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Más días secos consecutivos en zonas donde son o eran usuales las lluvias de verano, como en la Región de La Araucanía, afectarían tanto la producción como las labores agrícolas en esa zona si no existe infraestructura que permita entregar el agua requerida a los cultivos.
Durante la sequía, hemos aprendido de la estrecha relación entre el clima, la energía y las políticas públicas en el manejo de los recursos hídricos. Hemos puesto esfuerzos, principalmente, en la cantidad, ubicación y momento de las lluvias, pero hemos explorado menos los procesos que ocurren cuando no tenemos lluvia.
El número de días secos consecutivos (DSC) son relevantes para la planificación agrícola, los seguros, la gestión del agua, la gestión del riesgo, la adaptación y las estrategias de gestión. Por ejemplo, más días secos consecutivos en zonas donde son (eran) usuales las lluvias de verano, como en la Región de La Araucanía, afectarían tanto la producción como las labores agrícolas en esa zona si no existe infraestructura que permita entregar el agua requerida a los cultivos.
Resultados preliminares de nuestro equipo utilizando datos de las estaciones sugieren un incremento en la probabilidad de períodos secos más prolongados en el centro-sur de Chile, lo que está en línea con el IPCC (2021), que muestra un cambio de más de 3 días en la máxima cantidad días secos consecutivos desde 2010 en comparación con 1950-2010.
La zona al sur (desde Los Ángeles) suele experimentar periodos secos de hasta 7 días durante la primavera y el verano, por lo que las obras hidráulicas para el agua superficial son menos intensivas. Las diferencias en las probabilidades entre los años afectados por la sequía (2010-2020) y los años anteriores (1979-2009) revelan un aumento en la probabilidad de tener periodos secos de una semana o más durante la primavera en los años de sequía. Las zonas más afectadas se encuentran en la cordillera de la Costa y el Valle Central, lo que supone unos 50.000 km2.
El peor escenario es tener infraestructura hídrica menos desarrollada (menor número de bocatomas, menor longitud de canales), un mayor uso del agua (aumento de tierra cultivada) y probabilidades de que los años de sequía sigan ocurriendo en el futuro, lo que es plausible que ocurra. En efecto, desde Los Ángeles al sur, tenemos la menor densidad de infraestructura de aprovechamiento de recursos hídricos superficiales, que coincide con la región en la que el aumento de la probabilidad de DSC es significativa.
Para hacer frente a una menor pluviometría y a periodos de sequía más frecuentes y prolongados, los agricultores han optado por fuentes de agua subterránea para adaptarse a las nuevas condiciones climáticas. Así, los agricultores dependen menos de fuentes variables como las precipitaciones y las aguas superficiales, pero bombean de sistemas de aguas subterráneas que no se conocen bien.
Si las condiciones actuales de clima, energía y costos del agua se mantienen en el futuro, la infraestructura actual sería insuficiente para hacer frente a un clima más cálido y seco en las próximas décadas. Por otra parte, las medidas de adaptación que han tomado los agricultores deben acompañarse de políticas públicas que incentiven el uso racional del agua y que el diseño de la nueva infraestructura tenga una perspectiva de cambio y variabilidad del clima. La capacidad técnica de los agricultores, miembros del Estado y científicos chilenos debe capitalizarse en una propuesta preventiva frente a un futuro incierto y una agricultura cada vez más necesaria.
Columnista(s)
Dr. Diego Rivera
investigador principal del Centro de Recursos Hídricos para la Agricultura y la Minería
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