Gracias a su mayor elevación respecto del territorio circundante, las montañas albergan componentes fundamentales de la criósfera, como glaciares, nieve estacional y permafrost. Estos elementos no solo moldean el paisaje, sino que influyen profundamente en las zonas bajas, incluso a cientos de kilómetros de distancia.
Además, las montañas entregan servicios esenciales: sostienen la vida de especies únicas y alimentan ríos que abastecen a ciudades, sistemas agrícolas y comunidades enteras. Sin embargo, también son ecosistemas especialmente vulnerables a los efectos del cambio climático. El retroceso acelerado de los glaciares, la disminución de la nieve y la degradación del permafrost generan riesgos que impactan directamente nuestra seguridad, salud y bienestar.
Chile es un país eminentemente montañoso: gran parte de su territorio está definido por sus cordilleras. Aunque este entorno es considerado frágil, aporta beneficios que sostienen a millones de personas. Desde la provisión de agua hasta el turismo, nuestras montañas constituyen un patrimonio ecológico y cultural que debemos cuidar. Es fundamental avanzar hacia un desarrollo sostenible de las zonas de montaña, que reconozca su valor y su vulnerabilidad, para el bienestar de las generaciones presentes y futuras.
Columnista
Dr. David Farías Barahona
Profesor asociado
Departamento de Geografía
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