El Trastorno del Espectro Alcohólico Fetal (TEAF) es una realidad poco abordada, pero de alto impacto en salud pública. Su origen está en la exposición prenatal al alcohol, y aunque sus consecuencias pueden ir desde alteraciones físicas hasta dificultades cognitivas y sociales, el diagnóstico sigue siendo infrecuente y, en muchos casos, equivocado.
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en 2020 se estimó que, a nivel mundial, nacieron 119.000 niños y niñas con TEAF. Es frecuente que su diagnóstico sea erróneo, lo que provoca que los tratamientos e intervenciones sean tardíos y, en consecuencia, más complejos. Además, “se estima que el 11,2% de las mujeres bebe durante el embarazo en la Región de las Américas”, indicó la OPS.
La gineco-obstetra, subespecialista en Medicina Materno-Fetal y docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Concepción, Dra. María Ignacia Oyarce Maldonado, explicó que el Trastorno del Espectro Alcohólico Fetal, como indica su nombre, abarca diversas afecciones provocadas por la exposición prenatal al alcohol.
“No existe una dosis segura ni se ha comprobado necesariamente una relación dosis-respuesta. Por lo tanto, la recomendación actual de todas las sociedades médicas es mantener un consumo cero de este tipo de bebidas durante la gestación”, enfatizó la docente de la Facultad de Medicina.
En esa misma línea, la académica de la Facultad de Enfermería de la UdeC, Campus Los Ángeles, Mg. Denysse Jara Matus, comentó que el entorno que rodea a las mujeres embarazadas resulta crucial para evitar su exposición.
“Algunos de los factores que predisponen a ingerir alcohol son haber crecido en una familia donde su consumo es frecuente y también tener una pareja que abusa de él”, enfatizó la académica de la Facultad de Enfermería.
Trastorno del Espectro Alcohólico Fetal: características más y menos identificables
La detección del TEAF, en ocasiones, resulta difícil debido a que se trata de un espectro amplio y variado. Muchos signos físicos no se asocian claramente, por lo que tiende a subdiagnosticarse.
“Si no se vinculan con antecedentes de exposición al alcohol durante la gestación, es muy difícil reconocer que se trata claramente del TEAF y no de otro tipo de problema”, explicó la Mg. Denysse Jara.
El Síndrome de Alcoholismo Fetal es la forma más grave y la más fácil de detectar por sus características físicas, siendo habitualmente diagnosticado en el período de lactancia. Los rasgos más frecuentes en los niños y niñas afectados son microcefalia, surco nasolabial liso, labio superior delgado, puente nasal bajo, epicantos, nariz corta, retraso en el crecimiento, entre otros.
Sin embargo, como se mencionó anteriormente, existen otros problemas que afectan el sistema nervioso central. “Lo más común es que haya una alteración en el desarrollo neurológico, en la conducta de los niños, un trastorno de aprendizaje o trastornos del lenguaje, los cuales no siempre se indagan respecto a la exposición prenatal al alcohol”, profundizó la Dra. María Ignacia Oyarce.
Por esta razón, su detección a menudo es más difícil de relacionar con los Trastornos del Espectro Alcohólico Fetal, comúnmente confundidos con otros diagnósticos. “Como, por ejemplo, TDAH o trastornos de salud mental, ya que las manifestaciones clínicas son muy similares”, mencionó la académica de la Facultad de Enfermería, Campus Los Ángeles.
El subdiagnóstico también trae consecuencias, especialmente en la integración de los infantes, ya que pueden ser percibidos como niños o niñas con dificultades en el colegio y no reciben la terapia adecuada para su condición. En estos casos, es fundamental un tratamiento que incluya al neurólogo, psicólogo y a la terapia ocupacional, además de la intervención de la familia, mencionó la gineco-obstetra.
Repercusiones en el desarrollo de los niños y niñas
Las académicas coinciden en que una detección tardía conlleva un retraso en el diagnóstico desde un enfoque multidisciplinario y biopsicosocial. A largo plazo, esto provocará “consecuencias a nivel educativo que incidirán de forma directa en su desempeño académico”, aseguró la Mg. Denysse Jara.
Dificultades de aprendizaje, del lenguaje, en el trabajo en equipo o para seguir órdenes son algunas de las complicaciones que podrían presentarse.
“La intervención es menos integral y la adaptación que podría tener un niño con tratamiento es mucho mayor. Por lo tanto, si no se realiza, el desafío será su integración a la sociedad en su totalidad”, profundizó la Dra. María Ignacia Oyarce.
A largo plazo, una atención insuficiente en la infancia podría generar complicaciones en la vida adulta. En el ámbito social, dependiendo de la gravedad del TEAF, podrían presentarse dificultades en actividades simples, como el manejo del dinero o la interacción con los demás. Asimismo, pueden surgir conductas impulsivas, problemas para adaptarse a cambios y, en consecuencia, desarrollar trastornos de salud mental.
Por esta razón, las expertas hacen un llamado a la concientización sobre los efectos negativos del alcohol en las embarazadas. Además, “es importante mantener una buena relación con los pacientes para que puedan confiar en ti y decir si consumieron alcohol o no”, agregó la Dra. María Ignacia Oyarce.
“Sería importante difundir, por distintos canales, el concepto de TEAF al resto de la población, para así construir redes de apoyo. De esta forma, se lograría una mayor conciencia y se podría comprender la gravedad y complejidad del problema. Así se podrá fortalecer tanto la prevención como el apoyo a las familias que tienen niños y niñas con TEAF”, puntualizó la Mg. Denysse Jara.