¿Microplásticos en el torrente sanguíneo humano? Académico UdeC desmenuza una de las investigaciones más comentadas en este 2022
Crédito: RT
Dr. Mauricio Urbina Foneron, académico de la Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas de la Universidad de Concepción, hace hincapié en la importancia de la rigurosidad científica en las investigaciones y en no crear titulares sensacionalistas.
Su primera impresión fue creer que se trataba de una exageración periodística, un mal muy frecuente en este tiempo por la necesidad creada de sumar visitas y likes. Pero no fue así. Cuando leyó el paper se dio cuenta que esta vez la prensa solo había replicado lo que la ciencia pregonaba.
Contexto. La semana pasada en muchos medios del mundo salió la noticia que desde la Universidad Libre de Ámsterdam, Países Bajos, se había hecho una investigación que comprobaba, por primera vez, la presencia de microplásticos y/o nanoplásticos en el torrente sanguíneo humano.
Efectivamente, Discovery and quantification of plastic particle pollution in human blood es el título de la investigación que apareció en Environment International de Science Direct.
“Fue sorpresivo ver el titular. Pensé que era una exageración de la prensa. Pero cuando efectivamente me fui al artículo, la verdad es que en varias partes de él hablan de que fueron capaces por primera vez de detectar la presencia de partículas de microplásticos y/o nanoplásticos en el torrente sanguíneo”, señala el Dr. Mauricio Urbina Foneron, docente de la Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas de la Universidad de Concepción.
El académico, experto reconocido internacionalmente en el tema de los microplásticos, considera que el estudio muestra varias falencias, lo que lo hace dudar de las conclusiones.
“Como científico uno tiene que ser muy riguroso si se va a hacer un tipo de declaración como esa. Lo primero que es importante aclarar es que el estudio —si bien es cierto que desde el punto de vista de la química analítica es súper fuerte—, utiliza o mide la concentración de plástico por medio de la pirólisis, es decir, queman una muestra”, explica el también investigador asociado del IMO.
Al quemar la muestra, continúa, detectan algunos compuestos que están contenidos en los plásticos, pero lo importante es que no identifican partículas de microplásticos ni nanoplásticos de ningún tamaño, porque no miden partículas, miden compuestos que están presentes en polímeros.
Segundo gran detalle: utilizan un método con el cual toman muestras de sangre y pasan esta muestra por un filtro que tiene 700 nanómetros. Todo lo que es más chico de 700 nanómetros pasó por el filtro y todo lo mayor quedó detenido, y por ende es lo que se cuantifica.
Dr. Mauricio Urbina / César Arroyo
Después, ese filtro se limpia con una serie de pasos que, nuevamente, “desde el punto de vista químico, están súper correctos, y ese filtro lo cortan y es lo que se va a este análisis de pirólisis. O sea, todas las partículas, pensando en lo que dicen, ya sean microplásticos o nanoplásticos, que sean inferiores a 700 nanómetros pasaron y detuvieron solo lo que fuera de 700 nanómetros hacia arriba”, añade el profesional.
El problema principal
Todos estos pasos nos llevan a lo más complejo: ¿cómo ingresaron estas partículas al torrente sanguíneo?
“Sucede que nuestro intestino es capaz de absorber algunas cosas, pero todo lo que sea menor a 50 nanómetros lo absorbe con muy baja eficiencia, y casi nula sobre los 100 nm. Nuestro intestino ha evolucionado para absorber glucosa, aminoácidos, y ácidos grasos simples, todo lo que es ultra ‘picado’, pero por ejemplo, nunca va a pasar un grano o fragmento de alimento, sino que solo las azúcares, ácidos grasos y aminoácidos contenidos en él, después de que nuestras enzimas de alguna manera lo digirieron. Por lo tanto, la primera y más básica ruta imaginable para que esto vaya al torrente sanguíneo, que es básicamente vía absorción intestinal, es imposible. Nuestro intestino no absorbe partículas que sean más grandes que 700 nanómetros, por ende, la principal ruta de ingreso a la sangre ya está inválida, o sea, biológicamente no tiene sentido”, concluye el también investigador asociado del IMO.
¿Los pulmones? No llega al torrente sanguíneo, en nuestros alveolos se intercambian gases, pasa O2 y CO2, que es aún más pequeño que una molécula de glucosa. Aunque se inhale polvo con microplástico o nanoplástico no tiene cómo entrar el torrente sanguíneo. Y más aún, “nuestros riñones hacen un trabajo de filtración glomerular, de alguna manera van purificando nuestra sangre”, añade.
El docente recuerda que nuestros riñones son tremendamente eficientes filtrando cosas de hasta 5,5 nanómetros. Todo lo que es mayor a 5,5 ya es muy ineficiente, y lo que es mayor a 8 simplemente ya no pasa por filtración glomerular en nuestros riñones.
Cerrados estos caminos, “imaginemos que hayan estado en la sangre, que me inyecto nanoplásticos con una jeringa; la verdad es que estos quedarían retenidos en los riñones, así de simple, porque es nuestro mecanismo de filtración sanguínea. No tenemos una ruta de ingreso, ni tampoco otra ruta que explique por qué estos podrían estar en circulación si es que nuestros riñones están funcionando”, manifiesta el Dr. Urbina.
El impacto en su justa medida
Mauricio Urbina considera que el impacto del estudio radica en que es un hallazgo relevante el hecho de que hayan sido capaces de detectar en la sangre los compuestos que están en los plásticos.
«Los titulares y el artículo per se no son honestos ni claros en decir que lo encontrado son los compuestos, sino que habla de partículas de micro y nanoplástico y eso es totalmente incorrecto, porque no miden partículas y el tamaño que miden no tiene ninguna explicación para que estén en la sangre, biológicamente es imposible que tengamos flotando una partícula que sea mayor a 700 nanómetros en el torrente sanguíneo”, expresa el especialista.
Sobre el origen de los compuestos, el académico de la FCNO cree que pueden haber aparecido por contaminación de la muestra, de todos los insumos médicos para manejar la muestra que son plásticos, o que también puede haber sido por el hecho de que como sociedad día a día consumimos alimentos con gran presencia de plástico: bandejas, tenedores o vasos de poliestireno, que liberan muchos compuestos, y que “potencialmente es lo que los colegas midieron en este estudio”, cierra.
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