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La incorporación temprana de la familia, desde el diagnóstico, es de gran importancia para la consecución de los fines de inclusión.
El concepto de Trastornos del Espectro Autista (TEA) es al día de hoy ampliamente difundido, permitiendo que gran parte de la sociedad lo conozca y se familiarice, al menos, con su definición general. Es muy probable que dentro de nuestro entorno cercano conozcamos a una persona con TEA, ya que esta condición supone una variación heterogénea del neurodesarrollo que persiste durante toda la vida. La mayor visibilización de esta condición ha llevado de la mano un aumento en el diagnóstico en los últimos años, donde se considera una serie de conductas heterogéneas durante la vida entre niños y niñas con el mismo diagnóstico.
A pesar de los avances, el camino a la plena inclusión de personas con TEA aún debe ser recorrido. Se deben alcanzar nuevas metas, creando y construyendo una sociedad que no sólo los incluya en todos los ámbitos y en los diferentes planos, sino que en esta labor acoja de manera primordial a sus familias y entornos, ya que al ser una condición con características particulares, es imprescindible incorporar a la familia como eje clave, desde el diagnóstico.
La incorporación temprana de la familia, desde el diagnóstico, es de gran importancia para la consecución de los fines de inclusión, para que no se mantengan como espectadores o actores pasivos, sino como parte principal del equipo de manera global e interactiva en los planos sociales y educativos, haciéndolos parte de esta alianza y permitiendo su participación horizontal junto con los componentes del equipo.
Es en el seno familiar donde se producen las interacciones más tempranas y por lo tanto su acción se convierte en su principal influencia y significado. Se hace necesario entonces, no solo disponer de profesionales calificados para el trabajo con el niño/a autista, sino aquellos que incorporen a su entorno y familia, reconociendo que esta última tiene un rol fundamental en su inclusión en lo social, escolar y en la transición hacia la vida adulta.
La relevancia de incluir a la familia como eje central radica en el apoyo, educación y contención para que éstos a su vez puedan crear un clima que favorezca el desarrollo de sus hijos, permitiéndoles y orientándoles en reconocer y gestionar sus emociones para canalizarlas de manera positiva. Así podremos avanzar hacia la plena inclusión, libre de estereotipos, que busque constantemente identificar y derribar las barreras que impiden o dificultan alcanzar el desarrollo óptimo, participativo y autónomo de las personas TEA en nuestra sociedad.
Sin duda es un gran desafío. Caminar desde la atención centrada sólo en un niño o niña a una interacción centrada en el niño y su familia, en su raíz, en la fuente primaria de experiencias.
La familia como aliada activa, comprometida y avanzando hacia una sociedad que respete, reconozca y valore la neurodiversidad, es de seguro un camino que debemos transitar.
Columnista(s)
Marioli Hernández Álvarez
Jefa de Carrera TNS Educación Diferencial
Instituto Profesional Virginio Gómez
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