Nacional Universitario 1997: la gesta irrepetible de las mujeres del Balonmano UdeC
Crédito: Cedida
Hace 25 años, la Universidad de Playa Ancha fue testigo de cómo un grupo de estudiantes, la mayoría de la carrera de Educación Física, levantaba la única copa nacional universitaria que el balonmano femenino UdeC ostenta en sus vitrinas.
Empieza el año académico 1997. Alejandra Aeloiza Matus cursa quinto año de Educación Física y está expectante. Lo único que desea es que el Nacional Universitario de Gimnasia Artística sea antes que el de Balonmano.
¿La razón? Es seleccionada de ambas disciplinas, pero ingresó con una Beca Deportiva por su currículum en gimnasia artística, la que viene practicando en la Universidad de Concepción desde los 13 años, a finales de la década de los ochenta.
En su primer año universitario, el balonmano le había jugado una mala pasada. Se había lesionado y no había podido participar en una competencia de gimnasia artística, por lo que el reto le llegó de inmediato y condicionó su participación en el handball al calendario de la disciplina que le permitió estudiar toda su carrera becada.
Y las buenas noticias llegaron. Una semana antes del Nacional Universitario de Balonmano, que se disputaría en la ciudad de Valparaíso; se llevaría a cabo el Nacional Universitario de Gimnasia Artística en Santiago.
Ya era una señal, pero no la única. El año 1989 ingresó a la misma carrera UdeC la hoy profesora Claudia Morales Cerro, quien al momento de su egreso no contaba con el dinero que se necesitaba para pagar las estampillas, el que recién pudo conseguir en enero de 1997, por lo que tuvo ese anhelado “año de gracia” para poder defender a la Universidad de Concepción.
Pero su historia era larga en el handball. “En el colegio tuve algo de balonmano, pero como no habían competencias jugábamos en los talleres escolares; siempre me llamó mucho la atención el deporte y cuando entré a la UdeC me invitaron a participar del balonmano, el cual me gustó y dentro de todo no se me hizo muy difícil”, reconoce.
Los primeros pasos / Cedida
Claudia es zurda, casi una excepción en el deporte, y jugaba de lateral por la derecha. Cuenta que su brazo era potente, tenía buen lanzamiento y eso la ayudó a aportar para el equipo. Gracias al balonmano también tuvo la posibilidad de representar al país como seleccionada nacional en un Sudamericano de la especialidad disputado en Paraguay.
“Como era un deporte incipiente, obviamente mucho dinero no había. Entonces, cada una se debía costear todas las cosas. Al ser estudiante y además la única que quedé seleccionada de acá, fui a hablar a Deportes de la Universidad de Concepción y se portaron un siete, me pagaron el pasaje y fui a participar”, recuerda.
Un deporte peligroso para el internado
Por su parte, Paola Fonseca Ávila estudiaba Odontología. Había ingresado el año 1995. Respecto al deporte en general, señala que no tenía muchas motivaciones. Estudió su enseñanza media en el Internado del Liceo Fiscal de Niñas de Concepción.
“En las tardes nos quedaba tiempo para poder participar en alguna actividad extraprogramática, dentro de ellas llegó un programa piloto de balonmano al establecimiento, que vino de la mano de la profesora Alicia Franco, quien hizo la solicitud para que nosotras como internas estuviéramos en dichos talleres”, detalla.
Era otra época. El primer obstáculo a superar era convencer a las profesoras y directivas del liceo que el hecho de que los talleres los dictaran muchachos universitarios no revestiría ningún problema. Después de una larga lucha, se consiguió el permiso.
Una compañera, Carla, la incentivó para ir a entrenar. Le dijo que tenía flexibilidad y habilidad y que podía ser un buen aporte. Fue un día con ella, previa autorización de la profesora y la inspectora. Al final quedó jugando ella y no su entusiasta amiga, aunque comenzó como extrema por derecha y no como arquera.
Previo a los partidos / Cedida
“Patricio Polic me invitaba a jugar y me motivó para ingresar a la UdeC, porque yo quería estudiar en Santiago. Finalmente ingresé el año 1995 y de inmediato fui parte del balonmano. De ese tiempo recuerdo que hicimos un viaje a Arica en bus para ir a jugar, nos hicimos muy familia; se conversa mucho, conocí Arica con los chicos y las chicas del balonmano”, cuenta.
Alexis Aeloiza Matus era el entrenador de ambas selecciones, masculina y femenina, por aquella época. En 1996 se hizo cargo de la naciente rama femenina de balonmano, dos años después de que lo hiciera con los varones.
Sobre la época en particular relata que “la UdeC se benefició con los intercambios. “Desde Alemania llegó Martina, que le dio más fortaleza al equipo, porque ella venía con un bagaje en la práctica del balonmano en su país natal, bajo el alero de otro modelo de desarrollo y con muchas ganas de integración”, señala.
Además, había bastante comunión entre los equipos, “con un desarrollo social interno que ayudó. El año 1997 fuimos a ese Nacional Universitario en Valparaíso con las damas y los varones juntos y logramos desarrollar un torneo bastante ordenado en términos deportivos”, apunta.
El torneo y la vida posterior
Para Alejandra, el Nacional tuvo un sabor especial. Luego de su participación en la gimnasia artística en Santiago, donde salieron terceras, tomó un bus rumbo a Valparaíso para integrarse al equipo de balonmano. Allá, aparte de sus compañeras, la esperaba su hermano Alexie, que —cuenta entre risas— era particularmente mañoso y más con ella, que prácticamente no se podía equivocar, además que el hecho de estar con la delegación masculina y femenina en conjunto le generaba un doble trabajo.
De la campaña en la que se logró el título recuerda que hubo mucho roce, les pegaron harto y que los moretones estuvieron presentes por largos días. Pero no importaba, era su último torneo representando a la UdeC y debía darlo todo.
El formato del Nacional de Balonmano ese año era claro y se mantuvo por mucho tiempo: dos grupos de cuatro equipos, con las dos primeras clasificadas a semifinales. Con un buen andar en fase de grupos, en semifinales se encontraron con las locales, a quienes doblegaron no sin contratiempos.
La gran amistad generada hasta hoy / Cedida
Ya en la final las palabras eran mayores: allá estaba la Universidad de Chile, que en esa época contaba con la mayoría de las seleccionadas nacionales. Como era característico en el balonmano femenino de esa época, se desarrolló un partido muy estrecho, con poca cantidad de goles, pero finalmente el representativo penquista se impuso y se trajo la copa a casa, aquella que no ha podido levantar hasta el día de hoy.
Fuera de la gesta, los recuerdos se relacionan mucho más con los lazos de amistad que perduran hasta hoy. De hecho, Paola Fonseca apunta que esa vez fue especial porque una compañera, Milenka, quien además del balonmano practicaba karate, era de Valparaíso y salieron a conocer la ciudad con un grupo de amigas.
Luego del título, Claudia, Alejandra y Paola siguieron jugando por varios años en distintas competencias en Concepción, incluyendo la UdeC, donde integraron el equipo de egresadas. Paola actualmente trabaja en Los Muermos, Región de Los Lagos, donde tiene un proyecto con un amigo que consiste en formación en mini handball de modalidad mixta para niños y niñas de siete, ocho y nueve años.
En tanto, Claudia Morales trabaja en Concepción. En la UdeC conoció a su esposo Rafael Cancino, actual entrenador del equipo femenino de balonmano de la Universidad de Concepción. Tiene tres hijos, a quienes inculcaron el amor por el deporte. Uno de sus hijos es capitán del equipo masculino de balonmano de la casa de estudios penquista, donde está becado.
Por su parte, Alejandra Aeloiza hizo un Magíster en Administración y Gestión Deportiva, y desde muchos años hace la cátedra de balonmano en diversas universidades a nivel nacional. También trabajó en la gimnasia artística del Liceo Charles de Gaulle en Concepción.
Ellas tuvieron participación en la Copa América Máster +42 que se jugó hace unas semanas en Viña del Mar. Es decir, su amistad y vinculación que se creó con el balonmano perdura hasta hoy.
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