Crédito: Archivo
Como Universidad pública, tenemos una obligación de promover las indicaciones de la ciencia hacia soluciones más efectivas para los graves problemas de cambio climático, pérdida de la biodiversidad y degradación ambiental.
En los pasados días se publicó el Sexto Informe de Evaluación del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC). Los datos, cada vez más contundentes, indican el impacto de la actividad humana sobre el sistema climático global y un urgente llamado a actuar.
En realidad, para la comunidad científica, el informe no hace más que confirmar con cada vez más seguridad las implicancias de las emisiones de gases de efecto invernadero por la quema de combustibles fósiles. Es inequívoco que la influencia humana ha calentado la atmósfera, el océano y la tierra.
La escala de los cambios recientes en el sistema climático no tiene precedentes durante muchos siglos o miles de años.
La temperatura de la superficie global seguirá aumentando y se estima que durante el siglo XXI superaremos la barrera de los 2°C a menos que se produzcan reducciones profundas en las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero en las próximas décadas.
Desde la perspectiva de las ciencias físicas, limitar el calentamiento global inducido por el hombre requiere limitar, decididamente, las emisiones gases de efecto invernadero alcanzando, al menos, cero emisiones netas de CO2. Esto implica una transformación radical del sistema energético, desde la actual quema de combustibles fósiles hacia energías limpias.
Sin embargo, los resultados de estas medidas no serán perceptibles en lo inmediato, debido a que muchos de los cambios observados en la actualidad, son irreversibles en el corto o mediano plazo.
En efecto, podrían pasar entre 20 y 30 años hasta que las temperaturas mundiales se estabilicen según el informe del IPCC. Pero Chile emite menos del 0,25% del total global de gases de efecto invernadero, por lo que una reducción de emisiones es deseable pero no suficiente, pues estamos enfrentados a las consecuencias del cambio que experimentamos hoy día con la hipersequía.
Pasamos de sequía, a megasequía y ahora a una hipersequía. Esta es una consecuencia del cambio climático ya indicada hace mas de una década por la ciencia chilena. Sin embargo, la sociedad en general y la política en particular, ha prestado poca atención a las alarmas de la ciencia. El tema es, ¿Qué alternativas de solución concretas se pueden ofrecer para salir de este crítico escenario?
Es entonces que aparecen las opciones de adaptación a un problema de cambio climático que altera nuestra vida de una forma bastante radical, pues la falta de agua, el consumo, la producción de residuos y la contaminación están todas estrechamente relacionadas, como se ha indicado en variados reportes globales publicados en los últimos años.
Si ya el norte de Chile experimenta una escasez hídrica histórica, ¿Qué podríamos aprender de esas prácticas para adaptarnos a la falta crónica de agua? ¿Qué nos enseñan las culturas ancestrales sobre el tema?, ¿Qué prácticas nos hacen mas resilientes frente a los cambios?, ¿Cuáles son las transformaciones radicales que debemos hacer para avanzar hacia la sostenibilidad?.
Lo cierto es que la tarea es urgente y que nosotros como Universidad pública tenemos una obligación de promover mas efectivamente las indicaciones que la ciencia tiene, hacia soluciones mas efectivas para los graves problemas de cambio climático, perdida de la biodiversidad y degradación ambiental.
Creemos que acciones concretas podrán ayudar a resolver estos importantes problemas, tales como conservación de la biodiversidad, salud, ciudades, economía circular, sociedad y cambio climático. Estos son espacios en que ninguna de nuestras facultades queda excluida, pues desde lo local y contribuyendo con acciones directas y concretas podemos contribuir al menos a contrarrestar los procesos mas adversos para la sociedad y nuestra región.
Apoyar con información científica prácticas agrícolas, industriales y urbanas mas sostenibles se transforma entonces en una actividad prioritaria.
El informe es concluyente sobre las causas del cambio, y como esas causas son humanas, está en nosotros poder revertirlas.
Sin duda, para ello también se requiere de mucha voluntad política para -por ejemplo- transformar la matriz energética (algo que ya está ocurriendo en Chile), el gran sistema de transporte y el de producción de alimentos, la vida en las ciudades y finalmente la gestión del agua junto con la protección de la biodiversidad.
Allí reside en gran parte las alternativas de adaptación a los aumentos de temperatura y reducción de las precipitaciones que son características expresiones del cambio en Chile Central.
La tarea es gigante pero no imposible, y lo mejor es que tenemos soluciones a la mano para los variados problemas que enfrentamos como sociedad.
Columnista(s)
Ricardo Barra y Mauricio Aguayo
Facultad de Ciencias Ambientales y Centro Eula, Universidad de Concepción
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