Desafíos en el Día Internacional de los Bosques: conservar formas emergentes sin renunciar a la restauración de sistemas nativos
Crédito: Esteban Paredes Drake/DirCom UdeC.
El 21 de marzo fue instaurado por la Asamblea General de Naciones Unidas para llamar la atención sobre la importancia de estos ecosistemas que, a nivel mundial, pierden unos 130 mil kilómetros cuadrados anuales por degradación o deforestación.
Más que una suma de árboles o una forma de paisaje, los bosques son un complejo entramado vegetal donde ocurren una serie de procesos que sostienen invaluables beneficios para el planeta y sus habitantes.
Capturan carbono y producen oxígeno, contribuyen a la purificación de las aguas y a la reducción de la erosión de los suelos, y son el hábitat de diversas especies de flora y fauna, ayudando a la conservación de la biodiversidad.
Estos ecosistemas son también una fuente de alimentos y medicinas y aportan al bienestar humano, con espacios de contacto con la naturaleza para reducir el estrés, la ansiedad y la depresión.
Por su importancia en múltiples ámbitos y con el fin de abogar por su conservación y protección, en 2012 Naciones Unidas instauró el 21 de marzo como el Día Internacional de los Bosques, que este jueves celebra su décimo primera versión.
A nivel mundial, los bosques cubren un tercio de la superficie de la tierra, unos cuatro mil millones de hectáreas, y en Chile alcanzarían poco más de un quinto del territorio.
La Corporación Nacional Forestal (Conaf) desglosa esta superficie en bosque nativos, con 14, 7 millones de hectáreas, y plantaciones, con 3.11 millones de hectáreas; sin embargo el académico de la Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas, Alfredo Saldaña Mendoza, hace una distinción entre estos sistemas vegetales.
“Las plantaciones (como las de pino o eucaliptus) no son bosque. Los bosques son de regeneración natural, no importan si son árboles nativos o especies introducidas”, aclara.
De acuerdo al investigador del Departamento de Botánica, en nuestro país los bosques nativos están concentrados más bien hacia el sur -siendo la Región de Aysén la más importante, con 4.4 millones de hectáreas- y en áreas protegidas como parques y reservas nacionales.
Lo que existe fuera de ellas son apenas fragmentos que han sobrevivido a un cambio radical del uso de suelo desde la década de los 70, centrado fundamentalmente en un modelo forestal que, a su juicio, es una de las principales amenazas de los bosques en la zona centro sur.
“Como consecuencia lógica de la fragmentación se ha perdido mucha variabilidad genética de poblaciones de las especies de flora y fauna que conforman los bosques nativos y, como externalidad negativa, las plantaciones forestales generan unas cargas enormes de combustible; cambian el microclima quitando humedad al suelo y a la vegetación y eso también promueve grandes incendios”, agrega el doctor en Ciencias Biológicas.
Así, dice el especialista en botánica, el bosque nativo tiene escasas posibilidades de mantenerse en el tiempo o incluso repoblar zonas que pudiesen ser abandonadas por la actividad forestal.
El impacto es aún mayor si se considera que el bosque chileno es altamente endémico, con características evolutivas únicas que dieron vida a especies que solo existen en nuestro territorio.
Otras amenazas se encuentran en las especies exóticas invasoras que compiten por los territorios, quitando espacios y recursos a las especies nativas para su regeneración, y en la sequía, un factor que aún no está tan presente en Chile, pero si en otras partes, como en Australia y Norteamérica, “donde bosques nativos o plantaciones se están secando completas”.
Bosques emergentes
En un escenario en que la cobertura nativa está acotada, el Dr. Saldaña dice que hay que mirar a las nuevas formas de bosque que están surgiendo en zonas periurbanas metropolitanas del centro sur de Chile. “Son conocidos como bosques emergentes, que son combinaciones de especies de árboles nativos e introducidos que surgieron por regeneración natural”.
En su opinión, la conservación también debiera considerar esta tipología de bosque, aceptando una nueva realidad, en la que el bosque nativo original está quedando relegado a esa suerte de «museo» que son los parques nacionales.
“Desde un punto de vista antropocéntrico, lo que llamamos servicios ecosistémicos o beneficios de la naturaleza es algo que vamos a seguir necesitando independientemente el tipo de bosque; entonces hay que dejar de ‘hacernos el harakiri’ y pensar que sin bosque nativo todo es horrible, cuando en realidad necesitamos de la regulación del clima, captura de carbono, regulación hídrica de las cuencas que hace la vegetación, aunque sean especies introducidas”.
Pero eso -advierte el investigador- no implica renunciar a los esfuerzos en torno a la restauración del bosque nativo.
Esta es una de las áreas de trabajo de la académica de la Facultad de Ciencias Forestales, Paula Meli, quien señala que los desafíos en esta materia son amplios en el contexto de una región que ha experimentado fuertes cambios en la composición y estructura del paisaje.
“No sólo se han perdido importantes extensiones de ecosistemas naturales, y bosques en particular, sino que, además, los remanentes de bosque nativo que aún quedan se van quedando aislados; hay poca conectividad entre ellos”, señala la especialista en Ecología, Conservación y Restauración de Ecosistemas.
Decisiones multifactoriales
De acuerdo a la jefa de la carrera de Ingeniería de Conservación en Recursos Naturales, el principal reto a la hora de abordar la restauración está en la competencia por el uso del suelo; pero también en la forma en que se conjugan los factores culturales, económicos y socio políticos presentes en los territorios.
“A la larga, los desafíos de restaurar los bosques terminan siendo de carácter social, básicamente. Y en este contexto, elegir dónde restaurar es clave, porque en esa decisión están implícitas todas las discusiones y negociaciones que ocurren en el territorio, en términos de necesidades económicas, político-estratégicas y, sobre todo, de tenencia de la tierra”.
Para la especialista, un punto relevante en este tipo de decisiones está en el valor que le demos a los bosques que, en su opinión, no siempre son apreciados como se merecen.
“A la sociedad humana nos representan muchísimos más beneficios de lo que la mayoría cree. Nos brindan mucho más que agua, energía, alimento o medicinas. Los bosques nos ayudan a mantener un aire de calidad, regulan los flujos de agua; pero, además, nos brindan la oportunidad de construir y revalorizar nuestra propia identidad. Nos dan cultura, saber, nos hacen ser lo que somos. Creo que nunca lograremos restaurar los bosques si no logramos visibilizar el valor, tan grande, que tienen para nuestra sociedad”, puntualizó.
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