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Sin lugar a dudas, los mecanismos y formas de participación efectiva de las personas en la protección de su salud y control de sus enfermedades, será un ámbito crucial en las próximas discusiones constitucionales.
En pandemia hemos encontrado una comunidad organizada, que desde el voluntariado se auto convoca para responder ante la adversidad.
Si bien estas fuerzas sociales quedaron al descubierto desde nuestras primeras catástrofes de la década, esta vez hemos observado que frente al llamado “quédese en casa”, los vecinos confeccionaron sus mascarillas, miraron su entorno y fueron capaces de planificar y llevar a cabo acciones de respuesta a casos de emergencia en salud física, salud mental, seguridad alimentaria y económica, exponiéndose incluso a riesgos, como el de contraer Covid.
Cuando hablamos de las fuerzas sociales, de las fuerzas de una comunidad, estamos hablando de cómo “un grupo de personas desarrollan conjuntamente capacidades y recursos para controlar su situación de vida, actuando de manera comprometida, consciente y crítica, para lograr la transformación de su entorno, según sus necesidades y aspiraciones, transformándose a sí mismos” (Montero, 2009, p.616). Otros autores hablarían de empoderamiento comunitario, pero en el último tiempo se ha expresado como un “ir a empoderar”, lo cual viene de una lógica muchas veces impositiva y que nos hace creer que en las comunidades nada ocurre si no está la institución.
El gran dilema que enfrentarán hoy las instituciones es cómo volver a vincularse con el territorio, sus comunidades, familias y vecinos, después del enérgico llamado “quédate en casa”-“no asistas” y donde las comunidades en muchos casos, SI se asistieron, SI se conectaron, SI emprendieron acciones de ayuda y autoayuda en base a sus propias capacidades y recursos, con mínimo soporte institucional, donde lo más valorado, según lo rescatado en algunas entrevistas, ha sido la entrega de información oportuna, la entrega de medicamentos al domicilio, las visitas al domicilio, señales físicas o virtuales de apoyo y acercamiento. Quizás, comunidad y funcionarios se afiatarán como los nuevos equipos de salud en nuestro caso.
De igual manera, las agrupaciones comunitarias, priorizaron sus grupos de riesgo, organizaron un abanico de opciones, desde terapias complementarias, asistencia médica-psicológica y espiritual en lógicas de voluntariado, ollas comunes, conversatorios online, visitas domiciliarias a adultos mayores solos y postrados, coordinaciones y acompañamientos en cualquier edad.
Es sorprendente corroborar una vez más las capacidades comunitarias e individuales puestas a favor de la salud, muchas familias que han sido capaces de resistir a la crisis socio sanitaria, con asociatividad, ayuda mutua, participación de estilo colaborativa en la vida de sus comunidades y activando recursos propios como el optimismo, la fe, la esperanza, la cohesión familiar, autopercepción positiva de su vida. También reconocemos a todos quienes activaron sus habilidades de liderazgo para conducir a su comunidad en la incertidumbre y desconfianzas instaladas desde el estallido social, al no ver respuesta a sus necesidades de base.
Mediante este artículo deseo destacar como docente de la Facultad de Medicina UdeC, a las comunidades que han demostrado su preocupación por la salud integral de sus familias, se han transformado en agentes de salud y han logrado aumentar el control de todas aquellas condiciones de vida que amenazan el bienestar y la felicidad, ya sea física, emocional, social y espiritual y están fomentando, acrecentando prácticas para promover y proteger su salud y la de su entorno más inmediato.
Invito a revisar el video “Respuestas Comunitarias en Pandemia”, de la alianza “Universidades por el Territorio” , en la página de Facebook UdeC Promoción de la Salud.
Sin lugar a dudas, los mecanismos y formas de participación efectiva de las personas en la protección de su salud y control de sus enfermedades, será un ámbito crucial en las próximas discusiones constitucionales y por sobre todo abogar, para que las malas prácticas que destruyen las capacidades de las personas y comunidad, sean reemplazadas por modelos conducentes a sociedades más solidarias y con mayor determinación para abordar la causa de las causas que enferman y matan a la población.
Columnista(s)
Bárbara Sepúlveda Bustamante
Docente Programa de Salud y Medicina Familiar
Departamento de Salud Pública UdeC
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