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En tiempos de “nueva normalidad” hay mucho que reflexionar y aprender en lo que respecta a los donantes de sangre, al personal que los capta y atiende; e incluso del grupo de individuos que no adhieren a la donación.
Aún cuando el concepto de salud ha ido cambiando durante la historia, la necesidad de gozar de buena salud se ha mantenido como uno de los más antiguos anhelos humanos, sobre todo en medio de esta pandemia por Covid-19, cuyas repercusiones ya trascienden a diversos ámbitos de la vida. Uno de los efectos que ya se ha manifestado a nivel mundial, es la disminución considerable de donantes de sangre, lo que afecta el abastecimiento de productos sanguíneos; mientras que en las Unidades de Medicina Transfusional se ha mantenido la necesidad y demanda de transfusiones de pacientes.
De seguir la tendencia de ambas situaciones, el equipo de salud, además de hacer frente a la pandemia, tendrá que enfrentarse al dilema de decidir quién accede al hemocomponente disponible, lo que, sin duda, agravará la crisis sanitaria.
A lo largo de la historia de la humanidad la sangre ha estado rodeada de una serie de mitos y prejuicios que impactan en el pensamiento popular y en el buen hábito de la donación; motivo por el que se hace imprescindible informar y educar a la población, para sacar ese manto de divinidad y fantasía generado en torno a este preciado y vital elemento.
A pesar que por estos días se propone que “el encierro puede salvar muchas personas”, se hace necesario empatizar y salir a donar sangre, teniendo la precaución de respetar las normativas decretadas por la autoridad, para que esta iniciativa solidaria sea segura. La donación de sangre es un acto cívico, altruista, cooperativo, que contribuye a la cohesión social; y hoy más que nunca la sociedad necesita de la sociedad para superar esta pandemia y las crisis generadas por ella.
Un claro ejemplo de la importancia de la sangre y sus derivados, es la actual propuesta de utilizar Plasma hiperinmune de individuos que superaron el contagio, como tratamiento que favorezca la mejoría de pacientes graves por Covid-19.
En tiempos de “nueva normalidad” hay mucho que reflexionar y aprender en lo que respecta a los donantes de sangre, al personal que los capta y atiende; e incluso del grupo de individuos que no adhieren a la donación. Las estrategias deben centrarse en fortalecer la investigación cualitativa multidisciplinaria junto a profesionales del área social, y asumir en conjunto los objetivos de conocer la visión, la representación social y el valor que los individuos asignan al acto de donar sangre. Esto nos concederá la posibilidad de utilizar los canales y herramientas adecuadas para la comunicación y conexión con ellos, permitiendo promover de manera más efectiva la participación de la comunidad.
Finalmente, debemos destacar que la idea de Salud es una construcción social que se traduce en un acuerdo global de la sociedad. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la participación social promueve la equidad, convirtiéndose en protagonistas activos de su propia salud”.
Este enfoque participativo requiere de que en todo tiempo, ya sea de pandemia, de nueva normalidad o de retorno seguro, se manifieste en la población la genuina solidaridad que abraza el ser humano con compromiso social; para que de esta forma nos motivemos a seguir el ideal moral de preocupación benevolente, resiliente, altruista, y así contribuir al abastecimiento de productos sanguíneos que permitan mantener una terapia transfusional oportuna, segura y de calidad.
Columnista(s)
Eric Jara Ayala
Académico Departamento Tecnología Médica
Facultad de Medicina
Universidad de Concepción
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