Cuando la ciencia y la sociedad se encuentran

Crédito: Archivo
Si la ciencia se hace parte de la vida cotidiana de las personas interesadas, deja de ser un lenguaje ajeno e inentendible y se convierte en una herramienta de autonomía.
En la última década, y desde la ciencia, hemos aprendido que la apropiación social del conocimiento científico tiene un potencial enorme de transformar la manera en que se abordan los problemas ambientales. Sin embargo, muchos de estos desafíos han persistido porque se han tratado desde una mirada vertical, donde el desarrollo de la investigación y la toma de decisiones ocurre lejos de las personas que viven los impactos. Esta mirada reduccionista ha opacado el bienestar de los ecosistemas y de la vida cotidiana de las personas, ralentizando así el avance hacia la sostenibilidad ambiental y a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
El proyecto MOCCA (Monitoreo Comunitario de Calidad del Agua), impulsado de manera interdisciplinaria por la Facultad de Ciencias Ambientales de la Universidad de Concepción, propone recorrer el camino de la colaboración, donde la investigación y los saberes se comparten. Con sensores accesibles y una plataforma digital, comunidades rurales de Puahún y Boca Itata en la región del Ñuble se involucraron en la medición y gestión de su propia agua potable rural. No obstante, la innovación no sólo fue tecnológica, sino también social: desde el inicio del proyecto, vecinos/as, estudiantes, entidades públicas y la Universidad de Concepción trabajaron en conjunto para generar información confiable y útil.
Esta experiencia evidencia que la ciencia ciudadana no se limita a recopilar datos. Más bien, constituye un esfuerzo de inteligencia colectiva que conecta a las comunidades con el interés científico, para fortalecer la capacidad de reconocer y cuidar su territorio, dialogar con instituciones públicas y diseñar soluciones socioambientales desde un inicio de manera conjunta. El proyecto MOCCA identifica que la sostenibilidad ambiental demanda confianza, tiempo, redes de colaboración y voluntad de involucrar a otros, con conocimiento en mano, en la toma de decisiones.
Involucrar a la sociedad es esencial para visibilizar problemas socioambientales que de otro modo permanecerían invisibles. Si la ciencia se hace parte de la vida cotidiana de las personas interesadas, deja de ser un lenguaje ajeno e inentendible y se convierte en una herramienta de autonomía.
Por ello, el futuro de la gestión ambiental no debiese solo reconocerse por escribir artículos científicos o informes técnicos, sino que debiese reconocerse y construirse entre ciencia, comunidades e instituciones públicas. Cuando la ciencia conecta con las necesidades de la comunidad, las potenciales soluciones ambientales pueden ser más robustas, legítimas y sostenibles.
Columnista

Mariela Yévenes Burgos
Directora Proyecto Mocca UdeC
Profesora Asociada Facultad de Ciencias Ambientales/Centro EULA
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