El misterio del agua en la Tierra: ¿vino del cielo o nació del fuego?

Crédito:Pixabay
El debate, sin embargo, sigue abierto. Quizás la respuesta no sea “agua cósmica” o “agua volcánica”, sino ambas a la vez. Un equilibrio entre lo que vino del espacio y lo que nació en el interior terrestre.
Una característica esencial para la vida en nuestro planeta es la presencia de agua líquida en su superficie. Parece obvio, pero sin ella no existirían ni los océanos, ni los bosques, ni nosotros mismos. La Tierra tiene unos 4.500 millones de años y los fósiles más antiguos hallados datan de unos 3.700 millones. En los 600 millones de años previos la vida pudo haber surgido más de una vez, pero se extinguió bajo el violento escenario de colisiones cósmicas.
La gran pregunta es: ¿cómo llegó el agua hasta aquí?
Una de las teorías más difundidas afirma que provino del espacio. Según esta visión, cometas y asteroides formados en las regiones frías del sistema solar, cargados de hielo y moléculas orgánicas, chocaron contra la joven Tierra, depositando el líquido vital. Observaciones del radiotelescopio ALMA, en el desierto de Atacama, respaldan esta idea: algunos cometas muestran agua con la misma composición isotópica que la de los océanos. Así, parte de lo que hoy bebemos podría haber viajado miles de millones de kilómetros antes de convertirse en lluvia.
La hipótesis opuesta sostiene que el agua surgió desde el interior del planeta. La intensa actividad volcánica de la Tierra primitiva habría liberado hidrógeno y oxígeno, que al combinarse formaron vapor de agua. Durante millones de años de tormentas, este vapor se condensó y dio origen a mares y océanos. En esta versión, el agua es fruto del fuego interno de nuestro planeta, y no de un regalo celeste.
Pero la ciencia suele situarse entre extremos. Investigadores de la Universidad de Oxford estudiaron meteoritos llamados condritas de enstatita, cuya composición es similar a la de la Tierra en sus orígenes. Descubrieron que contenían suficiente hidrógeno como para formar grandes cantidades de agua. Esto sugiere que la proto-Tierra ya poseía reservas internas y que, incluso antes del bombardeo de asteroides, podía haber acumulado buena parte del agua que hoy conocemos.
El debate, sin embargo, sigue abierto. Quizás la respuesta no sea “agua cósmica” o “agua volcánica”, sino ambas a la vez. Un equilibrio entre lo que vino del espacio y lo que nació en el interior terrestre.
Más allá de la ciencia, la pregunta nos conecta con algo profundo: ¿qué azar, ¿qué mezcla de fuego y cielo permitió que este planeta azul emergiera en un universo mayoritariamente seco? Reflexionar sobre ello es también valorar la fragilidad del recurso. En tiempos de crisis climática y sequías, hay que recordar que el agua no siempre estuvo garantizada debería impulsarnos a cuidarla con gratitud y responsabilidad. Al final, cada sorbo que bebemos contiene un poco de cosmos y un poco de Tierra.
Columnista

Leidy Peña Contreras
Licenciada en Física.
Magíster de Astronomía
Divulgadora CATA UdeC
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