Acoso sexual: dos tercios de las mujeres lo ha sufrido al menos una vez en su vida
Crédito: OCAC
Un comportamiento que traspasa fronteras culturales y se instala en la vida de las mujeres como una experiencia cotidiana. Estas son las conclusiones de María José Guerrero, presidenta del Observatorio Contra el Acoso Chile, quien dictó una charla en la UdeC
El acoso sexual en la calle, la escuela, el trabajo o las redes sociales son experiencias comunes para las mujeres. Más de dos tercios de ellas ha sufrido al menos un tipo de acoso en su vida. No se trata de situaciones puntuales, sino de un continuo de exposición a la violencia sexual. Así lo plantean desde el Observatorio Contra el Acoso Chile (Ocac), quienes lanzaron los resultados de una encuesta el mes pasado. Su presidenta, María José Guerrero González, compartió sus reflexiones al respecto en un foro organizado por la Dirección de Equidad de Género y Diversidad UdeC y miembros del Campus Los Ángeles.
Los testimonios se cuentan por miles. En la micro, en el trabajo, en la universidad, en las redes sociales. Una de cada 10 mujeres recuerda que su primera situación de acoso fue antes de los 11 años. La conclusión del estudio es que las mujeres arriesgan la posibilidad de sufrir violencia y acoso sexual en todos los espacios de su vida, como un continuo y no como una situación aislada. Por ello, desde el Observatorio señalan que era importante medir, en un solo estudio, los distintos lugares en los que se desenvuelven las niñas, adolescentes y mujeres adultas, para observar el fenómeno en toda su complejidad.
“Es importante dejar de mirar las violencias sexuales de forma compartimentada y abstracta, por ello con este estudio contribuimos a develar las experiencias de vida. Vemos que hay una continuidad de la violencia, no solo vivencias aisladas”, dice Guerrero.
Las cifras refuerzan una realidad que ya se conoce: el 95% de las mujeres entre 18 y 26 años ha sufrido de acoso no verbal en la calle; el 32% lo ha sufrido en un contexto educativo, mientras que tres de cada cinco mujeres revelan que han recibido llamadas, mensajes o imágenes de connotación sexual sin su consentimiento. Asimismo, el 50% de las mujeres en el mercado laboral ha sufrido acoso en su lugar de trabajo.
Acerca de las razones detrás de la mirada aislada que se tiene de este fenómeno, Guerrero apunta a dos: la primera es que el Estado no realiza mediciones comprehensivas, porque no tiene políticas públicas para abordar el problema; por otro lado “tenemos la idea de que las manifestaciones de violencia de género operan -por ejemplo- como el delito a la propiedad, como si le pasara a una persona individualmente. Hay que quitar esa mirada capitalista de las violencias, pues vemos que está presente en todos los espacios donde socializamos o por donde pasamos las mujeres”.
Además de esta mirada sistémica, es necesario entender los efectos que este acoso sexual tiene en el desarrollo de las niñas y mujeres. Muchas de ellas evitan volver a los lugares o situaciones donde se produjeron los ataques y eso las hace perder oportunidades de desarrollo personal, intelectual y profesional, limitando su autonomía. “Esto tiene efectos concretos en nuestra experiencia vital. Se saca a las mujeres de los espacios. Por ejemplo, una de cada cuatro mujeres renuncia al trabajo después de pasar por esta situación, lo que es un atentado a su independencia económica, mientras que el 10% abandona sus estudios; esto considerando que mayoritariamente el acoso proviene de profesores. También se da el cierre de redes sociales o foros. Se genera un atentado a la autonomía y se perpetúan las inequidades de género, lo que tiene efecto en como nos desarrollamos”.
Por lo mismo, urgen cambios legales que permitan sancionar debidamente estas situaciones, muchas de las cuales, hasta el momento, no son reconocidas como delito “o de la manera en que están estipuladas, los medios probatorios son muy altos y las sanciones son bajas. Aun si consigues que se dicte una sentencia a favor, para el caso del acoso sexual laboral, igual renuncias porque las medidas no obligan a la empresa a desvincular al agresor”. En cuanto al ciberacoso, la situación es peor. “Está completamente a la deriva, no hay resguardo. Estamos trabajando en un proyecto de violencia digital, pero tenemos la resistencia de partidos políticos conservadores que dicen que esto se puede usar para otra cosa”.
Por ello, el apoyo de una mujer acosada sigue siendo su círculo cercano, las amigas o la familia. A esto se han sumado en el último tiempo organizaciones civiles, pero el Estado chileno continúa al debe, concluye la experta.
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