Paridad en el proceso constituyente: un horizonte para ampliar la participación política de las mujeres
Crédito: Dirección de Comunicaciones UdeC
El llamado “techo de cristal” en política está más vivo que nunca, construido sobre estereotipos y sesgos de género que hoy deben cuestionarse a la luz de los cambios a la democracia y a la participación que Chile está viviendo. La oportunidad es histórica y hay que tomarla.
Luego de meses de agitación social y en medio de la mayor crisis sanitaria del último siglo, la ciudadanía está convocada a las urnas para decidir si aprueba o rechaza la idea de elaborar una nueva Constitución Política.
También, deberemos optar por el mecanismo a través del cual se preparará ese nuevo texto, en caso de ganar la opción “Apruebo”. Este mecanismo será paritario en dos momentos: tanto en la declaración de candidaturas (a través de un orden de precedencia, comenzando por una mujer) como en el resultado de la elección (por medio de un mecanismo de distribución y asignación de escaños). Ello permitirá sortear de mejor manera las enormes barreras de entrada a la vida política que hemos tenido las mujeres en todos los tiempos.
La Ley 21.216, publicada en el Diario Oficial este 24 de marzo, modifica la actual Constitución para permitir lo anterior. Establece un equilibrio de género en ambos momentos, aunque sólo lo hace respecto de la Convención Constitucional. En caso de que el mecanismo a seguir fuera la Convención Mixta Constitucional, la paridad no aplicará para los parlamentarios. La ley además coloca a Chile como país pionero, pues será el primero en el mundo que asegure paridad para hombres y mujeres.
El escenario que se abre con esta reforma es uno que favorece la legitimidad del proceso y permite una mayor y mejor participación femenina. Las mujeres somos la mitad de la población de Chile y, pese a ello, las dificultades para concretar un mecanismo de paridad han mostrado el anclaje de la idea de que la acción política es preferentemente para varones, consecuencia de la buena salud de que goza el modelo patriarcal, abonada por las deficiencias del actual sistema democrático en temas de representación y participación.
En el caso de Chile, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) lanzó un informe en marzo, presentando el mapa de poder y género en Chile en una progresión del tiempo. El estudio indica que en los últimos 25 años las mujeres han duplicado su presencia en los principales puestos de poder en el país, pero sólo llegan al 20%. La brecha de género sigue siendo significativa, sobre todo en el ámbito del poder político.
Este estudio parte de la premisa de la intelectual inglesa Mary Beard: la distribución y el ejercicio de los cargos de poder ha sido una esfera caracterizada por el dominio de hombres y la exclusión de mujeres, y toma cuatro esferas del poder: político, económico, simbólico y social. En el poder político, esto es, el de ministras, cargos de elección popular, intendentas, alcaldesas, poder legislativo y poder judicial, para el período que abarca el estudio el poder de mujeres aumentó solo de 22% a 26%.
Ello demuestra que la influencia de las leyes de cuotas no es ni automática ni suficiente. Existen aún creencias arraigadas que hay que erradicar para avanzar de forma efectiva. Según la 12ª. Encuesta Nacional “Percepciones de las Mujeres sobre su situación y condiciones de vida en Chile 2017” —elaborada por Corporación Humanas— un 87% de las encuestadas manifestó que las mujeres en Chile son discriminadas. De ese porcentaje, 74,4% consideró el ámbito político como uno en que se produce esta exclusión y el 88,5% estimó que Chile es un país machista.
Por eso la publicación de la Ley de Paridad puede ser vista como un horizonte que favorezca mejoras sustantivas para llegar a los espacios de poder en que las asimetrías son evidentes. El aporte que pueden hacer las mujeres, en su variedad de identidades y sus distintas realidades, puede ayudar a cambiar los focos de atención y favorecer que se releven en la discusión constitucional temas que afectan a mujeres de forma transversal, como la violencia, la vida sexual y reproductiva o la inequidad en las condiciones laborales, entre tantos otros. Además, dar espacio para que se reciban otras miradas a los temas que afectan a toda la comunidad, como la relación con nuestros recursos naturales, por ejemplo.
El llamado “techo de cristal” en política está más vivo que nunca, construido sobre estereotipos y sesgos de género que hoy deben cuestionarse a la luz de los cambios a la democracia y a la participación que Chile está viviendo. La oportunidad es histórica y hay que tomarla.
Columnista(s)
Dra. Ximena Gauché Marchetti
PhD en Derecho
Subdirectora de Equidad de Género y Diversidad
Universidad de Concepción
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