Experto UdeC y caída de árboles: "No sabemos convivir con el arbolado urbano"
Crédito: Diario Concepción.
Estos incidentes, peligrosos para la seguridad y la infraestructura, son exacerbados por factores bióticos y abióticos, incluyendo intervenciones humanas como la poda inadecuada y la falta de espacio para el desarrollo radicular.
Las decenas de árboles caídos durante el último sistema frontal en la capital dan cuenta de los riesgos que encierra la combinación de altas concentraciones de lluvia y vientos con un inadecuado o ausente de manejo del arbolado urbano.
Las caídas de árboles son peligrosas para la seguridad de las personas, pueden entorpecer la circulación vial, provocar accidentes; dañar vehículos, construcciones e infraestructura urbana.
“Lo primero que hay que entender es que los árboles son seres vivos, que tienen un ciclo de vida y que, al igual que un ser humano, se enferman. Esto es algo que a la gente le cuesta mucho entender”, señala el académico de la Facultad de Ciencias Forestales de la UdeC, Juan Pedro Elissetche Martínez.
El ingeniero forestal y Dr. en Botánica explica que hay factores bióticos y abióticos que pueden afectar la salud de los árboles, hasta llevarlos a un colapso.
Entre los primeros están enfermedades en el sistema radicular provocadas por agentes patógenos como hongos o insectos; mientras que en los segundos, el más importante “somos nosotros mismos, las cosas que hacemos”, donde -dice Elissetche- hay una tendencia a privilegiar la estructura urbana sin considerar al arbolado.
Un ejemplo de esto son los cortes de raíces que suelen hacerse a la hora de reparar veredas o calles. “Cuando cortas las raíces, dejas al árbol con una asimetría en su sistema radicular, queda desbalanceado”, indica.
Por otro lado, menciona que el exceso de cemento incide en la calidad del sustrato que los sostienen. “Muchas veces los suelos urbanos tienen una mala estructura, que impide un buen desarrollo de las raíces, porque no tienen mucho espacio para crecer”.
Aquí -acota- también se genera un desbalance entre la parte aérea y radicular, y cuando hay vientos fuertes se produce un “efecto vela” que golpea y mueve al árbol que, sin una base estable, se derrumba.
“Nosotros vemos que cuando se caen árboles, los sistemas radiculares están podridos, porque nosotros mismos mutilamos las raíces, dando paso a enfermedades, o no tienen un sistema radicular muy desarrollado, porque no tenían espacio para crecer”.
El investigador anota que las caídas no ocurren en árboles pequeños, “son siempre en los de grandes dimensiones, que estaban enfermos o con problemas en sus raíces”.
La acumulación de agua en eventos de mucha lluvia también puede inducir el colapso, al modificar las propiedades de los suelos. Cuando no están bien drenados, el agua efectivamente se acumula; entonces pierden estructura y ya no sostienen bien al árbol.
“El exceso de humedad genera condiciones que atraen ciertas enfermedades que dañan las raíces y las pudren. Entonces, hay un efecto sumatorio”, agrega.
Para el académico, aún falta mucho por avanzar en la gestión del arbolado urbano en los municipios. Por ejemplo, hay que definir bien qué tipo de árbol plantar, porque en general “se eligen especies que crecen mucho”. Una opción, comenta, podrían ser algunas especies nativas, que tiene un crecimiento más lento.
También hay que preocuparse del riego y de dar los espacios adecuados para cada individuo; es decir que “tenga una buena holladura para que crezcan libremente”; así como del manejo de las podas, un tema que reconoce genera controversia en la ciudadanía, pero que son necesarias para proteger a las personas de eventuales caídas de ramas y para tener árboles con altura más controlada.
De acuerdo al Dr. Elissetche, las podas -que, si bien, advierte, tienen un costo bastante alto- deben ser una herramienta permanente en la gestión urbana y no llegar de forma tardía, “con cortes de diámetros de ramas muy anchos, que se ven como verdaderas mutilaciones”.
Pero, además, en la aplicación de podas se produce otro problema: muchas veces se hacen priorizando otras cosas, como el alumbrado o las veredas.“Eso pasa, porque no sabemos convivir con el arbolado”, asevera.
Otro punto que menciona el académico es la necesidad de instalar una cultura de vigilancia permanente del estado de los árboles. Hay síntomas y signos indicativos de daños o enfermedades en los árboles -ramas muertas, inclinación del tronco, aparición de cavidades y de hongos, entre otros- que, si bien pueden ser reconocidos por cualquier persona, deben ser evaluados por un profesional competente.
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