Memoria y arte colectivo: homenaje a estudiantes víctimas de violaciones a los DD.HH. cumple 30 años en la UdeC
Crédito: Esteban Paredes Drake/DirCom UdeC.
El memorial recuerda a los universitarios muertos y desaparecidos entre 1973 y 1990, y es el centro de la Plaza de las Memorias y los Derechos Humanos, donde se realizará el acto institucional de conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado en Chile.
La conmemoración de los 50 años del golpe de estado no solo revive la memoria del quiebre institucional y el largo proceso de recuperación de la democracia que marcó la historia reciente de Chile, sino que además hace más patente la ausencia de quienes fueron víctimas de la violencia ejercida por el régimen militar desde sus primeras horas y por 17 años.
Miles de chilenas y chilenos sufrieron la brutalidad de la Dictadura, con muertes, ejecuciones y desapariciones forzadas, que -lo mismo que la relegación y el exilio- alcanzaron a miembros de la comunidad UdeC, en su mayoría estudiantes que se habían identificado con un nuevo proyecto de país.
A ellos recuerda el memorial Ronda de Unidad, situado al noreste del Campus Concepción detrás de la Laguna. El conjunto escultórico consta de cuatro volúmenes antropomorfos de hormigón matrizado en tierra, unidos por anillos de metal, y recubierto en mosaico con piezas de baldosas que cubrían el Foro en la época.
Erigida en 1993, a 20 años del golpe militar, la obra fue un acto de memoria pionero dentro de un recinto universitario y es resultado de un ejercicio de arte colectivo liderado por el escultor Lautaro Labbé Besoaín († 2014).
Habían pasado tres años desde el retorno de la democracia al país y la UdeC, al igual que otras casas de estudio, recuperaba su institucionalidad, con el abogado y académico de Ciencias Jurídicas y Sociales, Augusto Parra Muñoz a la cabeza.
La universidad procuró establecer medidas reparatorias para quienes fueron forzados a dejar la institución en el periodo de la dictadura, facilitando la reincorporación de profesores y estudiantes.
El ex rector señala que la respuesta en ese sentido fue rápida -a su juicio- “producto de la propia historia de la Universidad y del ambiente que se creó al retomar su autonomía y autogobierno”.
Así, en 1991 cerca de 90 alumnos y alumnas que debieron abandonar sus estudios por razones políticas -principalmente, expulsados tras el golpe- habían retornado a las aulas de la UdeC en programas especiales o clases regulares junto a compañeros de carrera varios años más jóvenes.
Por otro lado, en el inicio de ese año se había conocido el Informe Rettig, con los resultados del trabajo de la Comisión Verdad y Reconciliación creada por el presidente Patricio Aylwin Azócar.
El estudio arrojaba una primera luz sobre las muertes ocurridas entre el 11 septiembre de 1973 y el 11 de marzo de 1990, sensibilizando a la sociedad chilena sobre el respeto a los Derechos Humanos y el valor de memoria.
Un puente entre generaciones
Ese es el contexto en que se produce un puente entre generaciones: los alumnos regulares a través de la Federación de la época se hacen eco de la necesidad de las y los estudiantes retornados de honrar la memoria de sus pares muertos o no encontrados.
“(…) Queríamos tener un espacio donde pudiéramos recordar a los compañeros que ya no estaban. Cuando volvimos, no encontrábamos a nuestros amigos, me pasaba eso de que de repente caminaba y sentía las risas, las sentía. Entonces la pelea era encontrar un espacio donde poder hacer algo para recordarlos”, cuenta el artista visual Mario Sánchez Castro († 2022) y uno de los estudiantes que retornó a la UdeC, en la tesis sobre Ronda de la Unidad, da la magíster en Arte y Patrimonio, Pamela Quiroz Zenteno.
La ausencia se hacía sentir. “Al volver a caminar en los campos de nuestra querida universidad, nos sentíamos con un vacío inmenso; nos faltaban ellos nuestros compañeros, con los que tantas veces soñamos con construir un sociedad más libre, justa y unitaria. No podíamos olvidarlos”, cuenta la alumna retornada Hilda Espinoza Figueroa, esposa del estudiante de Odontología, Carlos Rioseco Espinoza, detenido-desaparecido desde enero de 1975.
La idea del homenaje, que comienza a tomar fuerza, coincide con la llegada a Concepción del escultor Lautaro Labbé, quien también había sufrido los embates de la dictadura desde que fuera obligado, en 1973, a dejar la dirección del Museo de Arte Contemporáneo.
En una iniciativa que sumó a las agrupaciones de Estudiantes Universitarios Sancionados (Aneus) y de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD) se presenta a las autoridades la idea de instalar una escultura en el Campus.
“El proyecto llegó a través del Vicerrector Gonzalo Montoya y fue aprobado de inmediato y se procedió a su materialización”, comenta el académico Augusto Parra.
De este modo, comenzó el trabajo que se extendió por 36 días, entre el 1 de septiembre y el 7 de octubre (día de su inauguración), convocando a unos 80 estudiantes de distintas carreras en distintas etapas y periodos variables de permanencia.
Gran parte de ellos pertenecían a la carrera de Artes Plásticas, como la hoy académica del departamento del área, Leslie Fernández Barrera.
Se vivía un momento especial, rememora la artista visual, quien en esos momentos estaba preparando su tesis de pregrado.
“El ambiente de trabajo fue de mucha colectividad, recuerdo que se compartieron ideas para el memorial en varias sesiones (…) fueron varias jornadas para pensar el diseño. Luego hubo una maqueta y se comenzó a trabajar en el proyecto final. Mucha gente se fue sumando en el camino, algunos trabajaron solo un día o pasaban por allí, se sumaban y continuaban en el grupo. Fue una experiencia muy bonita, cercana, amable”, dice.
Desde la tierra
También reafirma el proceso de creación colaborativa la artista visual Claudia Soto Rojas, autora de la Luzterra, la escultura que conmemora el centenario de la Universidad, para quien esta experiencia sincronizaba con su decisión de hacer la mención en escultura.
La artista destaca la particularidad de la técnica de matrizado en tierra propuesta por Labbé: las cuatro esculturas de hormigón fueron modeladas y fraguadas en el suelo del mismo lugar, lo que le daría un significado aún más profundo al memorial.
“Queríamos que estos seres aparecieran de la tierra, como realmente deseábamos que aparecieran los detenidos desaparecidos, por eso es tan fuerte cuando el hormigón fragua, se endurece, se seca y lo levantamos. Era fuerte emocionalmente casi dar cuerpo a los detenidos desaparecidos, a los muertos en dictadura (…) estábamos donándole un cuerpo a la desaparición, a la tortura y a las heridas de las víctimas de la represión que eran parte de la UdeC. Era como volverlos simbólicamente a la vida”, señala la escultora.
Y así lo sintieron los integrantes de Aneus y de la AFDD. «Ellos, nuestros amigos compañeros salían de la tierra a recorrer los campos universitarios, tomados de la mano, con alegría y fuerza. La dictadura quiso borrar sus pasos no dejando huellas en el camino, no los pudo acallar sus nombres y su legado siguen presentes hasta el día de hoy», expresa Hilda Espinoza, quien fue la última presidenta de Aneus.
Más allá de una valoración estética de la obra, para Leslie Fernández, la fuerza de Ronda de la Unidad está en el modo en que fue levantada: el trabajo colectivo en lo conceptual y material.
“Veníamos saliendo de la dictadura, de un periodo de mucha violencia y represión. Hacer este trabajo nos hizo pensar en todos esas personas y esos estudiantes, quienes al igual que nosotros pensábamos en justicia, teníamos ideales, pero ellos no pudieron continuar en esa lucha”, acota
Para Claudia Soto este trabajo ha marcado su trayectoria. A través de él, conoció la escultura pública de gran formato y eso influyó en su decisión de hacerse escultura de espacios públicos.
Hilda Espinoza, hoy delegada de la AFDD, Desaparecidos destaca la pronta acogida que tuvo la iniciativa y lo que significó para ellos y ellas como estudiantes y familiares tras “un largo camino de búsqueda de sus compañeros detenidos desaparecidos, ejecutados, sanando heridas del dolor de la tortura y las ausencias”.
“Cada vez que volvemos al lugar a estar con ellos sentimos que la UdeC hizo una reparación social y psicológica con ellos y sus familiares al tener sus nombres, al tener una presencia en la universidad”, afirma.
“Ha sido una formación larga, con una experiencia de 1993 hasta 2018, cuando gané el concurso de la escultura centenario de la UdeC, que es fruto de la experiencia como estudiante en la escultura de Lautaro Labbé. Por eso es tan hermoso que Luzterra haya quedado en el mismo sector (frente a Ronda de Unidad)”, puntualiza.
Herramienta de lucha
En su tesis sobre Ronda de Unidad, la magíster en Arte y Patrimonio, Pamela Quiroz Zenteno, consiga el papel central que esta obra tendría para el artista, por cuanto representa la posibilidad de dar cuerpo a su concepción del arte y el punto de partida de una serie de esculturas colectivas.
“Labbé identifica el arte como una herramienta de lucha, para expresar las demandas de la clase trabajadora, además de destacar la necesidad de socializar el arte, entendiendo que éste debería ser igual de accesible para todos y no solo para los expertos”, señala Quiroz.
En esa perspectiva, agrega, el escultor sentía que el arte debería reflejar la realidad de las personas, “por lo que no se trataba de solo democratizar el arte, sino de preocuparse del lenguaje por el cual se comunicaba el arte, el que de acuerdo a su conceptualización debía ser un lenguaje compartido y con una postura profundamente política”.
Para Pamela Quiroz, el significado de Ronda de Unidad está dado no solo por el recuerdo de los que ya no están, sino por lo que ellas representaban, “el profundo compromiso político por transformar la sociedad, un compromiso hacia la colectividad, hacia los más desvalidos”.
“Teniendo esto en mente, la obra es un testimonio del odio, la violencia y el desprecio por la vida, lo que simboliza el renacer desde la tierra de las personas asesinadas, para levantarse y unir sus manos en una ronda de unidad. En ese sentido, Ronda de Unidad se transforma en una prueba y antecedente de que el arte colectivo puede materializar y dar sentido a la memoria colectiva; que puede expresar un mensaje”, expresa.
Lugar de reflexión
Como parte de las actividades de celebración del centenario de la Universidad, en 2019 se concretó un proyecto de recuperación del espacio con el fin de convertirlo en un lugar de encuentro y reflexión para los universitarios y la comunidad penquista.
En septiembre, con presencia de autoridades universitarias y representantes de los colectivos impulsores del memorial, se inauguraba la Plaza de las Memorias y los Derechos Humanos, una iniciativa institucional respaldada por el Consejo Académico.
“La reconstrucción de este espacio simbólico, relacionado con víctimas que pertenecieron a nuestra comunidad universitaria, nos urge a buscar un mensaje que recoja la memoria de lo sucedido para comprometer nuestra acción y pensamientos en el nunca más, y para, paralelamente, encontrar las palabras precisas que entreguen un mensaje de optimismo y esperanza”, expresó el Rector UdeC, Dr. Carlos Saavedra Rubilar, en la oportunidad.
Integrado a los circuitos de memoria de la ciudad, a treinta años de su instalación, el conjunto escultórico La Ronda de Unidad es un espacio para el recuerdo, para el encuentro de familiares y amigos con las y los jóvenes que sufrieron la cara más cruel de la dictadura.
Es un llamado a mirar el pasado, a reforzar el valor de la democracia y la dignidad de las personas; una interpelación constante al nunca más, un lugar de aprendizaje para las nuevas generaciones, un memorial que trae al presente y honra la historia de universitarios idealistas que soñaron con una sociedad mejor y abierta para todas y todos.
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