Con un breve registro de siete canciones, referencias a la música chilena y chistes sobre políticas migratorias, 31 Minutos acaparó la atención internacional tras la publicación de su concierto en Tiny Desk Concert.
La presentación se grabó el 29 de septiembre de 2025 en las oficinas de NPR Music en Washington, DC, y fue liberada al público en la madrugada del 6 de octubre.
Tiny Desk Concerts es considerado por la crítica especializada como el heredero de MTV Unplugged, recibiendo artistas como Adele, Dua Lipa y Billie Eilish.
La participación de 31 Minutos se dio en “El Tiny”, variación del formato en el marco de la celebración en Estados Unidos del Mes de la Herencia Hispana. Juanes, Ca7riel & Paco Amoroso y Fito Páez son algunas de las figuras que han participado en estos conciertos.
Tiny Desk 31 Minutos: Parodia y crítica que no envejece
En 2003, 31 Minutos nació como una parodia de la productora Aplaplac al noticiero 60 Minutos, emitido por TVN entre 1975 y 1988. Adoptó el formato de programa de noticias para llevarlo a un contexto infantil, aunque con guiños recurrentes al público adulto.
La académica del Departamento de Comunicación Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción, Dra. Javiera Palacios Rozas, afirmó que la vigencia del programa se apalanca en la lenta evolución del lenguaje televisivo.
«La mayoría de los patrones de exposición se siguen manteniendo. Eso hace que 31 Minutos siga siendo actual, como un espejo “satírico” de la realidad, ya que de él resurge lo simbólico, como una capacidad de reírse y cuestionar críticamente el ecosistema mediático nacional», sostuvo.
El programa utiliza la comedia para tratar temáticas diversas como medio ambiente, derechos de la infancia e historia, entre otros. Para la docente, esto refleja rasgos profundos de la chilenidad: «El humor en el programa, como en la construcción identitaria del chileno, se forja como característica identitaria y cultural. Entendemos nuestra realidad por medio de la risa y la sátira».
En este marco, agrega que «la parodia realizada en 31 Minutos logra ser utilizada como una herramienta política (no de una lógica partidista, sino como una forma de comprender el mundo), entendiendo que la exageración en mezcla con la exposición de temas serios y relevantes en la sociedad puedan ser entendibles y logren un sentido de interpretación más claro y determinante para las audiencias».

Propuesta musical sin etiquetas
Junto con los creadores y titiriteros de la serie, la banda de 31 Minutos en Tiny Desk contó con grandes exponentes de la música nacional.
Entre ellos, participó casi la totalidad de Chancho en Piedra (los hermanos Pablo y Felipe Ilabaca y el baterista Toño Corvalán). El músico Pedropiedra y el pianista Marcelo Wilson también fueron parte del equipo.
El docente del Departamento de Música de la Facultad de Humanidades y Arte, Mg. Nicolás Masquiarán Díaz, destacó que 31 Minutos reinterpretó la música infantil de manera rupturista.
«Lo que caracteriza la propuesta musical de 31 Minutos es su originalidad, complejidad y lucidez», afirmó, «y estos rasgos confluyen en una visión de la música infantil que atenta radicalmente contra los cánones de lo que la mayoría de nosotros entendía como tal».
La convergencia de géneros musicales, añadió, está permeada por el contexto de globalización en el que se desarrollaron las mentes creativas de la serie.
«Hay una aproximación diversa y desprejuiciada a diferentes géneros musicales, que aportan diversidad y un enfoque más coherente con la cultura hiperglobalizada actual, pero sin dejar de lado la propia identidad en su planteamiento estético y estilístico», dijo Nicolás Masquiarán.
Puesta en escena meticulosa
El desafío que tomó el equipo creativo de 31 minutos implicó crear una réplica exacta en Santiago del estudio donde finalmente grabaron el 29 de septiembre.
La diseñadora escénica y docente de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Geografía, Marianela Camaño Saavedra, valoró la preparación de la banda para desempeñarse con holgura en un espacio reducido:
«Es interesante que se tome tan en serio en el sentido de recrear el set, ver la distribución de las personas en el espacio, los que van de pie, los que van sentados. Estuvo muy bien hecha la diagramación del espacio y optimizaron muy bien el espacio que tenían».
También destacó el diseño de vestuario, que recogió los elementos de las estanterías de las oficinas de NPR Music. Esto funcionó como una suerte de “camuflaje” para realzar a las marionetas.
«Hubo una estrategia de mimetización con el fondo que fue bien interesante. Diseñaron ese vestuario especial para todos [que traspasa] esta idea de grupo homogéneo. Son muy heterogéneos, pero en el fondo el vestuario hace aparecer más aún los títeres», explicó.

El humor como acercamiento a la conversación política
Diversos medios internacionales destacaron las referencias en el Tiny Desk de 31 Minutos sobre las controvertidas políticas migratorias del presidente Donald Trump.
En su génesis el programa recogió, con distinto tenor, el legado de Plan Z, programa de culto emitido por el canal Rock & Pop entre 1997 y 1998 en el que Álvaro Díaz y Pedro Peirano también exploraron sus perspectivas agudas.
Si bien Plan Z no resistió el clima conservador, sí transmitió a la siguiente generación de productos audiovisuales de Aplaplac la naturalización de la conversación política.
«31 Minutos emerge en la postransición, cuando Chile vive mayor apertura mediática y una ciudadanía más exigente con la transparencia y la rendición de cuentas», contextualizó la Jefa de Carrera de Administración Pública y Ciencia Política, Dra. Susana Riquelme Parra.
La investigadora afirma que con el uso de la ironía y el absurdo como herramientas pedagógicas, el programa «ayuda a bajar la barrera de entrada a lo político, y muestra que la política atraviesa la vida cotidiana».
A su juicio, las invocaciones paródicas sobre el control migratorio estadounidense evidencia que, en el caso de 31 Minutos, «su humor es muy chileno y latinoamericano, conecta con códigos locales pero dialoga con experiencias regionales».
La Dra. Susana Riquelme destacó la incorporación temprana de preocupaciones ambientales en 2003 y la crítica “coreable” en los productos musicales de la serie, atravesando sin dificultad distintas generaciones.
«El reciente Tiny Desk confirma esa vigencia: 31 Minutos es memoria cultural, pero también presente político», reflexionó.
Más que un patrimonio de la infancia
Por más de dos décadas, 31 Minutos ha sido un producto consumido por niñas, niños y adolescentes. Sin embargo, también es disfrutado sin tapujos por el público adulto.
La diseñadora escénica Marianela Camaño aseguró que la estética del programa está marcada por un mensaje que no está destinado exclusivamente para la niñez:
«Se transmite la identidad de 31 Minutos desde el punto de vista de la alegría que impregna, un discurso dirigido no en exclusiva a la infancia. Los niños logran captar ciertas cosas de los mensajes, pero conectan. Los adultos, mucho más aún, porque está referido a un público que fuimos más jóvenes o más niños vinculándonos con el programa, pero también con problemáticas contemporáneas».
El musicólogo Nicolás Masquiarán manifestó que, junto a los guiños al público adulto, la serie aborda con seriedad temas relacionadas con las infancias («juguetes, las amistades, la familia, las actitudes hacia el entorno»), sin abandonar el humor característico.
«Son temas que dialogan con las identidades de la infancia y que no son expuestos de forma condescendiente, el gran error que se comete con el «contenido infantil». Pero, al mismo tiempo, interpelan al mundo adulto con símbolos e intertextos que remiten a la historia, la memoria, la contingencia, los personajes públicos, etcétera, siempre con la sátira y la ironía unificando el tono general del programa», indicó.
La periodista Javiera Palacios afirmó que el humor de 31 Minutos funciona como una herramienta de alfabetización mediática:
«La alfabetización que surge al parodiar al periodismo tradicional permite cuestionar los supuestos de verdad, enseña a reconocer los mecanismos de acción en sus diferentes bloques, a desarrollar conciencia de cómo se construye la realidad desde los medios y a participar en la búsqueda del sentido colectivo».
Por último, Susana Riquelme valoró la contribución del programa a la formación de una ciudadanía crítica y de oportunidad de diálogo entre distintas generaciones.
«31 Minutos muestra que los productos culturales pueden formar ciudadanía crítica fuera de los canales tradicionales, porque convierte la sátira en una “escuela” de preguntas. Sus canciones y sketches nombran problemas, desnaturalizan rutinas y muestran el disenso con humor, lo cual facilita que niñas, niños y adultos conversen de política sin “solemnidad”. Esto contribuye a una comunidad que se reconoce en códigos culturales y que también aprende a cuestionar».