Invenciones, procesos o tecnologías: el conocimiento de la UdeC que se materializa en cientos de patentes
Desde la década del 1970, la universidad ha enviado 565 solicitudes de patentes. Todo en base al trabajo desarrollado por académicas y académicos, investigadoras e investigadores, en una actividad que toma vuelo sobre todo en los últimos años.
Fruto del constante trabajo de sus investigadores, y de lo que algunos califican como una “cultura del patentamiento”, la Universidad de Concepción fue distinguida recientemente como la segunda entidad que más patentes solicitó en 2019 en Chile.
Ese año, se hicieron 30 solicitudes al Instituto de Propiedad Intelectual, Inapi.
A la fecha, la UdeC suma 565 patentes solicitadas desde que, en 1975, hizo la primera petición.
Se trataba de un proceso industrial, una mejora en la electrorefinación del cobre mediante aditivos orgánicos, hecha por el profesor Juvenal Pagliero, del Departamento de Ingeniería Metalúrgica.
Esta licencia es hoy de dominio público, es decir, un aporte al desarrollo científico de la humanidad. En el resto de la década del 70, la UdeC hizo solo otra petición, un procedimiento para obtener solasodina -un precursor de varios fármacos, entre ellos, anticonceptivos- a partir de una maleza conocida en Chile como Bola de Oro.
Con el tiempo, la cantidad fue aumentando.
En la década del 80, se hizo un puñado de solicitudes. Todas son hoy de dominio público y tienen que ver con procesos mineros, salvo una, del profesor Guillermo Matamala, del departamento de Ingeniería Metalúrgica, que patentó un recubrimiento anticorrosivo para metales, fabricado a base de taninos de coníferas.
En la década del 90 fueron algunas decenas, y según Pablo Catalán, Director de Desarrollo e Innovación de la universidad, esto ocurre porque la UdeC se suma a una tendencia global en torno a la protección de las invenciones. “Son dinámicas que nacen en países desarrollados, que vienen a consolidarse particularmente desde la década de los 80, mediante legislación orientada a la promoción del patentamiento y de la transferencia tecnológica. Ejemplo de ello es la denominada Acta Bayle-Dohle en Estados Unidos que permitió a la Universidades Estadounidenses tomar propiedad sobre tecnologías desarrolladas gracias a financiamiento público”.
En este periodo, comienza a notarse la variedad de investigaciones que desarrolla el plantel, y que se añaden al área forestal y minera, que primaron en años previos.
Hay, por ejemplo, una patente para un cepillo de dientes mecánico, hecha por el profesor Jorge Jofré, del Departamento de Odontología, o un proceso para recuperar vanadio -un valioso mineral- desde la escoria de la siderúrgica en Huachipato. Esta última, a cargo del profesor Igor Wilkomirsky, del Departamento de Ingeniería Metalúrgica, de quien podría escribirse un capítulo aparte, pues registra a su haber 44 peticiones.
Después del 2000, sin embargo, el número de patentes anuales despega, para llegar a las 565 solicitudes hechas por la UdeC hasta el 2020.
Variedad sorprende
Un adhesivo a base de agua y taninos de coníferas, a cargo del profesor Nazmy Reyes, del Departamento de Química Orgánica, un método para obtener mantequilla de avellana, de la profesora María Felicitas Hevia, del Departamento de Agroindustrias, o fungicidas a base de aceites esenciales de flora nativa chilena, de la profesora Helia Bello, del Departamento de Microbiología.
“Esto tiene correlación directa con la creación de la Unidad de Propiedad Intelectual, la UPI, siendo UDEC pionera a nivel nacional en establecer su propia organización, con capacidades necesarias, para levantar, dar soporte y gestionar opciones de patentamiento en la Universidad”, cuenta Catalán.
“Es decir, hay una estructura permanente y regular que promueve el patentamiento, y al mismo tiempo una cultura que consolida la importancia de patentar en la comunidad académica”, añade.
Pero no todo tiene que ver con la institucionalidad. Hay un aspecto cultural, bien arraigado en la UdeC y que, de hecho, algunos sitúan en su misma fundación, en 1919.
“La universidad se crea, en buena parte, porque hay en Concepción una comunidad industrial que tiene necesidades, y la UdeC viene a ser la expresión de cómo en esa época, se soluciona eso. Es cosa de ver las cuatro primeras carreras”, dice Catalán.
“Y, décadas antes de la primera patente, cuando fue rector don David Stitchkin, se crearon los Institutos de Investigación”, explica.
Según Leonardo Mazzei, autor del libro La Universidad de Concepción en los tiempos del rector David Stitchkin Branover. Un proyecto de modernización universitaria, “Stitchkin postulaba que los institutos de la universidad debían ser los laboratorios experimentales de las industrias”.
“Esto influye muchísimo. Hay una cultura, un cuerpo académico que históricamente ha buscado el desarrollo de soluciones tecnológicas a problemas reales, su posterior transferencia, lo cual luego deriva en la necesidad de patentar. Sin eso, el esquema no funciona”, afirma Catalán.
¿Cuáles son los desafíos para mantener este nivel?
Según Pablo Catalán, son tres.
“Primero, mantener la capacidad endógena en investigación aplicada, segundo, mantener la infraestructura de soporte en patentamiento y transferencia, es decir, su UPI y su Oficina de Transferencia y Licenciamiento, respectivamente”, dice.
“Lo tercero, generar una visión ecosistémica sobre qué hacemos en procesos de desarrollo innovación y emprendimiento de base científico-tecnológica. Así vamos viendo cómo interactúan los agentes que generan conocimiento, desarrollan tecnología, innovación y nuevos emprendimientos. Ahí se generan nuevas dinámicas, nuevos ritmos”, concluye.
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