Investigadora UdeC destaca importancia de microorganismos que nos habitan: "Están ahí para nuestro beneficio"
Crédito: microbiomalab.com
La importancia de las micro comunidades que viven en nuestro cuerpo y de los miles millones de microorganismos presentes en los distintos ecosistemas del mundo se destaca cada 27 de junio con la conmemoración del Día Internacional del Microbioma y la Microbiota.
A fines de la década de los 60, la bióloga norteamericana Lynn Margulis (1938-2011) postuló que “todos somos comunidades de microbios”, para explicar la colaboración (simbiosis) ancestral entre organismos microscópicos de especies diversas que está en la base de la evolución de la vida.
Es así en animales, plantas y también en los humanos. Las investigaciones en microbiología han evidenciado que las personas somos un ensamble de células propias de la especie y una red de microorganismos compuesta de bacterias, (en su mayoría) hongos y virus que se encuentran en el tracto gastrointestinal, genitourinario y respiratorio, la cavidad oral y nasofaríngea, y la piel.
Todas estas comunidades microscópicas que habitan nuestro cuerpo conforman lo que se conoce como la microbiota humana, término hermano del microbioma, que designa a los microorganismos de esa red, sumados a sus genes y metabolitos, y su ambiente.
El prefijo de ambos conceptos – micro, muy pequeño- contrasta con el gran mundo que encierran. “Lo primero que puede impactar es la cantidad: la microbiota tiene 3.8×1013 células y tenemos 3.8×1013 de células humanas”, indica la académica de Ciencias Biológicas, Apolinaria García Cancino.
Es decir, somos un mix de células humanas y de microorganismos en una proporción uno a uno. «Somos un súper organismo, un epiorganismo, un conjunto. Somos una comunidad interactiva de células humanas y microbiota que, en equilibrio, nos mantiene saludables», afirma.
La especialista llama también la atención sobre el número de diferentes microorganismos que podemos albergar en los distintos sistemas que nos conforman.
“Se estima que en un cuerpo sano habitan más de 10 mil especies bacterianas diferentes, de las cuales apenas un 1% son potencialmente patógenas, casi nada, porque están ahí para nuestro beneficio”, señala la Dra. García, quien ha centrado sus investigaciones en el estudio y desarrollo de probióticos.
La microbiota puede pesar entre 1.5 a dos kilos, mientras que cada uno de los microorganismos pesa menos que un picogramo (1×10-12). “Literalmente hay trillones de especímenes distintos que nos llaman hogar; tantos que superan con creces a las estrellas contenidas en la Vía Láctea. Se estima que cada persona alberga cien trillones de microbios; en comparación, la Vía Láctea cuenta con aproximadamente cuatrocientos millones de estrellas”, ilustra la investigadora.
Pero más que por los números que la describen, la microbiota -que es única en cada personas, como una huella digital- impresiona por lo que es capaz de hacer, anota la Dra. García.
Tiene un papel importante en la nutrición y el metabolismo humano, a través de la incorporación de nutrientes al organismo por medio de procesos de digestión y absorción, la utilización de material de desechos y la síntesis de vitaminas K y B12.
Asimismo, contribuye a la maduración del sistema inmune, manteniendo la vigilancia ante posibles invasiones de la microbiota, y brinda protección frente microorganismos patógenos, manteniendo ocupado el nicho ecológico donde está.
Este gran sistema está determinado por el estilo de vida, la alimentación y la ingesta de medicamentos y su formación parte desde el nacimiento -si es que no antes-.
Aquí la investigadora releva el papel de las madres en la formación de la microbiota de los recién nacidos, a través el parto y la lactancia, donde ocurre una transferencia de organismos de madre a hijo/a, que se considera como la primera colonización del cuerpo.
Hay factores que modifican la composición de la microbiota humana. En los de carácter interno están la genética, el género, el desarrollo hormonal y la edad (va evolucionando a lo largo del ciclo vital). En los externos, se cuentan la ubicación geográfica, el clima, el estilo de vida, la higiene personal -un exceso, la perjudica-, así como el uso de fármacos y antibióticos.
Los últimos son los más perjudiciales, advierte Apolinaria García. Las enfermedades producidas por bacterias se tratan con antibióticos que atacan por igual a las que viven de forma natural en el cuerpo, dice.
Microbiota intestinal
La mayor parte de virus, bacterias y hongos están en el sistema digestivo y, por ello, juega un rol fundamental. Como ejemplo, la Dra. García menciona que una microbiota normal del intestino modula el desarrollo cerebral y el comportamiento.
Es tan importante, que incluso «se ha llegado que absolutamente todos nuestros procesos mentales se encuentran influenciados de alguna u otra manera por la intervención del microbioma intestinal, de ahí que se le llegue a considerar como una especie de segundo cerebro», comenta la Dra. García.
«Si bien es cierto que la mayoría de investigaciones respecto de la interacción microbioma-cerebro se han realizado en animales y que no siempre es posible extrapolar los resultados de manera automática a nuestra experiencia, cada vez comienzan a surgir más estudios en humanos desde los campos de la neuropsicología y el neurodesarrollo que paulatinamente corroboran el marco teórico», agrega.
Un buen estado de salud de la microbiota (eubiosis) tiene múltiples beneficios: buena producción de vitaminas y de algunas de proteínas, así como de ácidos grasos de cadena corta como el butirato y el propionato -que tienen propiedades moduladoras de las respuesta antiinflamatoria y anticancerígenas, respectivamente-; ayuda a la digestión y absorción de nutrientes, estimula el sistema inmune y favorece la mantención de la barrera mucosa, entre otros.
Del otro lado, está la disbiosis microbiana -un desequilibro del sistema- que tiene una estrecha relación con la obesidad, enfermedad inflamatoria intestinal, síndrome metabólico, aterosclerosis, diabetes mellitus, enfermedades infecciosas emergentes y problemas hepáticos; incluso se la vincula a desórdenes el espectro autista, indica la investigadora.
Para cuidar la salud de nuestra microbiota intestinal es fundamental mantener una alimentación saludable, con diversidad de alimentos; evitar el exceso de higiene y el mal uso de antibióticos; reducir el estrés; respetar los patrones de sueño. Y si ya existen síntomas de problemas intestinales, evitar el consumo de alcohol, cafeína y comidas picantes, porque pueden exacerbarlos.
Mientras que para hacer frente a la disbiosis -explica García- existen estrategias terapéuticas como el uso de probióticos (preparados que contienen microorganismos), prebióticos (alimento para los microorganismos) o simbióticos (una mezcla de ambos) y el trasplante de material fecal (se rescatan los microorganismos de personas sanas); así como otros más específicos como inmunobióticos, oncobióticos y psicobióticos,
La importancia de las microcomunidades que existen en nuestro cuerpo y de los miles de millones de microorganismos presentes en los distintos ecosistemas del mundo se destaca cada 27 de junio con la conmemoración del Día Internacional del Microbioma y la Microbiota.
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