Dengue: cambio climático podría favorecer el establecimiento de insecto vector en Chile
Crédito: Flickr.
En lo que va del año, según la Organización Panamericana de la Salud, en las Américas se han reportado sobre un millón y medio de casos, de los cuales 496 mil han sido confirmados y mil 552 catalogados como graves.
La emergencia sanitaria que viven Perú y Brasil, por el aumento de casos de dengue esta temporada, ha reabierto la preocupación por la enfermedad viral en nuestro país, que este mes reportó un infectado -en la Región de O´Higgins- tras un viaje al exterior.
Cada año, casi la mitad del mundo está en riesgo de contraer la enfermedad causada por el virus del dengue, cuyo principal vector es el mosquito Aedes aegytis, originario de África.
En nuestro continente el peligro potencial de infección alcanza a unos 500 millones de habitantes y Chile debe estar alerta porque factores como el cambio climático podrían favorecer el establecimiento del vector en nuestro territorio.
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en lo que va del año, en las Américas se han reportado sobre un millón y medio de casos. De ellos, 496 mil han sido de los confirmados y mil 552 catalogados como graves, contabilizándose 292 muertes.
El virus del dengue (DENV) pertenece a la familia Flaviviridae del género Flavivirus, al que están relacionados varios otros patógenos humanos importantes, como el virus del Nilo Occidental (WNV), el de la encefalitis japonesa (JEV), el de la fiebre amarilla (YFV) y el recientemente resurgido Zika (ZIKV), comenta el académico del Departamento de Microbiología de la Facultad de Ciencias Biológicas (FCB), Francisco Fuentes Villalobos.
El investigador explica que el dengue se define clínicamente como una enfermedad febril, cuyos síntomas comunes -similares a los de una gripe, como fiebre, náuseas; dolores musculares articulares y de cabeza- aparecen tras un período de incubación de cuatro a siete días después de la picadura de un mosquito infectado.
“En algunas ocasiones, a medida que avanza la fiebre, pueden aparecer erupciones y sangrado cutáneos. La enfermedad grave, también conocida como dengue hemorrágico (FHD) y síndrome de shock por dengue (DSS), se caracteriza por una grave fuga de plasma de la circulación y, ocasionalmente, hemorragia, insuficiencia orgánica y/o shock”, acota el especialista, señalando que al igual que SARS-CoV-2, el virus puede cursar infecciones asintomáticas.
Cuatro serotipos
El Dr. Fuentes, quien es parte del Laboratorio de Inmunovirología, acota que existen al menos cuatro serotipos del virus dengue que pueden causar la enfermedad, pero que la inmunidad natural -la que se adquiere tras la infección- “a pesar de ser muy efectiva, sólo ofrece protección contra el mismo serotipo viral, evitando la manifestación sintomática de su reinfección”.
Por otro lado, señala que a pesar de que la memoria inmunológica contra un serotipo determinado permite proteger de la enfermedad severa causada por él por un par de meses, con el tiempo puede ser perjudicial.
“Por ejemplo, aquella inmunidad adquirida tras la infección con DENV-1, al enfrentarse a una nueva infección con DENV-2, puede empeorar los síntomas en vez de proteger al individuo. En particular, cuando esto ocurre, se altera el curso de la infección, alcanzándose una carga viral mayor, aumentando el riesgo de desarrollar dengue severo. Por ello, es crítico que las vacunas desarrolladas contra los virus del dengue induzcan una inmunidad amplia y duradera contra los 4 serotipos, no contra uno sólo que con el tiempo pueda ser perjudicial ante una infección con un DENV diferente”, asevera.
El vector
Aedes aegyti -que también es transmisor de los virus zika, chikunguya y fiebre amarilla– vive principalmente en zonas ecuatoriales y subtropicales, en climas cálidos y húmedos; pero ayudado por el cambio climático, entre otros factores, en los últimos años ha ampliado su distribución a lugares donde antes no era frecuente como España, Estados Unidos y también a países del cono sur de América, como Argentina.
El también académico del Departamento de Microbiología, Ítalo Fernández Fonseca, indica que al igual que en África en gran parte Sudamérica no existen muchas barreras geográficas y por ello el mosquito “se ha distribuido bien, por la temperatura y la humedad” del territorio.
En Chile, la situación es distinta, porque -acota- existen condiciones que lo protegen, como la Cordillera de los Andes, el Desierto de Atacama y el Océano Pacífico, además de temperaturas más bajas en el sur.
“Es como una isla del punto de vista epidemiológico”, afirma. Por ello, la entrada de Aedes aegypti a nuestro país se hace más difícil, aunque sí hay registros de él en el pasado.
En el norte, a comienzos del siglo XIX, estuvo vinculado a episodios de fiebre amarilla -importada desde fuera- siendo erradicado oficialmente en 1960. Pero desde 2000 está presente en Rapa Nui, mientras que el territorio continental se ha mantenido relativamente libre del insecto, con algunos registros en el norte y otras zonas, como la Región de Valparaíso (2023).
Junto con el cambio climático, la mayor frecuencia de viajes -por avión o barco-, el transporte de mercancías y la migración también pueden contribuir a la llegada del vector; pero hay que tener en cuenta que no basta su sola presencia para generar la enfermedad.
El Dr. Fernández indica que para transmitir el dengue, los mosquitos deben ser infectados por personas enfermas -lo que ocurre cuando pica a un portador-, porque el ciclo nativo de la infección aún no existe en Chile.
“Es cuestión de tiempo para que eso suceda, porque obviamente Aedes necesita sobrevivir primero en el terreno de Chile y después encontrar gente que tenga dengue. La gravedad del asunto es que Aedes aegypti replique su ciclo de vida en nuestro país y la virosis o la enfermedad viral, que en este caso es exótica, se vuelva nativa”, recalca el integrante del Laboratorio de Parasitología de la FBC.
Reducir la proliferación
Junto con las medidas que deben tomar quienes viajan a Brasil, Paraguay, Bolivia, Uruguay y el norte de Argentina -como el uso repelente y mosquiteros al dormir-, el combate contra el dengue requiere reducir la proliferación de los mosquitos que transmiten éste y otros virus, advierte el profesor Francisco Fuentes.
“Es indispensable evitar mantener agua estancada en nuestros hogares, trabajo y entorno, incluso en balcones y canaletas de agua”, señala.
Si bien las áreas favorables para la vida de Aedes se han extendido, el Dr. Fuentes señala que afortunadamente es difícil que estos mosquitos puedan reproducirse durante el invierno en nuestra ciudad; “pero la altísima humedad que existe en la zona durante los meses cálidos podría facilitar la propagación del mosquito y la enfermedad”.
El investigador también reflexiona sobre el comportamiento de la población frente a este tipo de enfermedades, considerando que aún no existe una vacuna universal que permita una protección a largo plazo contra el dengue.
“Es lamentable que esfuerzos como los hechos en Brasil, para vacunar a su población, se vean frenados por los movimientos antivacunas y la desinformación”, comenta, aludiendo a la difusión de casos aislados que han registrados efectos no deseados en la salud de las inoculaciones, sin una adecuada contextualización.
“Esto es extremadamente peligroso, ya que no se tiene en consideración la opinión de científicos o de médicos, quienes podemos ayudar a comprender mejor un artículo científico y evitar la confusión de la población. Ninguna vacuna se aplica si el riesgo de padecer un efecto secundario perjudicial es mayor al beneficio de protegerse de un virus mortal”.
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