halo de la galaxia antes de volver al disco y formar la Tierra, y por consecuencia, nosotros.
Creo que tanto la naturaleza como el Universo nos están enseñando una lección importante. Tantas veces juzgamos o tomamos decisiones en base a evidencia muy limitada, o incluso falsa, cómo si el sauce fuera sólo lo que se ve sobre la tierra, o las galaxias fueran simples discos de estrellas.
En estos tiempos de decisiones importantes, de diálogo entre las distintas caras de Chile, de la inmediatez y viralidad de las redes sociales, creo que es muy importante hacer el esfuerzo de empatizar e informarse. Cuando podemos ver las raíces del sauce llorón bajo Tierra, o el halo de gas alrededor de las galaxias, somos más ricos.
Columnista(s)
Rodrigo Herrera Camus
Profesor Astronomía UdeC
Líder de Grupo Asociado Instituto Max Planck-UdeC
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