¿Avance sustantivo o un tímido paso? Miradas sobre el Chile sin bolsas plásticas
Crédito: Pexels
Tres especialistas UdeC analizan los alcances de la publicitada ley 21.100, las dificultades sistémicas para el cuidado del medio ambiente y la falta de políticas públicas decisivas para atacar el problema de fondo.
Prohíbe la entrega de bolsas plásticas de comercio en todo el territorio nacional. El encabezado anterior es el nombre de la ley 21.100, publicada en el Diario Oficial el 3 de agosto de 2018, que daba un plazo de dos años para su completa implementación.
Luego de una primera etapa que incluyó a las grandes empresas del retail y supermercados, fue el turno de los comercios pequeños. Lógicamente, por el contexto de pandemia que estamos viviendo, el 3 de agosto de 2020 —cuando la prohibición total entró en curso— las prioridades sanitarias relegaron este hito, el que en su momento fue ampliamente publicitado y conocido con el eslogan #ChaoBolsasPlásticas.
Sin duda, es un avance. Toda ley que contribuya al cuidado del medio ambiente es un triunfo para la sociedad que la implemente, sobre todo si se considera el enorme daño que el plástico ocasiona a nuestro planeta. Lamentablemente, y lo que no se comunica con tanto énfasis, es que este rubro —las bolsas plásticas— representan una participación muy marginal de la presencia total de plástico en el mundo, de alrededor del 1%.
Además, el número de bolsas plásticas es uno de los ítems más usados, pero estas son hechas de una capa extremadamente delgada, entonces, en términos de biomasa, de tonelaje de plástico que se va a lograr eliminar ahora, es probablemente muy poco.
Considerando estos elementos, el Dr. Mauricio Urbina Foneron, docente de la Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas UdeC, afirma que “es un cambio muy visible, porque quizás la bolsa plástica es lo que más vemos día a día como un desecho plástico que se maneja, que se otorga, que se usa, que se bota. En ese sentido, creo que es una muy buena noticia”.
El académico del Departamento de Zoología cree que “es el inicio de un cambio de actitud, que apunta hacia un consumidor más consciente, que nos acostumbraremos a andar con nuestras bolsas y nos ayudará a evaluar mejor las consecuencias de nuestras acciones”.
Otro de los puntos relevantes que se publicitaron desde el poder central, es que Chile sería pionero en estas materias en América Latina. En el análisis profundo de este apartado, el Dr. Ricardo Figueroa Jara, profesor de la Facultad de Ciencias Ambientales, pide recordar que también somos una de las naciones que más ocupa el plástico.
“Producimos más plástico, más bolsas y también las exigimos en mayor medida, porque somos una sociedad muy consumista, donde la gente va a un local comercial a comprar una bolera y le gusta que esta venga —aparte de la bolsa de papel— en una de nylon y con una cinta de adorno, y todo eso es plástico. Es una sociedad donde nos acostumbraron a eso, donde el crecimiento ha estado asociado —lamentablemente— a los productos de desecho”, considera el profesor.
Entonces, la educación siempre es un tema a tener presente, pero no es el único. Bajo la mirada de la Dra. Gunhild Hansen-Rojas, Directora del Magíster en Ciencias Regionales UdeC, «la educación debe funcionar siempre de manera articulada con una política. Puedo educar en muchas cosas, pero si la política no me ayuda a controlar o a implementar, esta educación no sirve y termina en frustración”.
“Se habla mucho de esto, pero los colegios no tienen fondos, los profesores y las profesores no reciben una formación ni una capacitación. Por lo tanto, la educación para el desarrollo sostenible todavía no es parte integral de un sistema escolar. ¿Por qué no lo es? Porque los políticos aún no lo tienen presente. Al parecer, es un poco moderno hablar de protección al medio ambiente”, explica la Dra. Hansen-Rojas.
Embalaje y reciclaje
Se excluyen de esta prohibición las bolsas que constituyan el envase primario de alimentos, que sea necesario por razones higiénicas o porque su uso ayude a prevenir el desperdicio de alimentos. Esa es otra de las partes del resumen de la ley 21.100 y es fundamental en la comprensión de su poco alcance.
En nuestra cabeza la disminución en la visibilidad de las clásicas bolsas plásticas es importante, pero muchas veces no nos detenemos a pensar y observar que la inmensa mayoría del elemento que envuelve a los bienes de consumo de todo tipo es el plástico: arroz, tallarines, embutidos, queso, entre miles de otros productos, por lo que el tema es sumamente complejo.
El Dr. Urbina comenta, a modo de anécdota, las vicisitudes que vivió cuando optó por hacer las cosas de manera diferente, hace ya varios años. A la hora de las compras, con su familia llevaban envases propios de infinitos usos y le pedían al carnicero, a la persona encargada de la venta de queso —en varios supermercados— que por favor les pesara el pote y de ahí el producto correspondiente, para finalizar pegando la etiqueta con el precio en la tapa.
“Esto al principio era terrible, porque uno tenía que explicar, eras considerado prácticamente un problema. Ahora ya no lo es, todo el mundo sabe utilizar la balanza. Estamos viendo que este tipo de costumbres, que al principio parecían molestosas y complejas, van avanzando a algo mucho más sensible. Todo esto es un cambio de visión. A lo que apunto es que ni siquiera tenemos que lograr un tremendo desarrollo biotecnológico para encontrar un envoltorio biodegradable, porque quizás simplemente no necesitamos uno”, expresa.
Para el Dr. Figueroa, si finalmente se quiere aplicar una normativa fuerte se tendría que prohibir este tipo de envases en todo lo que sea posible. “Los embalajes están amarrados con cintas plásticas. Ahora, en la compra online, aparte de la caja todo llega sellado en bolsas plásticas exteriores. Habrá que apuntar a algún tipo de embalaje reciclable, reducir al máximo lo que se pueda, pero además, que haya un lugar donde te recepcionen el plástico, porque ese es otro problema”.
Y ciertamente lo es. El reciclaje en Chile está en pañales. Figueroa ejemplifica lo dramático del tema en el Gran Concepción. “Para reciclar botellas plásticas, la planta más cercana está en Los Ángeles y luego en Santiago, entonces, si quieres hacer un negocio asociado al reciclaje de plástico no resulta rentable porque te tienes que trasladar muchos kilómetros. Hay que desarrollar una planta de tratamiento aquí para que sea rentable. Hay toda una cadena de valor asociada, pero que todavía no se concientiza bien”.
El sistema
Los tres especialistas concuerdan en el cortocircuito que se produce entre nuestro sistema económico y la urgencia de cuidar el medio ambiente en Chile. Hansen-Rojas considera que “este es un sistema neoliberal donde domina la empresa, la que define muy bien cuál va a ser su polo de ganancias. En todos estos sistemas, donde Chile sí es líder, tenemos muy poca presencia del Estado y mientras menos Estado tiene una nación, menos intervención política existe, entonces, al final las empresas definen muy bien qué lo que les conviene o no y claramente el reciclaje no es una de sus prioridades”.
Revela que, diametralmente opuesta a nuestra realidad, en Alemania existen grandes empresas y maquinarias que separan la basura; y no solo entre vidrio, plástico y otros, sino que también los diferentes tipos de plástico. El ciudadano no necesita hacer el trabajo; tiene una bolsa amarilla en su casa y bota todos los restos de plástico, pero la maquinaria separa. “Con este ejemplo quiero graficar que estamos muy al inicio y en Chile las empresas dicen lo que necesitan; si no necesitan nada más cierran el punto limpio, como pasa en Concepción”.
Figueroa vuelve al tema del reciclaje y afirma que si no es buen negocio, no te van a subsidiar. “Creo que a la larga es un buen negocio, no así en el inicio. Y aunque no sea un buen negocio, si tú estás solucionando un problema de esa magnitud, el Estado debiera subsidiarte, porque estás resolviendo un inconveniente grave. El plástico no solo crea residuos, sino que genera emisiones tóxicas cuando lo estás generando”.
“Cuando llega al sistema natural se descompone en partes más pequeñas, generas microplásticos y luego nanoplásticos, que son absorbidos por las plantes, las aves, etc. Finalmente retornan al organismo humano en esta cadena atrófica; entonces, solucionar el problema es un tema de salud, de toxicidad profundo, pero si no lo miras desde ese punto de vista no le buscas solución. No se puede esperar que se genere una enfermedad grave para recién preocuparte”, explica.
Por su parte, el Dr. Urbina establece que “el gobierno debiera tener reglas claras en el sentido de que si realmente el plástico es un problema, quizás darle más prioridad a que la empresa ganara un poco menos, pero utilizando algo más medioambientalmente viable».
Con el panorama actual, luego el Estado «gasta dinero en limpieza, sistemas de recolección de basuras, vertederos. Hay otros costos que la empresa convirtió en utilidad porque se los ahorró, por lo tanto, de alguna manera el gobierno subsidió que esa empresa pudiera continuar empacando en plástico. Hay que repensar el sistema que tenemos. Un país sano es aquel que es capaz de mantener negocios rentables, economías rentables, sin descuidar cosas que son importantes para todos los chilenos y chilenas”, sentencia.
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