En medio del ruido y el ritmo acelerado de las ciudades, las áreas verdes se convierten en espacios para descansar y alejarse de ese entorno. Estos lugares, esenciales no solo para la recreación, también cumplen su rol en fortalecer el sentido de pertenencia, crear nuevas relaciones y fomentar la convivencia.
Como se describe en la Política Nacional de Parques Urbanos, estos lugares ofrecen la “posibilidad de disfrutar una experiencia de recreación”, además de permitir el contacto con la naturaleza y la vida al aire libre, con la ventaja de no tener que salir de la ciudad.
La política destaca que “cuando son desarrollados con pertinencia territorial y considerando las particularidades culturales de las comunidades, se convierten en espacios catalizadores de la identidad local”. Asimismo, los grandes parques urbanos se posicionan como uno de los elementos más reconocidos de una ciudad.
Así, la académica del Departamento de Geografía, investigadora del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable (Cedeus), directora del Laboratorio Urbano de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Geografía de la Universidad de Concepción y doctora en Estudios Urbanos, Xenia Fuster Farfán, comentó que las “las áreas verdes no solo cumplen la función de proveer elementos medioambientales o de recreación, sino que también funcionan como referentes para realizar distintas actividades, como espacios de encuentro y de desarrollo de la infancia (…) Van más allá de los atributos de la salud, que quizás es la lectura más clásica”.
El valor social y cultural de las áreas verdes
En esa misma línea, el académico de la Facultad de Ciencias Ambientales de la Universidad de Concepción e investigador del Cedeus, Dr. Francisco de la Barrera Melgarejo, coincidió con esta visión y aseguró que “las plazas y parques tienen la ventaja de ofrecer un rol natural que muchas veces no está presente en una vereda o una calle. Además, son importantes para la cultura y, en particular, al incorporar naturaleza, permiten conectar con la identidad territorial”.
La psicóloga, magíster en Salud y profesional del Centro de Vida Saludable de la UdeC, Marcia Stuardo Álvarez, destacó la importancia de estos espacios para los barrios, ya que permiten que los habitantes se identifiquen con su entorno, transformándolo en un “hito cargado de significado”.
“Un parque o plaza donde se celebran fiestas, ferias, actividades culturales o encuentros cotidianos ayuda a que las personas se conecten con su entorno. Allí se crea identidad, se fortalece la sensación de que el lugar es suyo y se genera un sentido de pertenencia, porque lo usan, lo cuidan y lo celebran. Así le otorgan un significado que va mucho más allá de lo arquitectónico”, señaló la psicóloga.
Adicionalmente, el Dr. de la Barrera destacó el nivel de conexión que pueden llegar a tener los habitantes con las áreas verdes. Cuando el cuidado y la protección de estos espacios provienen de los vecinos, el apego y el sentimiento hacia ellos son mucho mayores. De esta manera, se crea un entorno ameno y natural, “tanto para el beneficio propio como para el de los demás”, agregó.
Conexión y fortalecimiento de la confianza
Los parques y plazas, al ser de libre acceso, ofrecen la posibilidad de “propiciar encuentros que, de otro modo, no sucederían de forma tan natural y simple”, sostuvo la especialista en psicología. Esta interacción, además de favorecer la formación de nuevas relaciones, fomenta la seguridad y como se mencionó anteriormente, arraigo con el territorio.
La Dra. Fuster Farfán también coincide con esta idea y agregó que “la gente, cuando se conoce, se siente más tranquila, puede identificarse con algún lugar y se reconoce como parte de algo, cuidándolo”.
Las áreas verdes no solo benefician la salud física y mental, consolidándose como espacios fundamentales en ciudades y barrios, sino que también cumplen un papel social de gran relevancia. La interacción constante en estos lugares fomenta la confianza y la empatía entre los vecinos, fortaleciendo la seguridad y generando un sentido de compromiso colectivo con su cuidado