El regreso a las actividades de pregrado de las universidades en Chile
Crédito: Archivo
Debido a las restricciones sanitarias y para reducir la potencial transmisión, el desafío será disminuir los grupos de alumnos, junto a una mayor disponibilidad de salas y profesores, con recursos que las universidades no poseen.
Tratemos de imaginar lo que nos puede deparar el regreso a las actividades docentes y de investigación que se realizan en las universidades. La actividad universitaria involucra a seres humanos de carne y hueso: miles de alumnos, profesores y personal, todos críticos y todos valiosos. Desde el punto de vista ético y moral, no existen individuos de menor valor; ya que el valor de la vida es igual para todos. Además, es posible que las vacunas para la población general (miles de millones), no estén disponibles por varios años, por lo que tendremos que aprender a convivir con el virus.
Concepción es una ciudad universitaria, con más de 150.000 alumnos. Estos alumnos provienen de todo el país, con especial participación de la Región del Biobío. Muchos de ellos viven con familiares, padres, madres y abuelos. Usan transporte público, comen en cafeterías y casinos; tienen vida social activa. Todo lo anterior, estimula la economía local, generando un sistema económico formal e informal. Debido al estado de emergencia sanitaria, no ha habido clases presenciales por dos semestres y cada una de las instituciones educacionales deberá evaluar cuándo y cómo se vuelve a las actividades, especialmente a las que requieren presencialidad, para entregar a sus estudiantes habilidades críticas para su formación profesional. Además, en las universidades se realizan otras tareas, en las que alumnos y alumnas reciben formación avanzada, como trabajo de tesis, participación en proyectos de investigación científica y asistencia técnica, lo que permite desarrollar la economía local y la formación de futuros profesionales necesarios para el país.
El regreso de los alumnos de pregrado a las actividades docentes es complejo. El modelo universitario -para aumentar cobertura y equilibrar presupuestos desde los años 70 y 90- ha sido aumentar el número de alumnos, sólo limitado a la disponibilidad de salas y profesores, con la realización de clases masivas y ocupación máxima de las aulas.
Debido a las restricciones sanitarias y para reducir la potencial transmisión, el desafío será disminuir los grupos de alumnos, junto a una mayor disponibilidad de salas y profesores, con recursos que las universidades no poseen. Llegar a esto no será rápido ni fácil y lo explico a continuación. En lugares donde los estudiantes han regresado a las universidades, como se esperaba, los contagios han sido numerosos, exigiendo en forma importante a los sistemas de salud. En la Universidad de Michigan, por ejemplo, alumnos fueron impedidos de salir de sus habitaciones ya que había aumentado el numero de contagios en la ciudad, con un 60% de los casos asociados a este grupo. La mayoría se debió a contagios a partir de grupos pequeños, en las noches y fin de semana, sin mascarillas ni distanciamiento social. En septiembre pasado, una rectora de una universidad en el norte de EE. UU, renunció a su cargo, como resultado de que 700 alumnos se contagiaran, una verdadera tragedia para los estudiantes y las administraciones universitarias.
Estas experiencias hacen poco probable el regreso masivo de los alumnos a las aulas universitarias en el futuro cercano. ¿Será en el año 2022? Sin lugar a duda, lo anterior pone un estrés adicional a la salud económica de varias universidades, especialmente a las tradicionales, que venían ya complicadas desde hace un tiempo atrás, con las debilidades de la ley de gratuidad universitaria y ahora los recortes en el presupuesto para ciencia y tecnología. Menos mal que el ministro de Ciencia y Tecnología -un biólogo- nos entiende, de otra manera no tendríamos ningún presupuesto para el 2021. Por eso algunos dirán que “la peor astilla es la del mismo palo”.
Es posible que algunos alumnos consideren esperar un poco más antes de ingresar a la educación superior. Sus familias, económicamente estresadas, quizás decidan esperar para poder recuperar sus balances económicos familiares. Por último, es posible que los alumnos empiecen a solicitar reducciones en los aranceles, ante la imposibilidad de recibir educación presencial, algo que se ha requerido en este y en otros países, hasta por un 10%. Como en cualquier crisis, los alumnos y familias menos privilegiadas y las universidades que los sirven se verán más complicados, y es posible que algunos no pasen esta crisis.
Columnista(s)
Dr. Luis Aguayo
Académico del Departamento de Fisiología
Facultad de Ciencias Biológicas
Tags
- Compartir
- Compartir
Noticias relacionadas
Reportajes