Continúa proyecto impulsado por Dr. Roberto Rodríguez: Flora de Chile tiene nueva editora y apronta dos publicaciones
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La bióloga y Magíster en Ciencias mención Botánica, Alicia Marticorena Garri, toma el relevo en la elaboración del catastro actualizado de las plantas que crecen en el país, iniciado hace 35 años.
En sus últimas revisiones se encuentran los dos números del fascículo de la Nueva Flora de Chile dedicado a las poáceas -gramíneas-, con miras a su publicación durante este semestre, continuando el plan de entregas programado por el Profesor Emérito e investigador del Departamento de Botánica, Roberto Rodríguez Ríos, editor general de esta gran obra hasta su fallecimiento en enero de este año.
Dentro del cronograma de publicaciones, este año también está prevista la edición del apartado sobre cactáceas, trabajo coordinado por el Dr. Pablo Guerrero junto con el botánico Helmut Walter.
Ambas entregas tienen ahora como editora general a la bióloga y Magíster en Ciencias mención Botánica, Alicia Marticorena Garri, quien toma el relevo en la conducción de este proyecto que partió hace 35 años con el objetivo de hacer un catastro actualizado de las plantas -nativas e introducidas- que existen en el país.
La trayectoria profesional de Alicia Marticorena está cruzada por esta iniciativa, ya que colaboró con ella desde sus inicios, cuando la edición general estaba en manos del profesor Clodomiro Marticorena Pairoa (†) y del Dr. Rodríguez (†).
Eran los tiempos en que cursaba el magíster y ambos eran sus profesores. “Mi papá mantenía un poco de distancia, por el qué dirán. ¡Era terrible con eso!”, dice la académica.
Ya en esos años estaba cumpliendo la función de curadora ad honorem del Herbario, de modo que -reconoce- todo se dio como algo natural.
“Empecé haciendo revisiones de familias y de a poco me fui involucrando un poco más, incluso diagramé algunos de los primeros fascículos. Nunca dejé de trabajar (en el proyecto)”, agrega.
Cuando su padre dejó de trabajar en la Flora, ella entró de manera formal al equipo del proyecto en “el que todos hacíamos de todo, era como un circo pobre”, recuerda y señala que, si bien en un comienzo hubo periodos en que las ediciones eran más espaciadas, en los últimos años las publicaciones han ido avanzando mucho más rápido.
Las floras deben abordarse de acuerdo a una secuencia que va de familia en familia, pero a veces no pueden ser completadas todas de una vez, por eso a partir del segundo volumen se decidió comenzar a publicar por separatas o fascículos, un método que permite ir preparando varios trabajos de forma paralela e ir terminando lo que está más avanzado.
Así, al hacerse cargo del proyecto, la especialista en flora chilena y malezas continúa con la preparación de los fascículos que ya estaban en marcha.
Familias complejas
El de las poáceas, conocidas como gramíneas o pastos -dentro de las que se encuentran los cereales- está en las últimas correcciones y ha sido enviado a su editor, el académico de la Facultad de Agronomía, Víctor Finot Saldías, que fue el encargado de reunir a un grupo de especialistas en los distintos géneros, comentó la editora general.
Este fascículo consta de dos tomos, que concentran más de 500 especies con sus géneros ordenados alfabéticamente: el primero que va desde Agropogon a Hordeum, mientras que el segundo comprende desde el género Imperata hasta Zea.
“Estamos felices porque es una familia súper compleja de estudiar; para determinar un ejemplar hay que tener mucho entrenamiento y solo los especialistas pueden hacerlo. Es un gran paso para la Flora de Chile”, asevera la curadora del Herbario UdeC, cuyas colecciones han sido un gran soporte para la obra.
Estas plantas, cuenta, tienen mucha importancia en el ámbito agronómico, si se piensa en las malezas o plagas que llegan a los cultivos.
“Hay que tener claro si estás tratando con una maleza o con una planta nativa, porque eso es muy importante desde el punto de vista económico”, complementa.
Por otro lado, está en proceso el apartado de las cactáceas, “otro grupo bien complejo, dado que hay una gran cantidad de nombres que andan dando vueltas, referidos a la misma especie. Estamos esperando que se resuelvan algunos problemas taxonómicos para terminar de cerrar esa familia”, describe.
Otro aspecto que ha extendido el cierre de este fascículo está relacionado con los dibujos.
“Son muchos y complejos de hacer y en el camino se ha visto que hay otras cosas que ilustrar, otros caracteres que resaltar, mejorar algunas láminas, porque en los herbarios no están los ejemplares (que incluye el apartado)… los cactus son difíciles de recolectar, así que también hemos recurrido a fotografías. Pero ya estamos bastante avanzados en eso y esperaríamos este año publicar también las cactáceas”, asevera.
En paralelo, está en desarrollo la publicación dedicada a las brasicáceas, la familia de las mostaza y las coles, cuyo texto fue hecho por el especialista mundial en estas plantas, Ihsan Al-Shehbaz, junto al académico del departamento de Botánica, Oscar Toro Núñez.
Este texto, al igual que el de las poáceas, incluirá algunos dibujos facilitados por la Flora Argentina, en el marco de una colaboración con el director del Instituto de Botánica Darwinion de Buenos Aires, Fernando Zuloaga, que partió con los profesores Marticorena y Rodríguez.
Y aún hay camino por recorrer.
“Quedan familias muy grandes como las asteráceas (las margaritas) que es además muy diversa. Lo vamos a hacer por subfamilias porque es más eficiente hacerlo así. Y van a salir cosas grandes, porque hay una subfamilia, Senecioneae, donde solo uno de sus géneros, Senecio, tiene más de 250 especies. Eso es mucho como para esperar y armar un volumen completo de toda la familia”, menciona la investigadora.
Además hay otro gran grupo, las monocotiledóneas -dentro del que se encuentran las gramíneas- “que son plantas que tienen un cotiledón (una hoja embrionaria) y flores normalmente en número de tres y de seis piezas florales”, apunta.
“En estos grupos, que comprenden familias grandes, estamos al debe. Ahora estamos armando otro fascículo más y empezando a buscar especialistas que nos ayuden”, cuenta.
Sin embargo, es importante señalar que Alicia no está sola en esta labor, ya que desde hace un tiempo que Sebastian Teillier, un amigo y colega botánico con gran experiencia en floras, ha venido colaborando con la flora, y ahora con más entereza, y bajo el compromiso que había adquirido con profesor Rodríguez, será también editor de esta obra.
El tiempo de las floras
La Nueva Flora Chilena partió en 1987 con un proyecto respaldado por reconocidas instituciones internacionales como el Missouri Botánica Garden, Andrew Mellon Foundation y National Science Fundation, entre otras, y su objetivo es describir la totalidad de especies nativas e introducidas del territorio continental e insular.
Las pteridófitas y las gimnospermas —helechos y coníferas— fueron los grupos incluidos en su primer volumen, publicado en 1995 y galardonado, dos años después, con el Premio Atenea a la Mejor Obra Científica.
Este trabajo liderado por el Departamento de Botánica es la tercera iniciativa orientada a hacer un compendio de la flora chilena después del texto del botánico y naturalista francés Claudio Gay, terminada en 1854, y el de Carlos Reiche, que tuvo su último volumen en 1911.
El nuevo texto contempla la descripción taxonómica de 5 mil 425 especies en seis volúmenes y, por sus características, tiene un desarrollo de largo plazo.
Las floras, en general, son obras monumentales que abarcan mucho tiempo, por varias razones. Una de ellas es -como explica Alicia Marticorena- que hay grupos de plantas difíciles de trabajar, porque nunca han tenido una revisión completa o porque sus especies no están bien delimitadas.
“Hacer un estudio completo toma mucho tiempo, tienes que revisar la mayor cantidad de ejemplares de herbarios para tener una buena visión del grupo que estás estudiando. A veces también cuesta mucho encontrar a especialistas de algunos grupos o géneros”, añade.
La investigadora destaca que una flora es una obra de carácter colaborativo y en el que los especialistas tienen una participación ad honorem. “Lo hacen por el gusto de ayudar y muchos de ellos trabajan en sus tiempos libres. Tampoco recibimos un sueldo, es un proyecto que nace de las ganas de tener nuestra flora propia. Se hace más que nada con el corazón que con otra cosa”, afirma.
Y ante las dificultades que surgen para avanzar en algunos grupos o géneros, Marticorena recuerda que “una flora es la foto de un momento; entonces no hay que volverse loco pensando en tener descrita hasta la última especie”.
“La taxonomía siempre está cambiando, uno se detiene un momento a mirar qué es lo que hay y eso ayuda mucho, por ejemplo, para los estudios de impacto ambiental, para tener literatura que respalde estudios de flora en algún tipo de proyecto”, explica.
A juicio de la investigadora, contar con una flora entrega soporte y otorga identidad a un país. En Chile, el 38% (unos 2080 taxones) de las especies nativas son endémicas, es decir, solo existen aquí; “son únicas y por eso es importante conocerlas. Tener claridad de los recursos que tenemos nos da poder, entre comillas, para protegerlos, para tomar decisiones más informadas”.
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