Crédito: LNB
El pívot chileno-dominicano deberá comenzar con una radioterapia la próxima semana por un tumor en su zona inguinal. Su ánimo está al nivel de su altura. Con todo un equipo detrás, aquel será un partido que se decidirá rápidamente a su favor.
Nacido el 20 de abril de 1990 en Santo Domingo, República Dominicana, seguramente Rodrigo Madera Cirio no pensó en Chile como uno de sus destinos posibles de vida. Pero casi 32 años después, acá está, con raíces en Concepción y en Castro, ciudad de la cual es originaria su esposa.
Cuenta que desde su nacimiento estuvo ligado al baloncesto por influencia paterna, ya que su papá fue uno de los primeros agentes del continente certificados por FIBA, además, de 1995 a 1998 fue el gerente general de la selección dominicana de baloncesto.
Rodrigo empezó a entrenar desde temprana edad en el club Mauricio Báez, donde hizo todas sus series formativas. A los 18 años se fue a Estados Unidos a probar suerte, llegando a Tulsa, Oklahoma, donde estuvo seis meses jugando con el equipo local y visitando universidades allá para ver sus opciones, pero no sería fácil.
“Tuve problemas con clearinghouse de la NCAA, que son quienes te dan el visto bueno para una posible beca. Cuando fui allá, al igual que todo niño que persigue sus sueños, por hacerlo rápido ingresé con visa de turista, no con una de estudiante. Entonces, me dieron como opción que en cualquier universidad que yo eligiera tenía derecho a entrenar con el equipo, pero no podía jugar partidos oficiales y tenía que costearme el año de estadía, lo que era imposible para mí”, rememora.
Volvió a su país por un año, hasta que se le dio la oportunidad. “Me contactó un coach de Canadá. Estuve allá desde 2010 al 2014, que fue cuando me titulé como ingeniero comercial mención mercadeo y relaciones públicas por la St. Francis Xavier University de Antigonish, Nueva Escocia”.
Cuando terminó aquel enriquecedor periplo se le dio la opción de venir a Chile a jugar y no lo pensó dos veces. En junio de 2014 llegó a Español de Talca. La Liga Nacional de Básquetbol también lo vio lucir las tricotas de Castro, Tinguiririca San Fernando y CD Universidad de Concepción, además de un paso por Puerto Varas en la Liga Saesa.
En la premiación del título de la Liga / LNB
Sobre su llegada a Basket UdeC, comenta que en 2018 se dio la segunda opción de venir y no lo pensó dos veces. Próximo a cumplir cuatro años en la institución, considera que ha ido de menos a más.
“El primer año no fue muy bueno para mí; luego, cuando asume Cipriano se vio un cambio grande dentro de la institución y desde ahí venimos trabajando constantemente, hasta que llegamos al título de la LNB. La final fue hermosa, es un logro que buscaba Basket UdeC hace mucho tiempo y fue mi primer título en Chile”, apunta.
Sobre su entrenador, añade que “tiene un rol importante, porque controla el ánimo de los jugadores que tiene, controla el camarín muy bien, que es lo que nos permite tener buenos jugadores sin problemas de ego, ya que cada uno asume su rol de forma correcta”.
Conocido por su temperamento, el pívot comenta el día a día, que como en todas las facetas de la vida, no es siempre lineal. “Las discusiones con compañeros de equipo a veces son saludables. No todo es color de rosa, nos vemos las caras hasta seis horas al día, así que con la calentura del partido de repente se dicen cosas, pero mientras cada uno sepa tomarlo con altura de miras después se resuelve sin problemas”, señala.
A batallar contra un inesperado rival
“Todo empezó en la Supercopa en Puerto Varas. Pasó en el primer partido contra Las Ánimas. No sentí nada en el partido, sí luego cuando el cuerpo se enfrió me empezó a molestar la zona inguinal, pero pensé que en la noche se me pasaría. No fue así. Al día siguiente estaba mal, no podía apoyar el pie”, recuerda, sobre los orígenes de su latente enfermedad.
Cuenta que entre medicina y medicina andaba sin dolor, así que jugó un par de minutos en el último cuarto de esa final ganada ante Puerto Varas y a la vuelta le hicieron una ecografía, donde apareció un desgarro en la ingle. Se empezó a tratar como desgarro y luego de eso, como a la semana de estar en tratamiento, se empezó a inflamar la zona y ahí fue cuando surgieron las primeras voces de alerta.
Final de Conferencia Centro ante Leones / LNB
“Un fin de semana jugábamos en Santiago y viajé con el equipo para ir a la Clínica Meds; ahí me vio el doctor Roberto Yáñez, me hicieron resonancia y ecografía, pensando que era sangre coagulada. Volví a sesiones de kinesiología a Concepción por dos semanas. Luego regresé a Santiago porque seguía la coagulación. Ahí finalmente me hicieron la biopsia y los resultados salieron el 31 de diciembre. Ese fue mi Año Nuevo”, cuenta entre risas.
Con los resultados en mano lo derivaron donde el doctor Sebastián Solé de la Clínica Iram. El 3 de enero tuvo una reunión por videollamada con él y el 5 ya estaba en Santiago para hacer la sesión de entrenamiento para la radioterapia.
“Al ser súper invasivo hay que sacarlo rápido, es un sarcoma grado dos. El 17 de enero empiezo las sesiones de radioterapia. Serán 25 sesiones, luego hay que esperar para que baje la inflamación y la idea es operar entre la cuarta y la octava semana luego de concluida la radioterapia”, completa Madera.
“He hablado harto con el doctor Yáñez, me ha dejado súper tranquilo a mí y a mi señora, al igual que el doctor Solé. Sabemos por historia que tanto el cáncer como los tumores lo que buscan es que tú te bajonees para atacarte más todavía, así que tiene que estar el ánimo arriba. Además, es increíble al apoyo que he tenido de los muchachos, me escriben a cada rato, me van a ver al departamento y eso es muy bonito”, sentencia Rodrigo Madera Cirio.
Sin duda, el gran cariño que ha recibido en estos días, incluido su nombre coreado en el partido ante Deportes Castro, más el enorme cariño de sus compañeros e integrantes de Basket UdeC, contribuirán a que este episodio solo sea recordado como un pequeño alto en el camino de Rodrigo Madera.
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