Especies exóticas, la otra amenaza a la biodiversidad
Crédito: Geographic.org.uk
El estudio realizado por expertos de la UdeC cifra en mil 122 las especies naturalizadas en el país, la mayor parte de ellas establecidas en zonas de clima mediterráneo y templado, y establece que la tasa de introducción ha ido en aumento a partir de 1950.
La introducción de especies exóticas es, junto a la destrucción de los hábitats, la contaminación y la sobre explotación, una de las principales causas de la pérdida de biodiversidad en el mundo.
Estas plantas y animales no nativos, que son ingresadas y/o propagadas fuera de su área de distribución natural, también pueden constituir una amenaza para la seguridad alimentaria, la salud y el bienestar humanos.
Un estudio conocido hace dos años valoró en cerca de dos mil millones de dólares las pérdidas generadas por impactos negativos de siete especies exóticas invasoras (EEI) —castor, jabalí, avispa chaqueta amarilla, visón, conejo, zarzamora y aromo— sobre el sector productivo y la diversidad biológica del país, en una proyección a 20 años.
Estas especies son solo una pequeña muestra de los organismos que se han asentado en el país y que pueden estar afectando la flora y fauna nativa.
Recientemente, un grupo de expertos de la UdeC terminó el Inventario muti taxa de especies naturalizadas en Chile continental y áreas adyacentes.
La principal característica de este catálogo, difundido a través de la revista Neobiota, es haber integrado un conjunto de ocho grupos taxonómicos, a diferencia de inventarios anteriores creados solo para algunos taxones.
Al amparo del Proyecto GEF/MMA/PNUD EEI AJF sobre especies exóticas invasoras y el Fondecyt 1181688, los investigadores hicieron una exhaustiva revisión bibliográfica, consultando también colecciones zoológicas y herbarios, para armar el catálogo que consiga mil 122 especies naturalizadas en el país.
Son 790 plantas vasculares (terrestres y acuáticas), 31 plantas no vasculares (musgos), marchantiophyta (hepáticas) y anthocerotophyta (hornworts); 18 macro y microalgas marinas y de agua dulce; 71 hongos, 39 vertebrados terrestres (anfibios, reptiles, mamíferos y aves); 108 insectos, 37 invertebrados y vertebrados marinos y de agua dulce (6 poliquetos, 3 moluscos y 28 peces) y 28 gasterópodos terrestres.
El trabajo fue conducido por la investigadora del Departamento de Botánica de la Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas (FCNO), Nicol Fuentes Parada, quien afirma que para proteger la biodiversidad es necesario conocer cuáles son sus amenazas.
Esa es la importancia de este estudio que apunta a identificar cuáles son las especies naturalizadas que podrían amenazar o que actualmente amenazan nuestra biodiversidad.
“Consolida toda la información dispersa en un solo documento y analiza cuáles han sido históricamente los patrones de introducción y tasas de incremento de las especies que generan varios tipos de impactos: económicos, ambientales, ecológicos y en la salud humana”, indica.
Desde la Colonia
La Dra. Fuentes explica que, en términos históricos, la introducción de especies se inició en la época de la Colonia. “Muchas especies de plantas y animales fueron introducidas para cultivarse y criar”. Es el caso, por ejemplo, de la uva (vitis vinífera) que llegó a Chile a mediados del siglo XVI.
Los registros más confiables sobre las especies ingresadas al país existen desde el último siglo y en ese período, cuenta la investigadora, se identifican dos grandes eventos de introducción de plantas.
“El primero ocurre entre 1880/1910 a 1940 y tiene relación con un fuerte crecimiento de la agricultura chilena, en la producción de trigo y otros cereales. En este periodo la zona mediterránea sufrió un gran impacto y transformación del paisaje, pérdida de biodiversidad, cuyos resultados los vemos claramente hoy”.
El segundo se sitúa entre 1980 y 2000 y está asociado a la mecanización de la agricultura —más producción de cereales— y al incremento de las áreas de cultivo de especies forestales, pino y eucaliptus principalmente, agrega.
“Junto con la introducción de flora, también se introdujeron otros grupos taxonómicos, como vertebrados terrestres y especies contaminantes como insectos. El grupo de introducciones más reciente es el de los hongos y también tiene relación con el explosivo aumento de plantaciones forestales. En el ambiente marino hay un patrón similar: el incremento en la introducción de especies tiene directa relación con el aumento del transporte en puertos; es decir, con las actividades económicas”.
Y los riesgos han ido en aumento por efecto de la globalización. “Ya lo vimos con la pandemia. Muchas especies son transportadas a velocidades muy rápidas”.
La chinita arlequín y el abejorro europeo son ejemplo de esto. “Ambas, en pocos años, se han extendido en casi todo el territorio y han llevado a sus congéneres nativas al peligro de extinción”.
Otro caso que destaca la especialista es el dydimo (moco de roca), microalga que se expandió desde el sur del país hasta el Biobío en muy pocos años.
Para la experta en invasiones biológicas, es clave tener políticas claras sobre introducción de especies y, dentro de ellas, poner urgencia al mejoramiento de la gestión pública y privada. “Ideas como sistemas de alerta temprana, barreras de bioseguridad, zonas de cuarentena. Existe suficiente información nacional e internacional para hacer frente a este desafío”, comenta, a la vez evidencia que la regulación actual es insuficiente.
Considera que el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) hace un muy buen trabajo en las fronteras, con acciones que están centradas principalmente en el sector agrícola, mientras que áreas catalogadas con alguna categoría de conservación están desprotegidas.
“El control de las especies invasoras también es insuficiente. Se necesita una política más eficiente. Lo bueno es que la investigación base para desarrollar estas políticas esta bastante avanzada, existe un grupo de científicos a nivel país que idealmente debieran ser invitados a desarrollar estas políticas. No se puede hacer de otra forma”.
El catálogo consiste en una base de datos con el nombre científico de la especie, familia a la que pertenece, año de su primer reporte en el país, tipo de introducción (intencional o accidental), zona geográfica de origen, distribución espacial en el país e impactos, y se constituye en una plataforma para la presentación de informes nacionales sobre indicadores de biodiversidad e identificar las áreas donde Chile debe invertir en el manejo de las invasiones biológicas.
La publicación en Neobiota establece que las especies naturalizadas se distribuyen mayormente en zonas de clima mediterráneo y templado y pone en evidencia que la tasa de nuevas naturalizaciones creció de forma constante a partir de 1950, especialmente en los grupos de insectos, hongos y plantas vasculares.
Por otro lado, señala que el aumento continuo de primeros registros en los últimos años acentúa la necesidad de mejorar la implementación de la legislación nacional y acuerdos internacionales para ayudar a reducir la amenaza de las especies exóticas sobre la biodiversidad.
Plantas, el grupo más grande
De las mil 122 especies inventariadas en el catálogo, más del 50% corresponde a plantas. “Es el grupo más numeroso de este catálogo; muchas se introducen en cultivos agrícolas y áreas muy perturbadas por la acción humana, pero hay otras que son capaces de afectar bosques y plantaciones forestales”, comenta el Dr. Aníbal Pauchard, fundador-director del Laboratorio de Invasiones Biológicas (LIB) de la Facultad de Ciencias Forestales y uno de los responsables del informe sobre plantas del catálogo.
Uno de los grupos de plantas exóticas más importantes en Chile son las leguminosas, dentro de las que se cuentan los retamos y los aromos, especies tan características del paisaje de la zona central, que “usualmente se asocian a los nefastos incendios forestales”.
Su particularidad es que tienen una muy buena capacidad para fijar nitrógeno en el suelo, lo que les permite crecer en suelos muy pobres, producen gran cantidad de semillas y pueden rebrotar después de los incendios, acota el especialista.
También hay ejemplos de especies exóticas que pueden aportar beneficios a los humanos, al generar productos como leña o frutos, como es el caso de rosa mosqueta o la zarzamora. “El problema es que los impactos a los ecosistemas en casi su totalidad son negativos entonces se produce una paradoja a la hora de manejar estas especies”.
La zarzamora, que fue introducida para ser usada como cerco vivo, supone una actividad económica para las personas, pero compite con las especies nativas y su proliferación termina ahogándolas.
De acuerdo al Dr. Pauchard, es altamente probable que las plantas naturalizadas sigan aumentando, dado que cada año ingresan nuevas especies de forma accidental o intencional —por ejemplo, cuando se traen explícitamente para usos ornamentales o desarrollo de cultivos—.
“A medida que la globalización siga aumentando el problema debiera aumentar a menos que se mejoren las medidas de bioseguridad y prevención”, constata el investigador, quien encabeza, junto a otros dos expertos internacionales, la elaboración del informe sobre especies invasoras de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (Ipbes).
La mayor dificultad para hacer frente a las especies naturalizadas “es que cuando nos damos cuenta de que son un problema ya es demasiado tarde y controlarlas es muy costoso”.
Las experiencias positivas en su control provienen de ecosistemas pequeños y apartados, como en islas, donde se ha podido erradicar especies de manera exitosa, cuenta el especialista, agregando que lo que se está promoviendo ahora es mantener las poblaciones naturalizadas a raya “en números y densidades más bajas. A esto se le denomina contención”.
Además de contar con información de base para conocer la realidad de las especies exóticas en nuestro país y contar con políticas que permitan hacer frente a este problema presente en todo el mundo, también es importante el papel que puede cumplir la ciudadanía.
“Es importante que las personas se informen del tema, que sepan que es mejor plantar plantas nativas en sus jardines y que deben evitar comprar semillas en internet. Además, pueden involucrarse en proyectos de ciencia ciudadana para ayudar a detectar donde están las especies invasoras”, afirma.
Altas tasas de reproducción
La académica de Zoología, Viviane Jerez Rodríguez, quien fue la responsable de compendiar la información relativa a los insectos, comenta que en este grupo los principales impactos tienen que ver con la competencia por recursos alimenticios, donde muchas de las especies invasoras desplazan a las nativas.
“Otras, como la chinita asiática, que es una tremenda depredadora, causa daño esencialmente en las habitaciones humanas (donde hibernan), pero también afecta a las poblaciones de insectos nativos y/o beneficiosos para el ser humano. Otras como Bombus terrestris, el abejorro, son hospederos de organismos patógenos que se han transmitido a las poblaciones de Bombus dahlbomii (el abejorro nativo), por ejemplo, y sería una de las causas de la disminución progresiva de sus poblaciones”.
La académica recuerda que Bombus terrestris (abejorro) fue introducido a Chile en 1997 para su uso en cultivos de tomate en invernaderos, por su gran eficiencia como polinizador. El problema, agrega, es que esta especie —que de distribuye hasta Tierra del Fuego— tiene una alta capacidad de adaptación en ambientes naturales.
Por otro lado, debido a su alimentación generalista, frecuenta todo tipo de flores de plantas nativas e introducidas compitiendo por el recurso con especies nectívoras nativas.
Un caso que representa muy bien los impactos que pueden tener las especies naturalizadas en el área de los insectos es el de la avispa chaqueta amarilla, que llegó al país accidentalmente por tráfico comercial.
La especialista dice que esta avispa (Vespula germánica) de origen euroasiático ingresó a Chile en la década de los 70 y que hoy está ampliamente distribuida a lo largo del país, encontrándose desde las regiones de Coquimbo hasta la de Magallanes, incluyendo la isla Robinson Crusoe y el Parque Nacional Torres del Paine.
Naturaleza Intrusa | LIB
“El impacto de esta especie es bastante amplio, debido a sus hábitos alimenticios ya que captura todo tipo de organismos: moscas, arañas, abejas, chinches, larvas de lepidópteros, carne de animal con la que alimenta a sus larvas. En estado adulto, se alimenta de néctar de flores y frutas en estado maduro, como duraznos, peras, uvas, etc. Tiene un efecto negativo en la actividad frutícola”.
Otro caso, de data más reciente, mencionado por la Dra. Jerez, es el “chinche de los pinos” (Leptoglossus occidentalis), que se alimenta de las semillas de coníferas. “La literatura indica que su expansión ha sido muy rápida, ya que fue detectada por primera vez en abril 2017 en el puerto de Coquimbo y en menos de un mes ya había llegado a Valparaíso e incluso a la región del Biobío”.
El control de estos insectos no es fácil, ya que por su capacidad de adaptación tienen altas tasas de reproducción, asegura. “Con la avispa se hacen controles locales ubicando sus nidos y destruyéndolos. Otra posibilidad es importando sus enemigos naturales específicos; pero esto significa que se ingresan de nuevo especies foráneas y no se conoce bien cuál será el efecto que estas tengan sobre los insectos nativos”.
este inventario, la especialista seleccionó un centenar de insectos, pero anota que son muchos más. “Cada dia el SAG o investigadores reportan la presencia de alguna nueva introducción al país. Lo importante en este caso es la detección temprana para aplicar alguna medida de control y posterior erradicación”, sentencia.
Rana africana
La rana africana (Xenopus laevis) es uno de los anfibios invasores más ampliamente distribuido en el mundo y en Chile cuenta con la población más grande fuera de su lugar de origen.
Este batracio, conocido también como rana africana de uñas (tiene cuerpos ungueales en sus dedos), constituye un muy buen sustrato biológico para el desarrollo de experimentos en fisiología, con una fácil reproducción y mantención, indica el académico del Departamento de Zoología, Dr. Juan Carlos Ortiz.
“Estas cualidades permitieron que en Estados Unidos fuera uno de los animales preferidos para la experimentación, situación que permitió que a comienzo del año 70 se trajera Chile”, cuenta.
El herpetólogo señala hay dos situaciones que explicarían cómo esta especie llegó al medio natural. “Se postula que llegada las vacaciones, cuando la universidad (que las encargó) cerró sus actividades, quedaron algunos ejemplares vivos, que fueron liberados en algún lugar en sus cercanías. La otra situación, que no es incompatible con la anterior, es que un cargamento de esta especie traída nuevamente como material de experimentación llegó en 1973 luego del golpe de Estado. Como las universidades estaban intervenidas no pudo ser retirado y el personal de Aduanas del aeropuerto optó por dejarlas en la Laguna Carén, que se encuentra en las cercanías. En cualquiera de las situaciones la introducción fue activa como lo ha sido en reiteradas ocasiones a lo largo de los años”.
También ha influido el comportamiento de las personas que han tenido a esta rana como mascota que, como recuerda el académico, hasta finales de los 80’ muchas veces eran vendidas como la rana chilena (Calyptocephalella gayi).
“Los amantes de las mascotas no siempre tienen una tenencia responsable de ellas y cuando crecen mucho o se cansan de tenerlas las liberan en cuerpos de agua para que sobrevivan. Esto, que puede ser una buena intención, trae consigo un problema para los ambientes naturales y las especies nativas de Chile”.
Así es como esta rana se ha convertido en una especie invasora que se caracteriza por su capacidad de dispersión: migra a través de lagunas, canales de regadío, esteros y ríos; incluso lo puede hacer por diferentes cuencas hidrográficas, alerta el Dr. Ortiz.
“Estas migraciones pueden llegar a ser masivas como sucedió en una laguna cercana a San Antonio (en 2019) donde se pudo observar su desplazamiento una noche de lluvia de invierno, cruzando por cientos una carretera que lleva a dicha ciudad”.
El Dr. Ortiz señala que los datos reportados en la literatura establecen que la distribución de la rana africana va desde Copiapó hasta la región del Maule y advierte que es posible que en un futuro cercano la encontremos en algunos cuerpos de agua cercanos a zonas urbanas del sur del país, como ha ocurrido en la laguna artificial que existe al interior del Jardín Botánico Nacional en Viña del Mar.
Naturaleza Invasora | LIB | Andrés Charrier
“Esta especie exótica se ha transformado en invasora por su alta capacidad reproductiva y de dispersión, afectando a las comunidades bióticas de aguas dulces de nuestro país porque es un gran predador que se alimenta preferentemente de invertebrados, como insectos y moluscos, y recientemente se ha podido constatar que también preda sobre las larvas de la rana chilena”, puntualiza el investigador.
Además de Fuentes, Ortiz, Jerez y Pauchard, participaron de este trabajo los investigadores de la FCNO Alicia Marticorena, Alfredo Saldaña, Götz Palfner y Cristóbal Villaseñor-Parada (Departamento de Botánica), Pedro Victoriano (Departamento de Zoología); de la Facultad de Ciencias Forestales, Paulina Sánchez; además de Rodrigo Moreno (Universidad Santo Tomás) y Juan Larraín (Pontificia Universidad Católica).
El inventario se puede descargar en el siguiente ENLACE (menú derecho).
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