Investigadores UdeC revelan consumo de tabaco hace 6.000 años en poblaciones costeras del norte de Chile

Crédito: Municipalidad de Antofagasta
Un estudio interdisciplinario desafía la idea de que las pipas fueron el primer método de consumo de tabaco. Los hallazgos destacan el uso medicinal de la planta Nicotiana y la complejidad social de los cazadores-recolectores.
Un estudio liderado por el académico del Departamento de Antropología de la Universidad de Concepción, Dr. Pedro Andrade Martínez, logró retroceder en aproximadamente 4.000 años la evidencia más antigua de consumo de tabaco en Chile. Los hallazgos preliminares fueron publicados en Chungara. Revista de Antropología Chilena y ofrecen nuevas perspectivas sobre el uso social y medicinal del tabaco en poblaciones cazadoras-recolectoras de la costa desértica de Antofagasta.
La investigación, según detalló el docente, surgió de la necesidad de llenar importantes vacíos en el conocimiento sobre las prácticas fumatorias en el norte de Chile, donde persiste el enigma arqueológico sobre el consumo de tabaco en esta zona. Este estudio se enmarca en un conjunto de esfuerzos académicos que buscan comprender de manera más profunda la antigüedad, las formas de consumo y las implicaciones sociales del uso de Nicotiana en comunidades prehispánicas.
«La investigación del consumo de tabaco en Chile ha sido muy poco trabajada, por lo menos en el norte. Antes de que comenzáramos con este tema, solo existían tres trabajos que se preguntaban sobre ello, y de esos, únicamente uno estaba enfocado en la costa, en grupos de recolectores que, además, son más escasos», explicó el Dr. Pedro Andrade.
Utilizando la técnica de espectrometría de masas MALDI-TOF, el equipo decidió estudiar el cálculo dental —sarro calcificado— de restos humanos de entre 6.300 y 1.000 años de antigüedad en busca de alcaloides de tabaco. La elección del cálculo dental respondió a las limitaciones que presentaba la conservación de cabello en el contexto arqueológico de la costa de Antofagasta. Posteriormente, algunos de estos resultados fueron complementados con análisis mediante cromatografía de gases acoplada a espectrometría de masas (GC-MS), una técnica de mayor sensibilidad que permitió confirmar y expandir los hallazgos preliminares.
«Normalmente, para este tipo de análisis se utiliza restos de pelo; al ser un material orgánico, almacena muy bien las partículas orgánicas que se buscan identificar y que difícilmente quedan fijadas en otras partes del cuerpo. El problema es que el pelo no se conserva en todos los territorios. Y eso es justamente lo que ocurre en la costa de Antofagasta, especialmente desde la península de Mejillones hacia el sur, donde el ambiente es un poco más húmedo que hacia el norte», detalló.
El artículo, en el que figuran como coautores la ex estudiante de Antropología UdeC Vania Arancibia Concha y el analista químico del Centro de Biotecnología UdeC, Lucas Romero Albornoz, señala que en el área de estudio se registran cuatro especies del género Nicotiana susceptibles de consumo arqueológico: Nicotiana acuminata var. multiflora, N. longibracteata, N. petunioides y N. undulata, todas presentes en sectores cordilleranos, y N. solanifolia en el sector costero.

Cambio de paradigma
Uno de los hallazgos más destacados fue que el consumo de tabaco no surgió junto con las primeras pipas, como se pensaba hasta ahora, sino que antecedió su presencia por varios siglos.
«Lo sorprendente fue que cerca del 70% de los individuos que analizamos para este periodo ‘pre-pipa’, entre el 6.000 y 4.000 años de antigüedad, [presentaban evidencia de] consumo de tabaco», dijo el Dr. Andrade. Esta proporción fue determinada a partir de análisis de alta sensibilidad mediante GC-MS, técnica que permitió detectar cotinina —metabolito de la nicotina— incluso en contextos sin evidencia material de instrumentos para fumar.
Una de las particularidades que revela la investigación es que se detectó menor consumo de tabaco en los periodos en que las pipas ya existían, en comparación con los periodos anteriores. Según explica el investigador, este escenario representa un cambio del paradigma a la relación entre el consumo de tabaco y la aparición de las pipas alrededor del 3.500 AP. «Pero ahora sabemos que es al revés: para que aparezcan las pipas primero debe haber un uso establecido del tabaco», aclaró.
Si bien el uso ritual es habitualmente asociado al consumo de sustancias como el tabaco, el equipo de investigación propone también una posible función medicinal. Esto se basa en la capacidad de la nicotina para ofrecer cierto alivio al dolor, aunque sea de manera moderada.
«Muchos de los restos que analizamos tienen en sus huesos huellas de enfermedades muy dolorosas. Si bien hoy en día no está la idea de que el tabaco o la nicotina se ocupen para el dolor, lo cierto es que sí tiene una capacidad analgésica media baja. Si uno lo piensa hace 6.000, 5.000 o 4.000 años atrás, cuando no existía la posibilidad de ir a una farmacia a comprar un analgésico, obviamente vas a echar a mano lo que tienes disponible, que en este caso habría sido el tabaco. Nuestra hipótesis de trabajo es que [el tabaco] está ingresando como una planta medicinal al contexto arqueológico», sostuvo.

Las investigaciones en torno a las prácticas fumatorias fueron posibles gracias a un enfoque interdisciplinario que involucró a académicos del Departamento de Análisis Instrumental de la Facultad de Farmacia UdeC, entre ellos la Decana Dra. Claudia Mardones Peña, y el Dr. Luis Bustamante Salazar, y la Dra. Daniela Nova Baza. «Ha sido, en definitiva, un trabajo interdisciplinario, y esa es una de las cosas más bonitas de este proceso», dijo el Dr. Andrade.
De cara al futuro, el equipo busca ampliar el alcance de sus estudios hacia otras regiones, con especial interés en el Biobío.
«Estamos planeando replicar esta investigación en Concepción, aplicando las mismas preguntas de investigación. Nos interesa saber, por ejemplo, cuándo comienza el consumo de tabaco en el sur de Chile y qué tipo de tabaco se consumía, ya que no existen estudios de este tipo aplicados a restos óseos humanos en esta zona», adelantó el Dr. Andrade.
Este descubrimiento también aporta a la comprensión de la complejidad social de las poblaciones cazadoras-recolectoras, desafiando las percepciones simplistas sobre su modo de vida.
«Siempre les digo a mis estudiantes de Antropología e Historia que estas personas no eran ingenuas; conocían muy bien su territorio y sabían cómo sobrevivir en ambientes extremadamente hostiles. Imagínate la costa de Antofagasta, donde no hay ríos y no existía una farmacia a la cual acudir. Estas poblaciones se las ingeniaban para aprovechar al máximo su entorno, acumulando un conocimiento ancestral que, en este caso, sabemos que tiene al menos 6.000 años de antigüedad, y probablemente sea mucho más antiguo si lo relacionamos con otras evidencias», reflexionó el académico.
A través de la reconstrucción de prácticas como el consumo de plantas medicinales, el estudio contribuye a acercar la comprensión de nuestras sociedades ancestrales y su sofisticado conocimiento del entorno natural.

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