Balonmano UdeC: El gran golpe que dio el elenco estudiantil en los Nacionales Universitarios de 1998 y 1999
Crédito: Cedida
Brillante generación de deportistas rememora aquellos años de gloria, donde consiguieron dos títulos consecutivos en Valparaíso y Santiago, respectivamente. Algunos de ellos actúan por estos días en la Copa America Máster+42 que se desarrolla en Viña del Mar.
De los últimos seis mundiales de balonmano masculino, Chile ha estado presente en todos ellos, después de que en los primeros 21 encuentros —que se desarrollan desde 1938— no participara.
El primero de ellos fue Suecia 2011. Desde un poco antes de ese hito, los nombres de Patricio Martínez, Marco Oneto, los hermanos Feuchtmann y tantos otros han puesto en alto el nombre de Chile en la escena panamericana, con sendos podios en los eventos más destacados del continente.
Pero hace 30 años el escenario no era el mismo. De hecho, ni siquiera existía un Campeonato Nacional Universitario de la especialidad en el país. Fue así que un grupo de talentosos y entusiastas jóvenes de la Universidad de Concepción cambiarían la historia de un deporte que siempre estuvo más arraigado en Valparaíso, Viña del Mar y Santiago.
En 1994, Alexie Aeloiza Matus participaba como árbitro en la Rama de Balonmano de la Universidad de Concepción. Era estudiante de Pedagogía en Educación Física y contaba con experiencia técnica como ayudante en la selección de fútbol masculina universitaria. Por otra parte, Patricio Polic Orellana, exárbitro de fútbol profesional, cursaba también Pedagogía en Educación Física, específicamente en cuarto año.
“Comencé a hacerme cargo de la selección cuando aún era estudiante, eso fue efectivamente el año 1994. Desde esa fecha hasta el día de hoy estoy a cargo de la selección y hemos pasado por muchos procesos”, relata Aeloiza.
Balonmano UdeC en el Gimnasio Municipal / Cedida
En esa época la Universidad de Concepción funcionaba con el concepto de ramas deportivas, no con la figura de selecciones deportivas como en la actualidad —en el caso del balonmano—, donde era administrada por los propios alumnos.
No existían los nacionales universitarios de balonmano, por lo que la Universidad de Concepción tomó la batuta y decidió organizar uno al que se llegaría mediante invitación. El Gimnasio Municipal de Concepción fue el escenario, donde vinieron equipos de Santiago, Valparaíso, Temuco y, por supuesto, Concepción.
La UdeC se coronó aquel año. En la gesta participó obviamente Patricio Polic. Fue un gran mérito, que sirvió además para encender la mecha del balonmano a nivel universitario y dar paso a los nacionales de la especialidad. Al año siguiente, la Universidad del Bío-Bío lo organizó y los equipos ya empezaron a llegar a la cita luego de un proceso de clasificación.
Ese año, 1995, comenzaría a llegar una generación brillante del balonmano a la Universidad de Concepción, cada uno con orígenes distintos, tanto de vida como de iniciación en el deporte.
La columna vertebral
Uno de ellos fue el portero Rafael Radwell Darricarrere, que entró a estudiar Pedagogía en Educación Física justamente el año 1995. “Empecé a jugar balonmano en el Colegio Concepción en segundo medio. Después de eso el colegio formó un Club Deportivo: yo jugaba por los dos y así llegué a mi primer nacional adulto. Saliendo de mi licenciatura un viernes ya iba viajando el sábado en la mañana a Santiago a jugar por el Club Deportivo”, recuerda Rafael.
Con uno de los trofeos / Cedida
La historia del portero con la UdeC venía desde antes de su ingreso como alumno. “Partí jugando ahí antes de entrar a la UdeC como tal, que fue el año 1995. El año 1994 no estudié y uno de los jugadores antiguos, Luis Gallardo, llamó por teléfono a mi papá para que los acompañara a jugar un campeonato a Valparaíso. Esa fue mi primera vez con la UdeC”, rememora.
El año 1997 fue donde se completó definitivamente el equipo. El primer refuerzo venía desde muy lejos, desde otro continente.
Rodrigo Muñoz García, también profesor de Educación Física, había retornado hace un par de años a Chile, en específico a la casa de su abuela materna. Dos décadas pasó en Francia, donde tuvo que partir con apenas meses de edad por el exilio de su madre.
Tanto su madre como su padre fueron estudiantes de la Universidad de Concepción. Su mamá, profesora de Historia y Geografía; y su papá, sociólogo, con algún cargo en la Federación de Estudiantes en esos convulsos años de fines de los 60′ y principios de los 70′.
En la sureña y famosa localidad francesa de Avignon, Rodrigo comenzó a jugar al balonmano. “Allá el deporte es algo más en la cultura de cada día, está dentro de la sociedad francesa, todo el mundo hace deporte en un club. Llegando a Concepción, mi primer acercamiento fue con el rugby, desconocía la existencia de la rama de balonmano en la UdeC, pero finalmente llegué”, cuenta Rodrigo.
Ese mismo año, pero a Ingeniería Civil Metalúrgica, llegó Carlos González Larenas. Él empezó a jugar balonmano, al igual que Rafael, en el Colegio Concepción, donde tuvo un DT que salió de las primeras generaciones que estuvieron intentando implementar el balonmano en la ciudad: Cristian Saavedra.
No todo era deporte… / Cedida
“Empecé a jugar en primero medio. Antes jugué rugby y me lo prohibieron en la casa por una fractura que tuve. Mi madre quedó convencida de que iba a estar bien y así siguió hasta que me fue a ver a un partido de balonmano, y ya era muy tarde para prohibirme otro deporte”, cuenta Carlos entre risas.
Para ese época era alto, con 1.80 m. Su posición natural era lateral izquierdo, porque su lanzamiento más fuerte era con la derecha. “Ya en la UdeC empecé a entrenar de inmediato. Éramos un equipo relativamente nuevo. Mi posición natural varió porque ahí jugaba Rodrigo Muñoz, que era mejor que yo, pero yo podía lanzar con la izquierda y quedé como lateral derecho, que fue mi posición por siempre”, explica Carlos.
Alejandro Valenzuela Durán, profesor de Educación Física, también ingresó el año 1997. Venía de la selección de atletismo, específicamente del lanzamiento del martillo. Cuenta que Rodrigo Muñoz y Sebastián Lagomarsino lo invitaron a ser parte de la selección de balonmano y se enamoró de ese deporte.
La gloria alcanzada en 1998
“Fue un proceso de aprendizaje en común, donde se conjugaron muchas situaciones. También fueron integrándose a la UdeC alumnos que venían con otras experiencias, algunos en el extranjero, nosotros acá estábamos en el mismo proceso de aprendizaje en el área técnica y se fue generando una unión y una relación familiar con todo el grupo, lo que nos fue llevando a ciertos logros que poco a poco se fueron traduciendo en cosas importantes a nivel nacional”, manifiesta Alexie Aeloiza, quien hasta el día de hoy es el DT del balonmano masculino UdeC.
Ya desde 1996 se empezaron a organizar los torneos universitarios bajo la organización anterior a Fenaude. El año 1996 y 1997, en Temuco y Valparaíso, la UdeC obtuvo dos terceros lugares, cayendo las dos veces con los anfitriones en semifinales.
Hasta que llegó el hito que cambió todo. La Universidad de Playa Ancha cumplía 50 años en 1998. El balonmano es muy fuerte en esa casa de estudios, como se demuestra hasta el día de hoy. Por lo tanto, ellos pidieron encarecidamente ser los anfitriones del Nacional Universitario de Balonmano y así poder celebrar con su gente el medio siglo de vida.
Cada uno tiene sus recuerdos. Dentro de ellos, hay datos ineludibles. Luego de superada la ronda de grupos, en semifinales a la Universidad de Concepción la esperaba la Universidad de Magallanes; todos coinciden que ese fue el partido en el que se ganó el título. Aquel cotejo se inició jugando al aire libre, en la cancha de la Universidad Federico Santa María.
“Alexie nos inculcaba que jugáramos de forma muy leal, contacto con el pecho, nada de golpear con las manos. Los de la Universidad de Magallanes eran más viejos y mañosos. Pasaron los primeros cinco minutos y nos pegaron por todos lados, parecíamos membrillos. Alexie pide tiempo fuera y nos dice ‘¿qué les pasa? Les están pegando’, y nosotros le decimos que eso nos había enseñado él, a jugar leal. ‘Si les pegan, péguenles de vuelta’, dijo Alexie. Dicho y hecho. En pocos minutos remontamos la diferencia en goles que nos habían sacado y jugamos con todo”, expresa Carlos González.
Fragmento de un recorte de la época / Cedida
Pero llegó otro invitado de piedra: la lluvia, por lo que tuvieron que terminar el partido al día siguiente en la mañana; el que ganaba pasaba a la final, que era un par de horas más tarde.
Al otro día, ya en la Universidad de Playa Ancha, el juego siguió. “Quedaba menos de un minuto y pasamos un gol arriba. Ellos nos empatan y luego perdemos el balón. Venía a lanzar uno de ellos, salí a marcarlo para que no lanzara… no lanzó, pero me expulsaron por dos minutos, me quedé súper triste afuera, porque se venía el alargue con gol de oro”, relata Patricio Polic.
En tanto, Rafael Radwell recuerda que “el 98 el partido más memorable fue la semifinal contra la Universidad de Magallanes, donde nos fuimos a dos tiempos extra y entraba a jugar el gol de oro. Nuestro capitán ganó el sorteo, eligió sacar, ya estábamos con un jugador menos, sacamos y fue gol”.
Pero no fue cualquier gol. “Viendo desde afuera, Rodrigo Muñoz saca el balón y se la entrega a Sebastián Lagomarsino; él pasó entremedio de dos o tres jugadores y lanzó una rosca, un lanzamiento con efecto, y el balón se coló lentamente en el arco. Fue una alegría inmensa y pasamos a la final con estadio lleno ante el local, la Universidad de Playa Ancha”, recuerda Polic.
La final ya fue otro tema. Ganaron a estadio lleno por una diferencia de seis goles (29-23) y se trajeron una inmensa copa de más de un metro y medio de alto. Rafael Radwell fue premiado como el mejor arquero. “Al otro año en Santiago conseguimos el bicampeonato en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, ante los locales. Ya el año 2000 empezamos a decaer, los equipos nos conocían, éramos los mismos, no cambiamos mucho y perdimos la final ante la Universidad de Playa Ancha en su cancha, en el que fue mi último torneo”, apunta Radwell.
Venir del sur a ganar a Valparaíso y al año siguiente a Santiago es la proeza de este grupo. De ellos, Rodrigo Muñoz tuvo un período corto en la selección nacional, ya que en una gira en Brasil se quebró un pulgar y ahí paró.
Al día de hoy, aún compitiendo / Cedida
“El deporte cansa en Chile, por la estructura, los dirigentes, es algo que hay que modificar. Decidí alejarme un poquito. Fui papá y en los primeros cinco años de vida de mi hijo decidí que debía estar con él, porque el deporte demanda mucho a las familias, lo primero era construir el apego de mi hijo”, dice Rodrigo.
Qué pasó con ellos
Alexie Aeloiza sigue el mando del balonmano masculino UdeC. Narra que jugaron cinco finales consecutivas y que fue un ciclo en el cual se generó una sinergia positiva y ese ciclo continuó ya no como jugadores seleccionados UdeC, sino que muchos de ellos se desarrollaron en el balonmano y que de alguna manera ahí parte la fortaleza de lo que es hoy este deporte en la región.
Muchos de ellos hoy son técnicos, o se iniciaron como técnicos y dejaron huellas en distintos lugares y colegios del Biobío, fundamentalmente en la provincia de Concepción.
Patricio Polic, Sebastián Lagomarsino, Rodrigo Muñoz, Alejandro Valenzuela y Rafael Radwell siguen ligados hasta el día de hoy al balonmano. Los cuatro primeros se encontraron en la Copa América Máster+42 que se jugó en Viña del Mar la semana pasada. Lagomarsino y Valenzuela en la categoría+42, donde Rodrigo Muñoz es el entrenador, y Patricio Polic en la categoría +49.
Rafael se fue a Punta Arenas el año 2009 y hace cinco años que se volvió a ligar al balonmano. “Estamos tratando de sacar niños, trabajando en escuelas básicas para sacar equipos y jugadores, semillas”, añade.
Carlos González y su familia en Hong Kong / Cedida
“Toda esta etapa estudiantil me marca primero por los amigos que vamos dejando, que después nos vamos reencontrando en algunos viajes. La camaradería son los recuerdos, como escuché por ahí, las medallas juntan polvo, lo que queda son los recuerdos”, comenta.
Por su parte, Carlos González está en el lejano Oriente. Trabaja para una compañía chilena, CMP, que es parte del grupo CAP, que produce mineral de hierro en el norte de Chile y gran parte de ese mineral se comercializa en Asia. “Por eso me tocó venir a abrir la oficina de CMP en Hong Kong el año 2013, en lo que ha sido una experiencia súper buena, ya que es una ciudad cosmopolita, donde se hace fácil la vida para los extranjeros, que son muchos”, cierra.
El deporte, como siempre, uniendo generaciones. A la Universidad de Concepción se viene a estudiar, pero los recuerdos que perduran son las amistadas, las que unidas por el deporte y en proezas como esta construyen historias imborrables.
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