Se incluyó suplemento de avellana chilena: estudio UdeC revela aporte de la dieta chilena en la reducción de colesterol
Crédito: Cedida.
La intervención consideró la elaboración de un recetario y pautas alimentarias para las y los participantes, además de sesiones educativas grupales -de carácter virtual- y consejerías individuales.
La dieta tradicional chilena ha demostrado ser igualmente efectiva en la reducción del colesterol que los modelos de alimentación bajos en grasa que suelen utilizarse en el tratamiento de hipercolesterolemia, un problema que afecta a uno de cada cuatro habitantes en el país.
Este es el principal resultado de un proyecto Fondecyt, conducido por el investigador de la Facultad de Farmacia y director del Centro de Vida Saludable, Miquel Martorell Pons, a través del cual se realizó un seguimiento de seis meses a un grupo de voluntarios de hombres y mujeres con colesterol elevado.
“El objetivo de este estudio fue determinar los efectos de una intervención nutricional intensiva mediante una dieta chilena suplementada con avellana chilena en comparación a una dieta baja en grasa. La dieta planteada en este proyecto tenía mayor palatabilidad (calidad en sabores) y aceptación que la baja en grasa”, explicó el líder de la iniciativa.
En ella, se incluyó alimentos en ácidos grasos insaturados, frutas, vegetales, granos enteros con alto contenido de fibra, frutos secos y legumbres, componentes similares a los que se encuentran en la dieta mediterránea, cuyas bondades han sido ampliamente estudiadas.
“Chile también tiene un clima mediterráneo, que tiene muchas bondades. A mí me gusta decir que la dieta chilena es incluso mejor, por las características del territorio. Por ejemplo tiene mucha costa, entonces se produce mucho pescado y tiene alta variedad de algas y eso da alimentos ricos en omega 3 y fibras. Además es productor de muchas verduras y es exportador mundial de frutas; tiene todas sus legumbres típicas, la palta y el aceite de oliva”, dice el Dr. Martorell.
Eso es lo que tomó en cuenta el equipo de nutricionistas al momento de elaborar la intervención.
“La evidencia epidemiológica indica que una alimentación variada en frutas, verduras, legumbres y, sobre todo, en ácidos grasos monoinsaturados tiene efectos a nivel del colesterol y presión arterial”, señala la coordinadora del proyecto, Macarena Nova Camacho.
Todos estos elementos están presentes en varias comidas típicas del recetario nacional, las que fueron incluidas en la propuesta alimentaria del estudio.
“Efectivamente, platos como la cazuela, la carbonada, el charquicán, los porotos granados, con todos sus alimentos, hacen una mezcla perfecta de fitoquímicos, fibras y ácidos grasos poliinsaturados. Eso es lo que trabajamos con este estudio”, apunta la académica.
La intervención consideró la elaboración de un recetario y pautas alimentarias para las y los participantes, además de sesiones educativas grupales -de carácter virtual- y consejerías individuales.
“Las personas volvieron a cocinar como se hacía antes, volvieron a los platos que hacían las mamás o las abuelas y tuvimos una excelente adherencia; la gente estaba contenta, apreciaron mucho la intervención”, comentó la nutricionista.
La dieta impulsada en el estudio contempló la ingesta de un 40% de grasas del valor calórico total diario, a diferencia del modelo alimentario para tratar la hipercolesterolemia sin recurrir a fármacos, que es menor al 30%.
“Utilizamos grasas monoinsaturadas, basadas en palta y aceite de oliva; además el estudio aportaba la suplementación de 30 gramos diarios de avellana chilena. Con eso teníamos la cantidad de ácidos grasos monoinsaturados que las personas requerían para ver el efecto de este estudio”, agregó Nova.
Los resultados
De los 106 participantes iniciales, 81 finalizaron el estudio: 33 hombres -11 en el grupo de control con la dieta baja en grasas y 22 con la chilena- y 48 mujeres -23 en el primero y 25 en el modelo suplementado con avellana, con un promedio de 40 años.
Y aunque aún están pendientes algunos análisis bioquímicos, los resultados mostraron que las dos dietas tienen efectos similares sobre el perfil lipídico, ayudando al tratamiento de la hipercolesterolemia, a la vez que ambas produjeron un aumento del 11% del HDL (“colesterol bueno”) en los voluntarios en comparación a los niveles registrados al inicio de la intervención, informó el Dr. Martorell.
“Además, la presión arterial diastólica de los participantes disminuyó significativamente en los dos grupos experimentales. Ambas intervenciones también disminuyeron significativamente niveles de marcadores de daño y de inflamación en sangre, y aumentaron significativamente los niveles plasmáticos de ácido fólico. En células sanguíneas aisladas de los participantes se observó un menor estado proinflamatorio y una mayor eficiencia de respuesta al ser activadas después de ambas intervenciones nutricionales”, agregó el investigador.
Y si bien el estudio no contemplaba la disminución de peso corporal, varios participantes mejoraron su estado nutricional tras la intervención.
Para el académico, los resultados alcanzados en esta intervención muestran que una dieta alta en grasas saludables y rica en frutas, vegetales, granos enteros, frutos secos y legumbres, basada en preparaciones típicas chilenas, tiene un efecto similar a una dieta baja en grasa sobre el perfil lipídico, marcadores antropométricos, de presión arterial y marcadores bioquímicos.
“Lo anterior da pie a nuevos modelos de intervención nutricionales para que apuesten por una mayor variedad de alimentos y fitoquímicos dietarios, en lugar de fijarse solo en los valores calóricos y porcentaje de grasa de las dietas”, puntualizó.
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