A 80 años de su inicio: las lecciones de la II Guerra Mundial en medio de la asonada populista
Crédito: Hans Sönnke
El pasado primero de septiembre se conmemoraron 80 años del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, un conflicto que dejó aprendizajes marcados a fuego que perduran hasta hoy. Académicos y académicas de la Universidad de Concepción analizan el impacto de este hito a la luz del incierto escenario internacional actual.
El 1 de septiembre de 1939, hace casi exactos 80 años, la Alemania nazi de Adolf Hitler invadió Polonia, desatando la declaración de guerra de Reino Unido y Francia. Con ello se daba inicio a una confrontación de seis años que alcanzaría ribetes mundiales, dejaría el estremecedor saldo de 60 millones de muertos y cambiaría definitivamente la cartografía del poder.
En efecto, las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial y sus ecos resuenan hasta hoy, dando luces sobre cómo leer conflictos actuales, tales como la guerra comercial entre Estados Unidos y China, las turbulencias de la Unión Europea y el resurgimiento del populismo como vía de acción política.
El profesor del Departamento de Historia UdeC y doctor en Estudios Americanos, Juan Eduardo Mendoza, sostiene que los eventos que desembocaron en la Segunda Guerra en realidad venían fraguándose desde antes, por lo que hoy se discute en torno a una sola gran guerra (contando la Primera Guerra Mundial) con un armisticio intermedio. “Se trata de una gran guerra en su conjunto, que provocó la mayor mortandad mundial y comprometió a la mayor cantidad de países beligerantes”, además de involucrar el inicio de un proceso de transformación en que cayeron los imperios —austrohúngaro, alemán, ruso— y el poder mundial se trasladó a Estados Unidos, indica.
El fin del conflicto configuró, por tanto, un mapa de poder distinto: Europa perdió su sitial de líder y dio paso a Estados Unidos, que se enfrentó hasta finales del siglo XX con la Unión Soviética en la denominada Guerra Fría. Disuelto el gigante euroasiático y tras la caída del Muro de Berlín, se instaló un orden donde el comercio internacional y las relaciones multilaterales fueron predominantes, con una mirada global que parecía incuestionable. Hoy, ese fenómeno ha dado paso a un período de incertidumbre, a la par del avance de sentimientos nacionalistas y proteccionistas en un mundo que vuelve a mostrar a dos potencias en disputa hegemónica: Estados Unidos y China.
De los aprendizajes del conflicto, uno de los más relevantes —manifiestan expertos consultados— tiene que ver con el fortalecimiento de un sistema multinacional y externo a los estados para resolver disputas, fomentar el comercio y la cooperación. No solo la ONU. Instituciones como el Banco Mundial, el Tribunal Penal Internacional y otras, han ayudado a contener la aparición de nuevas contiendas de escala mundial, comenta el también académico del Departamento de Historia y magíster en la disciplina Víctor Hugo García. “Este entramado genera una interdependencia entre los estados y los pueblos. Ya es más difícil hacer lo que me da la gana impunemente; vemos el caso de Brasil y la amazonia, que no porque sea parte de su territorio, el resto del mundo va a dejar que se incendie”.
No obstante, el académico avizora que puede haber cambios en este mecanismo. “A Donald Trump no le gusta el multilateralismo. Entiende que, en lo básico, hay que mantenerlo. Lo que no quiere es que Estados Unidos lidere y financie. Esto es más bien una especie de acomodar el sistema a las necesidades actuales de Estados Unidos”.
Otra lección tiene que ver con el poder de la propaganda. Juan Eduardo Mendoza explica que durante la Segunda Guerra se aplicaron tácticas de manipulación que pueden verse hasta nuestros días. “La primera víctima de una guerra es la verdad, y por primera vez se vio que las emociones de la población mundial podían ser tan fácilmente manipuladas por lo medios de comunicación que existían en la época. En ese tiempo, la radio, el cine. Hoy es internet y podemos ver el bombardeo de información falsa, entremezclada, tergiversada para uno u otro bando, que puede transformarse en un hecho que provoca alarma y que busca infundir miedo”.
A esto se suma la comprensión de que educar para la paz es importante. “Por eso en Europa hay tantos museos y se enseña la historia. Los niños desde el colegio van a los lugares donde se produjeron los enfrentamientos y se conmemoran las fechas relevantes”, subraya Paulina Astroza, académica de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Doctora en Ciencias Políticas y directora del Programa de Estudios Europeos UdeC.
Sin embargo, pone el acento en que esa tarea tiene un límite. “Hoy tenemos jóvenes que olvidaron eso y están tendiendo a volver a un nacionalismo, a replegarse en sus fronteras. Por eso los europeos se están preguntando qué más pueden hacer al respecto”. En este caso, detalla, el problema del viejo continente es su dificultad para predicar con el ejemplo. “Dicen solidaridad y por otro lado ves lo que pasa en el Mediterráneo con los inmigrantes; sin embargo, ellos tienen un rol que jugar, no como potencia militar sino como potencia civil. Su liderazgo en el cambio climático es un ejemplo de ello”.
Peligros actuales
Si bien los académicos coinciden en que el mundo de hoy es diferente al de 1939 en ámbitos como las comunicaciones o la rapidez con la que ocurren los cambios, advierten que asistimos al retorno de discursos que ponen en peligro la estabilidad y la paz.
Para Astroza, el gran problema actual es la desigualdad, tanto entre estados como al interior de ellos. Esta condición produce la aparición de neopopulismos que buscan polarizar a la sociedad en dos bandos: una elite corrompida y un pueblo virtuoso. “Luego surgen movimientos o líderes que dicen representar la voluntad de ese pueblo y tratan de deslegitimar las instituciones democráticas. Esto también desestabiliza un orden, que es posterior a la Segunda Guerra, que tiene sus defectos, pero que ha dado cierta estabilidad a las relaciones internacionales. El no creer en el multilateralismo y tratar de corruptas a instituciones que dan cierta gobernanza internacional es un riesgo”.
Y agrega: “Si a eso le sumas tendencias nacionalistas es mucho más peligroso, porque aparecen los movimientos anti inmigrantes o anti multiculturalismo; movimientos que estiman que hay que quitarles derechos a las minorías, o en algunos casos ni siquiera son minorías, cuando hablamos por ejemplo de las mujeres”.
Ante la posibilidad de repetir condiciones similares a las que desembocaron en la Segunda Guerra, Juan Eduardo Mendoza expresa que “los procesos no se repiten ni se pueden copiar, porque cada período tiene un contexto”. En ese marco asegura que hoy, más que una gran confrontación entre estados, las amenazas mundiales “vienen de pequeños grupos con capacidad de armas muy poderosas, que incluso pueden ser armas químicas, biológicas o nucleares. Estos grupos se pueden enquistar en estados fallidos y operar narcotráfico o venta de armas (…). Eso lo hace más complejo, porque la amenaza se disemina y puede estar en cualquier parte, como el caso de los lobos solitarios que forman parte de los mismos estados que buscan defenderse”.
Para enfrentar estos riesgos, los académicos recalcan lo fundamental del ejercicio histórico para crear conciencia en las nuevas generaciones. “Aún falta mucha memoria de lo que significó la guerra en Europa, las experiencias coloniales, los extremismos”, apunta el profesor García. “No ha sido un tema constante, a excepción del caso judío, que en buena hora se mantiene en el tiempo. Esto es un ejemplo de lo que se debiera hacer. Creo que falta una conciencia internacional respecto a mantener vivos los recuerdos de eventos tan dañinos para la humanidad y tiene que ver con ubicar a la historia como disciplina abierta y crítica”.
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