Los desafíos del sector agrícola para paliar la sequía en Chile
Crédito: Facultad de Agronomía
En el Día Mundial de lucha contra la Desertificación y la Sequía, el director de Departamento de Suelos y Recursos Naturales de la Facultad de Agronomía se refiere a las soluciones posibles para la crisis hídrica.
Desde hace al menos una década que Chile sufre un déficit de agua, con la zona central entre las más afectadas. La sequía, que se entiende como un déficit de lluvias durante un periodo prolongado, está provocando consecuencia en la agricultura y en los sistemas ecológicos.
Así lo plantea el Director del Departamento de Suelos y Recursos Naturales de la Facultad de Agronomía, Dr. Marco Sandoval, quien se refiere a lo que se ha llegado a plantear como megasequía en Chile.
“Las sequías no son nuevas en nuestro país. Chile enfrentó entre 1968 y 1969, la conocida ´Gran sequía de 1968´, y otras más que provocaron graves perjuicios para diversos sectores productivos. Por lo mismo el Estado de Chile y los organismos responsables deben tener claro que seguiremos sufriendo de sequías y deberíamos preguntarnos ¿Qué hicieron otros gobiernos para permitirnos mitigar en parte lo que hoy vivimos?”.
Algunas de las respuestas institucionales han sido obras importantes de embalses, canales de regadío, introducción e investigación de tecnologías que mejoraron la eficiencia del uso del agua. “Sin embargo, esto parece no ser suficiente para los actuales y futuros escenarios de cambio climático que enfrentamos”.
En este sentido el académico señaló algunas medidas para mitigar esta condición hoy. “Hay tareas de corto plazo, que pueden ser incorporadas de manera rápida por los agricultores, como acomodar fechas de siembra a los nuevos escenarios e introducir nuevas variedades resistentes a estrés hídrico. A mediano plazo, a través del mejoramiento genético, está la búsqueda de genética adaptada a estas nuevas condiciones. También están las mantenciones apropiadas de los actuales sistemas de regadío establecidos y mejorar la tecnología mediante monitoreo por sensores”.
Aseguró que “esto requerirá de una inversión que el Estado puede asumir en sus programas de apoyo a la pequeña y mediana agricultura. Las grandes empresas, probablemente estén incorporando medidas, entonces apoyarlos con conocimiento y reglas claras del uso del recurso, en etapas más complejas o de mediano plazo, en revestimiento de canales, cambios e introducción de nuevas tecnologías en los sistemas de regadío, en investigación. En el largo plazo (pero no más de 5 años), se debieran construir acumuladores de agua que permitan la cosecha; obras mayores que aseguren el recurso por varios años y que además cumplan con variados servicios, recreación y turismo de calidad”. Sandoval manifestó también que al considerarse obras como embalses, “no necesitan sacar a las personas de su zona, se puede mejorar sus condiciones de vida involucrándoles con el desarrollo sustentable, insertos en el lugar. Existen buenos ejemplo en el mundo y por el nivel de complejidad tanto técnico como de inversión es el Estado quien debe encabezar estos procesos. También debemos pensar en la utilización de tecnología de las plantas desoladoras, Chile dispondrá dentro de poco de energía limpia y abundante, esto abaratará costos que hoy son una limitante de esta tecnología”.
Responsabilidad de la ciencia
“El mundo científico tiene la responsabilidad de adelantarse a los problemas y proponer las soluciones, no somos nosotros quienes tenemos el poder económico o político para poner en marcha estos programas de trabajo que requieren de aprobaciones económicas y ambientales y legislaciones, esto está fuera del alcance de nuestro mundo de las ciencias, pero por cierto que estamos preparados y disponibles para apoyar”, dijo Sandoval.
Esta mirad se basas en proyectos tales como el desarrollado en 2008 con investigadores del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) y la Universidad de Chile, que planteaba varios objetivos, dentro de los cuales, estaban predecir el impacto del cambio climático bajo varios escenarios de intensidad para las Regiones VI y VIII.
“Se consideraron en estos modelos los efectos climáticos, fisiológico y económico en algunos cultivos y frutales considerados estratégicos. Transcurrido el tiempo las predicciones de entonces aportadas por los modelos matemáticos aplicados parecen acercarse a la realidad que vivimos”.
A pesar del escenario pesimista, el académico planteó que como sociedad no podemos acostumbrarnos a esta realidad. “Tenemos que tomar acciones que permitan mitigar y/o aprovechar los nuevos escenarios de lo contrario esto tendrá un costo productivo, social, ambiental y político”. Y aseguró que desde la Facultad se ha trabajado para ello. “mucho antes que empezara esta sequía, comenzó un renovación de su planta académica, cuyos resultados hoy se traducen en alcanzar más del 80% de sus docentes-investigadores con grado de doctor, y esta savia joven formada en los nuevos conceptos (ambientales, economía circular, sociedad y producción limpia y sustentable), nos ha permitido ofrecer asignaturas muy novedosas como; agricultura y cambio climático, edafología ambiental, bioinsumos, procesos biológicos en los suelos, manejo integrados de plagas, y muchas otras relacionadas con el cambio climático”.
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