Crédito: Dirección de Extensión y Pinacoteca UdeC
El confinamiento nos brinda la oportunidad y desafío de readecuar y diseñar una nueva forma de exhibir las colecciones desde las plataformas online, explorando otras maneras de mostrar/mirar más allá del objeto y su relación con la luz y el espacio circundante habitual de la sala.
Por estos días cumplimos dos meses de confinamiento ciudadano, por la razón o la fuerza, ante la inexorabilidad e inminencia de una peste que nos amenaza e inmoviliza.
Han sido significativos los esfuerzos individuales y colectivos por adaptarse a trabajar, estudiar, comprar, relacionarnos y visualizarnos online, pero de todos los quehaceres laborales, sin duda el desafío más complejo para estos fines es el del mundo de la cultura. Si bien el uso de las diversas plataformas de internet para difundir la actividad cultural es, y ha sido, una herramienta eficaz, otra cosa es cuando se requiere entregar contenidos a través de una pantalla, lejana, impersonal y de proporciones inciertas.
Sabemos que la música, el cine o la literatura tienen lenguajes afines con lo digital, pero las artes escénicas y las visuales son particularmente sensibles a la hora de alterar sus formatos y modos de reproducción.
La Pinacoteca de la Universidad de Concepción, como todos los museos, no escapa a esta tendencia y problemática, y opta por exhibir parte de su colección por redes sociales y páginas web, invitando al público a interactuar con las obras ya sea pintando, dibujando o personificando alguna pintura, justamente para aprovechar el potencial auditorio conectado en las horas muertas del confinamiento, lo que ha tenido una respuesta más bien discreta.
Las estrategias se repiten y se comparten entre instituciones hermanas en un intento por ganar un espacio para la cultura en el vertiginoso mundo virtual, que ya parece estar saturado de información de toda índole.
Esta hiper conectividad nos sumerge en un consumo de cultura a través de un dispositivo electrónico, mediante la circulación impetuosa de un sinnúmero de trabajos artísticos que exceden toda posibilidad de comprensión y valoración, generando además ansiedad y expectación por una respuesta positiva del que está al otro lado… Nunca antes vimos circulando tanta producción de obra, tanto artista trabajando y “subiendo” obras recientes, que pasan veloces por la vitrina interminable de la red social, compitiendo en atención con anuncios de pizzas a domicilio, saludos de cumpleaños, memes sobre la cuarentena y otros.
Cabe entonces preguntarse ¿Tiene sentido insistir en publicar un trabajo artístico del que no queda más que un golpe de ojo?. Por otro lado, ¿Se puede aspirar a cumplir con los objetivos de todo museo solo con estrategias virtuales?
Según una publicación reciente de https://valenciaplaza.com, en Europa se están realizando macro encuestas para medir las respuestas en las dinámicas online de las instituciones culturales durante la crisis del coronavirus. Según esta, el 58% de los museos europeos siguen haciendo lo mismo, un 37% ha aumentado sus actividades y el 23% ha empezado nuevas actividades en el marco virtual.
En nuestra ciudad la Casa del Arte de la Universidad de Concepción permanece cerrada al público desde mediados de marzo, dejando a oscuras no solo su colección, sino también las exposiciones transitorias que se abrían por esos días: «Los últimos carboneros de Cuba» fotografías de Stephane Noel, y en la Sala David Stitchkin: “(In) Visibilidades: Archivo de artistas penquistas 1980-2015”, con la curatoría de Natascha de Cortillas Diego, Bárbara Lama Andrade y Constanza Vergara, lo que obligó a reforzar las publicaciones en internet, expandiendo insospechadamente la información y llegando a un público digital potencialmente muchísimo mayor al que visitaría la sala, público que ahora sabe de la exposición pero que escasamente conoce sus contenidos.
Sin lugar a dudas, ninguna institución o museo estaba preparado para esto. Ni siquiera aquellos que, como la Pinacoteca, ya tienen sus colecciones en línea y alimentan complejas aplicaciones para invitar a paseos virtuales por sus espacios expositivos; visitas que, se asume, debieran prontamente completarse al conocer presencialmente el museo, porque ahí estaría, en gloria y majestad, el objeto artístico en su hábitat natural.
En este sentido, el confinamiento nos brinda la oportunidad y desafío de readecuar y diseñar una nueva forma de exhibir las colecciones desde las plataformas online, explorando otras maneras de mostrar/mirar más allá del objeto y su relación con la luz y el espacio circundante habitual de la sala, sino más bien propiciando nuevos relatos a partir de una imagen de una determinada obra, desbordándola y expandiéndola en su conexión con otros temas, con otras realidades. No como mero entretenimiento, sino como un dispositivo de relaciones, narraciones o reflexiones a la distancia, con un espectador anónimo que, en algún punto del planeta, sigue también confinado, como todos nosotros.
Columnista(s)
Sandra Santander Montero
Curadora
Pinacoteca UdeC
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