Beatriz Cid: “Dejar la alimentación en manos de un gran negocio global tiene consecuencias”
Crédito: Facultad de Ciencias Sociales UdeC
La doctora en Sociología y académica de la Facultad de Ciencias Sociales asegura que el hambre tiene múltiples caras, desde no tener comida disponible hasta la obesidad por mala nutrición.
El término inseguridad alimentaria define no solo la ausencia de alimentos.
También se ocupa de que la comida disponible sea sana, sin agrotóxicos y nutritiva. Este concepto, utilizado por la FAO, “tiene que ver con la capacidad de la población en su conjunto para acceder a una alimentación saludable. Esto es importante, porque no es lo mismo alimentación a secas que una alimentación saludable”, señala la doctora en Sociología Beatriz Cid, académica de la Facultad de Ciencias Sociales de la UdeC. “Cuando empezó esto de las ollas comunes, algunas personas, muy odiosas, empezaron a hablar de los ‘gordos con hambre’, y de hecho fue trending topic. Esto tiene que ver con una mala oferta alimentaria. Alimentarte de puro pan con té, como se han alimentado históricamente los pobres, te hace muy gordo y también muy malnutrido”.
Cid asegura que “en este contexto de crisis, tenemos la seguridad alimentaria amenazada, al menos desde dos puntos de vista: desde la oferta y la demanda. Desde la oferta, porque la enfermedad tiene efectos sobre la producción, el comercio y la distribución. En algún momento en Concepción se cerraron ferias, las ferias son más baratas y eso tiene un efecto en las personas en cuanto a acceso a determinados productos. También están los cercos sanitarios, como lo que pasó con los cochayuyeros de Tirúa, que no podían sacar el cochayuyo del lugar o llegaban a las ciudades y como el comercio ambulante está reprimido, no podían vender los productos. Pero el principal problema es la cuestión de la demanda alimentaria. Cuando tienes un aumento brutal del desempleo y la pobreza, eso significa siempre hambre. A lo mejor no hambre en términos de número de calorías, aunque en este caso estamos viendo que sí, la gente llega a las ollas comunes porque no puede comer las calorías necesarias, pero más allá de eso, tiene que ver con el nivel de nutrición que estás teniendo, reemplazando productos de buena calidad por lo más baratos que son siempre los carbohidratos”.
¿Este es un problema permanente en Chile y no nos habíamos dado cuenta o es algo que aparece con la pandemia?
Creo que el mejor indicador de la falta de seguridad alimentaria en Chile son los altísimos niveles de obesidad que tenemos. La obesidad es, paradójicamente, un indicador de hambre, de dietas pobres, dietas muy altas en carbohidratos, altas en azúcar, bajas en proteínas y nutrientes importantes. Estamos hablando de dietas tal vez no de bajas calorías, pero sí muy empobrecidas que tienen que ver con la falta de acceso a ciertos alimentos importantes. Tal vez es un problema que estaba encubierto, pero no quiere decir que no estaba.
Hay otro tema. Como la FAO define seguridad alimentaria, lo pone en el plano de la oferta. (Es decir), si existe una oferta de alimentos y una capacidad de compra, pero no se hace la pregunta de dónde vienen esos alimentos. Para la FAO da lo mismo que las lentejas vengan de Canadá o se produzcan en Ñuble. Su pregunta es, si la gente recibe los nutrientes esenciales. La pregunta por el origen, por el proceso que está detrás, es la pregunta de la soberanía alimentaria. Tener los alimentos suficientes, pero tener los alimentos culturalmente apropiados, y también que provengan de un sistema alimentario que dé justicia y dignidad a todos sus componentes.
En la crisis actual, ¿cuánto hay de sistémico en la crisis y cuánto hay de contingente?
Depende de cómo lo definamos. Yo creo que, efectivamente, a nivel global, tenemos sistemas alimentarios que son globales y están organizados por mercados. Son empresas alimentarias cuya función es ganar dinero, no alimentar a la gente. Y eso no es del todo malo, eso asegura llegar a todas partes porque es un buen negocio alimentar a la gente. Pero también eso hace que la pregunta alimentaria esté subordinada a la pregunta por la ganancia, y podría tener sentido especular con el precio de los alimentos. En ese sentido, el dejar la alimentación en manos de un gran negocio global tiene consecuencias que no se ajustan necesariamente a las crisis. Por eso la FAO ha puesto mucho énfasis en el rol de la agricultura familiar campesina, que alimenta a su entorno, porque tiene la ventaja de la proximidad, es lo más barato, y como necesita vender año a año no guarda, no especula. La soberanía alimentaria tiene que ver con localizar la producción de alimentos y con garantizar la provisión de alimentos en momentos críticos como estos.
Existe una crítica al concepto de seguridad alimentaria y muchos colectivos han comenzado a hablar de soberanía alimentaria. ¿Por qué se produce esta crítica?
Porque muchas veces, para la seguridad alimentaria, se trabaja desde una visión macroeconómica, de que las grandes multinacionales de alimentos puedan llegar a todas partes. Entonces para generar seguridad alimentaria, perjudicas la economía agrícola campesina. Es importante reconocer las dos miradas. Desde la perspectiva de seguridad alimentaria, yo creo que son importantes lo programas de alimentación escolar, llegar con alimentos a todas las familias a través de los niños. También algunos protocolos que pueden hacer los gobiernos respecto al transporte de los alimentos, garantizar los mercados minoristas y mayoristas.
Por otro lado, desde la soberanía alimentaria, tanto los gobiernos como las organizaciones pueden hacer mucho. Es súper importante permitir, facilitar y apoyar iniciativas como las ollas comunes. Yo creo que también es importante facilitar la logística del vínculo entre productores locales y consumo alimentario local y terminar con las olas represivas a los productores vinculados a la informalidad. No pueden poner activamente fuera de la ley a los productores locales.
¿Qué cambios tienen que ocurrir desde las políticas públicas y desde las comunidades para garantizar un mejor acceso a alimentación saludable?
Desde arriba, la gran pregunta son siempre la tierra, el agua y las semillas. Garantizar la tierra, propiedad y uso del agua y qué tipo de patrimonio genético guardamos. Desde abajo, hay una tarea de los productores y también en los consumidores, de ser más consciente de qué cosa compras, de tus opciones, que finalmente son la base de la construcción de demanda colectiva.
¿Cómo afecta el resto de la vida de una persona el no contar con alimentos adecuados?
El no tener acceso a alimentación, alimentación adecuada, te afecta en todo lo demás. La experiencia de tener hambre es espantosa, pero la experiencia de estar malnutrido, estar obeso, es vivir menos. Desarrollar enfermedades crónicas, son años de vida menos, es un costo económico, psicológico, humano. Ahora, cuando estamos hablando de hambre absoluta, es una cosa que genera tanto impacto que genera el nivel de movilización social que está implicado. Es momento de hacernos cargo de un problema, desde abajo.
¿Crees que estamos organizados, como sociedad, para eso?
Eso está sucediendo, estamos hablando de cientos de ollas comunes a lo largo del país que se están haciendo cargo de forma solidaria, moviendo los recursos al territorio y eso es interesante, porque tal vez es lo primero que aparece, pero las ollas son repetitivas en la historia de Chile. El hambre surge como algo que nos moviliza, hay una memoria histórica del hambre.
¿Cómo podría cambiar la relación entre productores locales y consumidores, tras esta crisis?
Las crisis siempre producen algún tipo de cambio, pero no siempre permanentes. Después de las guerras mundiales empezaron un proceso de albergar la producción local. Después de la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos se empezó a subsidiar la producción, en un sistema que me parece bastante nefasto, porque se empezó a subsidiar la producción de maíz, eso significó que se produjera un exceso de maíz.
Pero el objetivo fue un aprendizaje de que es necesario garantizar a nivel local una producción de alimentos. En Europa se subsidió la vida campesina. A las personas que habitan el campo y mantienen una vida rural se les da un conjunto de incentivos no a un producto sino a la diversidad de lo que hacen. Ahí una gran crisis generó un aprendizaje, de garantizar una producción local de alimentos. No sé si eso va a suceder en Chile, pero lo que sí he visto, en una muestra súper poco representativa, es un interés de la gente por vincularse con el mundo de la producción. Yo participo de un colectivo que busca vincular a productores locales con consumidores. Pasamos de 20 canastas a cientos de canastas, personas de clase media que están tomando conciencia de vincularse con su entorno.
Un país de altos ingresos como Chile, que pertenece a la OCDE, ¿por qué sigue teniendo estos problemas?
Chile es un país de ingresos altos, pero también de una tremenda desigualdad, y los promedios siempre esconden cosas. Eso es algo que tenemos que ver. Por otra parte, hay países con ingresos muy altos con problemas serios de hambre. En Estados Unidos hay una gran cantidad de gente que vive de los bancos de alimentos. El ingreso de los países dice algunas cosas pero no dice mucho de la composición interna de los ingresos. Lo otro tiene que ver con que Chile es un país que tiene tierras agrícolas excepcionales, del mejor nivel, pero hemos dedicado casi todas esas tierras a la producción de vino, de manzana, de kiwi, de productos de exportación. Es increíble la transformación del paisaje, desde los campos trigueros a las manzanas y cerezos y luego a las viñas. Tenemos la noción de la agricultura orientada al agronegocio. Producimos postres, vinos y madera. Eso tiene que ver con las orientaciones de nuestro desarrollo agrícola. Tampoco hemos tenido un desabastecimiento, el principal problema es de desigualdad, no poder acceder a los alimentos que están ahí y que los alimentos son caros y deslocalizados.
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