Crédito: Contexto.
Había una vez una joven enamorada del cielo llamada Hisako. Cuando la guerra cayó sobre Tokio y las luces se apagaban para esconder a la ciudad de los aviones enemigos, ella observaba el cielo. A los 28 años su padre le regaló un pequeño telescopio con el que quiso registrar los detalles de la Luna para un club de aficionados.
El artefacto resultó, sin embargo, demasiado modesto para sus sueños, pero Hisako amaba demasiado el cielo y a sugerencia de un profesor de astronomía, el Sr. Yamamoto, apuntó su telescopio al Sol y aprendió a proyectar la imagen del disco solar sobre una hoja de papel de unos 30cm, encontrando unas pecas oscuras que aparecían en la superficie de nuestra estrella. Envió detallados dibujos al maestro Yamamoto quien le contó que esas pecas eran “manchas solares”. Luego de dos años de paciente aprendizaje, en 1946 la vida de Hisako cambió para siempre al ser invitada a espiar regularmente al Sol con el telescopio Nikon del Museo de Ciencias de Tokio.
Las manchas que Hisako vio en la piel del Sol son lugares donde los intensos campos magnéticos evitan que el gas super caliente del interior llegue hasta la superficie. Por eso son más frías (unos 3000 grados Celsius) y se ven más oscuras que el resto de la superficie solar (a 5600 grados). Estas pecas magnéticas aparecen en latitudes medias en cada hemisferio del Sol (a unos 30 grados de latitud norte y sur) y con el tiempo van migrando hacia el ecuador solar hasta desaparecer. Ese viaje se repite cada 11 años y se llama Ciclo Solar. En 1904 la pareja de astrónomos británicos, Edward y Anne Maunder, descubrieron que las manchas al moverse en el transcurso del ciclo van esbozando una mariposa con las alas abiertas vista desde arriba, con un ala en cada hemisferio solar. Años después Hisako también las vería.
Para Japón la mariposa es “el alma de vivos y muertos”; los espíritus toman la forma de este insecto en su viaje hasta la eternidad. El ciclo de vida de las mariposas va desde 1 mes hasta 200 días; para las mariposas solares es de 11 años, y marca la muerte y renacimiento del magnetismo solar. El número y tamaño de las manchas revelan el temperamento del Sol; momentos de calma cuando cesan y de furia cuando abundan.
Con delicados trazos Hisako dibujó manchas solares casi a diario por 37 años con el telescopio Nikon. Su grandeza está en haber convertido paciente y disciplinadamente esas monótonas observaciones en un registro de más de 10 mil momentos únicos en la vida del Sol. Su obra se convirtió en el patrón con el cual cotejar más de 400 años de observaciones previas de manchas solares por diferentes astrónomos y métodos desde que fueron descubiertas en 1610. Sin haber recibido educación formal en astronomía, Hisako ocupa un lugar en la historia de la Ciencia con las casi 4 mariposas que vio posarse en la superficie del Sol durante su vida profesional.
Y para cuando los cerezos de Tokio florecieron 81 veces, Hisako Koyama (1916-1997) al fin abrió sus alas y voló para siempre.
Columnista
Dr. Roger Leiton Thompson
Centro para la Instrumentación Astronómica (U. de Concepción), Observatorio Las Campanas (Carnegie Institution for Science) y la Fundación Chilena de Astronomía.
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