Crédito: Archivo
Desde 1990 en adelante se ha planteado la meta (discreta) de alcanzar el 1% del PIB de inversión en ciencia y tecnología en la mayoría de los programas de gobierno.
El promedio en los países de la OCDE es de 2,3% e Israel invierte un 5,4%. La inversión en Chile, desde 1967, cuando se creó CONICyT, que dio paso a ANID con la creación del Ministerio de Ciencia, nunca ha superado la barrera histórica del 0,4%. De esta forma, el desarrollo científico y tecnológico se ha sostenido mayormente en la capacidad creativa y científica de las comunidades desde las universidades, con el soporte de las casas de estudio. En virtud de ello, ha alcanzado una presencia destacada a nivel internacional, que nos prestigia como país, capacidad y compromiso que se aprecian, por ejemplo, en el alza del 135% en publicaciones de corriente principal de 6.700 (en 2010) a 15.746 (en 2020), con inversión congelada en términos del porcentaje del PIB.
¿Cómo podemos entonces superar esta barrera histórica del 0,4%?
Se requiere mayor inversión desde el sector público y el privado, que debe ir acompañada de una diversificación de los instrumentos de financiamiento de ciencia y tecnología. A 2020, de acuerdo con las cifras del Ministerio de Ciencia, Chile invierte un 0,34% del PIB (42% Estado, 34% empresas, 19% universidades, y otros 5%, https://observa.minciencia.gob.cl) y hasta ahora los instrumentos de promoción se centran en el financiamiento competitivo, individual o de pequeños equipos, descuidando un desarrollo más estructural basado en las universidades que contribuyen con el 94% de la investigación de frontera.
En este contexto, valoramos que en la cuenta pública 2023, el Presidente de la República haya planteado explícitamente el valor de la ciencia y tecnología para el desarrollo sustentable de nuestro país, haciendo énfasis en diversos ámbitos tales como transición energética, desarrollo tecnológico, tecnología aeroespacial, seguridad, océanos, salud y catástrofes ambientales, comprometiendo para ello duplicar el financiamiento en I+D en universidades regionales y aquellas que más contribuyen en la ciencia de frontera. De concretarse este incremento al doble de la inversión pública, alcanzaremos un 0,48% del PIB, superando por primera vez en nuestra historia la barrera del 0,4%. ¡Bienvenido! Ciertamente, es un avance.
Si además la inversión privada también se duplica, alcanzaremos el 0,6% del PIB, lo que en una eventual reforma tributaria podría incorporar mecanismos que incentiven este incremento. Todo con la finalidad de avanzar hacia una transformación productiva sustentable basada en el conocimiento.
Si unido a este incremento de la inversión se crean nuevos instrumentos de financiamiento, fondos estructurales, basados en convenios directos, entre otros, se podrán fortalecer las capacidades institucionales para abordar ámbitos de mayor complejidad, que requieren equipos interdisciplinarios amplios, además de crear mecanismos para que las aplicaciones de los resultados de la investigación puedan alcanzar mayores niveles de madurez tecnológica.
Fortalecer las capacidades estructurales de mediano y largo plazo para robustecer nuestro sistema de C&I reconociendo el costo real de la investigación, se alinea con lo ya planteado en la estrategia nacional de CTCI del año 2022. Se trata por tanto de enriquecer la diversidad de instrumentos que promuevan la calidad de la investigación en Chile, reforzando las capacidades de investigación y desarrollo actual, lo que a su vez permitirá que nuevos actores y nuevas áreas temáticas puedan entrar al sistema.
Columnistas
Dra. Andrea Rodríguez Tastets y Dr. Carlos Saavedra Rubilar
Vicerrectora de Investigación y Desarrollo y Rector de la Universidad de Concepción
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