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Aplicar el criterio y práctica juiciosa de la transfusión es una de las medidas más importantes para disminuir el riesgo a la hora de evaluar el riesgo/beneficio al tratar un episodio hemorrágico y un riesgo residual de contraer la infección por SARS-CoV-2.
Sí, es muy poco probable que la transmisión de un virus respiratorio por transfusión provoque una infección en el paciente transfundido. Aún en los casos más extremos, cuando el donante de sangre posee una carga viral particularmente alta (virémico), la probabilidad de transmisión es baja ya que este presentará un compromiso de su estado general que difícilmente se le podrá considerar sano, siendo fácilmente excluido como donante.
Debido a lo anterior, la problemática actual para los centros de sangre transita entre proveer un stock que satisfaga la demanda de sangre y rechazar donantes en forma excesiva, bajo el supuesto riesgo teórico de transmisión del virus SARS CoV-2. Ante esta disyuntiva, actualmente, se puede indicar que la mejor evidencia disponible sugiere que el riesgo de transmisión de SARS-CoV-2 por transfusión sigue siendo teórico y que no ha sido reportado un sólo caso de transmisión de un virus respiratorio por transfusión. Además, basados en la conocida y abundante evidencia del modo de transmisión de los virus respiratorios se puede predecir que el SARS-CoV-2 no sería transmisible por transfusión. Esta hipótesis, hasta hoy, parece ser verdadera ya que no se ha comunicado ningún caso de SRAS-CoV-2 transmitido por transfusión.
Louis M. Katz investigador y académico de la Universidad de Iowa, afirma que si el SARS- Cov- 2 efectivamente se disemina por vía hematógena, presente algunos individuos asintomáticos o pre sintomáticos aparentemente infecciosos, debido a sus secreciones respiratorias y hubiesen donado sangre al inicio de la pandemia, ya se habrían identificado casos de transmisión por transfusión en pacientes transfundidos a escala mundial.
Más aún, si consideramos la presencia de ácido ribonucleico viral (ARNemia) que está asociado generalmente con un curso de enfermedad más grave, ocurriría que la mayoría de los individuos ARNémicos no estarían lo suficientemente sanos para donar sangre, lo que reduce aún más el riesgo teórico de transmisión por transfusión.
Las investigaciones epidemiológicas y rastreo de contactos indican que los nuevos casos de COVID-19 generalmente están relacionados con contactos cercanos con personas infectadas y nunca se ha vinculado algún caso a transfusión, resultando tranquilizador desde el punto de vista de la seguridad de la sangre.
También es importante relevar que existe evidencia de que el SARS-CoV-2 puede infectar Linfocitos T CD4 + en cultivos primarios de células, obteniéndose la expresión o producción de proteínas virales en estas células. Sin embargo, se desconoce la relevancia de estas infecciones, ya que estas no parecen ser productivas en términos de virus vivos. También se espera que la carga de Linfocitos T infectados, si ocurriera en vivo, sería sustancialmente reducida por la técnica de leucorreducción, disminuyendo ostensiblemente el riesgo de contagio.
Sin perjuicio de lo anterior, aplicar el criterio y práctica juiciosa de la transfusión es una de las medidas más importantes para disminuir el riesgo a la hora de evaluar el riesgo/beneficio al tratar un episodio hemorrágico y un riesgo residual de contraer la infección por SARS-CoV-2.
Columnista(s)
Jorge Campos Naranjo
Jefe carrera TNS
Laboratorista Clínico y Banco de Sangre
Instituto Profesional Virginio Gómez
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