Crédito: Cedida
La selección universitaria de fútbol masculino llegó a Valparaíso con la fuerza imparable de haber formado aquel grupo en los grises años que vivía Chile. Se retiraron invictos y escribieron una gran historia para la Universidad de Concepción.
Las vidas de Guillermo Jiménez Chávez y Raúl Angulo Henríquez todavía no se cruzaban, pero ya tenían un punto en común. Ambos habían ingresado a primer año en la Universidad de Concepción el año 1972. El primero a Ingeniería, el segundo a Ingeniería Comercial. Raúl encontró su vocación en la Escuela de Economía y Guillermo se convirtió finalmente en profesor de Matemáticas.
Raúl es descrito por sus compañeros como un talentoso, como un 10 clásico que tenía la misión de —en esos años— hacer jugar a los dos punteros y al delantero centro. Además, tenía gol, un talento innato que inmediatamente deslumbró en el Torneo Mechón de 1972, donde Ingeniería Comercial se consagró campeón.
Ya en esa época estaba bajo la mirada atenta de don Sergio Viveros Canales, exfuncionario y fundador de la Rama de Fútbol de la Universidad de Concepción en 1953, cuya presidencia ostentó hasta el año 1997.
Así, a Raúl le fue extendida la invitación para ser parte de la selección universitaria masculina de fútbol. Guillermo detalla que en ese 1972 escuchó hablar de torneos nacionales universitarios, pero finalmente todo quedaría pendiente. La polarización de la sociedad chilena no hacía posible que se desarrollaran dichos eventos deportivos. Postergación. Al año siguiente la situación cambió, literalmente, de golpe. Aquella postergación dio paso a una suspensión indefinida, término tan popular en aquellos años.
El fútbol, aquel deporte tan amado y odiado, tan incomprensible para quienes no ven nada más allá que un grupo de personas corriendo atrás de una pelota, se volvió una válvula de escape. La suspensión indefinida de reuniones que congregaran un número determinado de personas contaba con una salvedad. Los entrenamientos de las ramas deportivas sí podían llevarse a cabo, siempre bajo la atenta mirada de un militar o un grupo de ellos.
Poco a poco se fue conformando un grupo que tenía en común un gran talento para el fútbol y el haberse formado bajo condiciones psicológicas adversas. Pero faltaba un elemento. Así fue como la experiencia y jerarquía llegó a conducir a este puñado de muchachos que solo querían jugar y ganar. Don Luis Vera Avendaño, leyenda del fútbol regional, vino a encabezar un proyecto ambicioso que quería dejar al fútbol universitario en lo más alto.
Quién más que él podía hacerlo. En los famosos Campeonatos Regionales que se desarrollaron entre 1949 y 1967 en la zona, Universitario —representante de la Universidad de Concepción— alcanzó la gloria en una oportunidad (1962), con don Luis Vera como entrenador. Además, como jugador había sido seleccionado chileno y defendió la camiseta nacional en 14 oportunidades, todas como titular, incluyendo dos Campeonatos Sudamericanos y las Clasificatorias rumbo a Suecia 1958.
Primera alegría. Tristeza. Segunda alegría
Lunes, miércoles y viernes. Ya para 1976, esos eran los días de sagrado entrenamiento. Ante la mirada de Luis Vera, Sergio Viveros y Orlando Gallardo (PF), los muchachos —todos talentosos— ya se acostumbraban al rigor del entrenamiento físico y táctico.
Volaban. Competían también en la categoría cadetes, donde se enfrentaban con las series respectivas de los equipos profesionales de la zona. Preliminares en partidos de Deportes Concepción, Huachipato, Naval y Lota Schwager. Muchos buenos resultados. Una lástima que aún no se retomaban los Nacionales Universitarios de Fútbol.
Hasta que se retomaron. A mediados de 1976 llegó la orden. En ella se estipuló que octubre tenía una semana reservada en el calendario para la magna cita. Como el tiempo apremiaba, otra orden indicaba que el sistema de eliminatorias de la zona sur se jugaría a un solo partido entre la Universidad de Concepción y la Universidad Austral de Valdivia, con localía para los primeros en el Estadio Municipal de Concepción, hoy Estadio Ester Roa Rebolledo.
Esa fue la primera alegría. Jugando con estadios llenos muchas veces, los jóvenes soñaban con ese Nacional Universitario, con llenarse de gloria defendiendo a su querida Universidad de Concepción. Favoritos absolutos, salieron a triturar a su rival. Pero si hay un deporte que es maravilloso por lo sorpresivo, ese es el fútbol. La Universidad Austral de Valdivia daba la gran sorpresa y se imponía a una estupefacta UdeC que no entendía lo que pasaba. Pero pasó. Primera tristeza.
“Fue la peor derrota que tuve en la Universidad, la que más me dolió. Pero sirvió para lo que sería el año 1977”, señala Guillermo Jiménez. Caras largas, pero no había tiempo para lamentos. El Campeonato Regional Universitario estaba a la vuelta de la esquina. El equipo parecía no tener rival. Llegaron invictos a la final. No era cualquier definición. La Pontificia Universidad Católica de Chile, sede Talcahuano, los esperaba. Ocho jugadores universitarios y tres profesionales.
Toda persona que haya jugado fútbol amateur alguna vez y por esas cosas de la vida tuvo que enfrentar a un jugador profesional, sabe que hay un abismo de diferencia. Pero nuevamente, esto era fútbol. La antigua cancha UdeC, ubicada entre la Casa del Deporte y la Facultad de Odontología, se llenó hasta las banderas. Los muchachos no fallaron. 1-0 y a celebrar. La extenuante misión estaba concluida y a esa generación solo le faltaba jugar un Nacional.
Debut y despedida
Aquel concepto es un clásico del deporte que dice relación con una eliminación temprana. Acá no es así, se utiliza para resumir que el grupo de muchachos pudo finalmente clasificar al tan ansiado Nacional Universitario de 1977, pero que a la vez dicho evento significaba para muchos la despedida, ya que era su año de egreso. Con dicho condimento, la preparación fue más intensa que nunca.
Hasta que llegó el día del viaje. Como es tradición, un bus los esperaba afuera de la Casa del Deporte para emprender el largo periplo hasta Valparaíso. Muchos de los jóvenes no habían tenido la posibilidad de hacer un viaje tan largo y hasta eso era especial. Pero en la cabeza de cada uno no existía otra idea que la de ganar y culminar su carrera universitaria con una medalla equivalente a la gloria deportiva.
Ya el primer escollo era durísimo. Del otro lado, los vigentes campeones nacionales, la Universidad de Chile. Como es costumbre en estos eventos —donde el presupuesto no es tan alto— los días de los partidos las delegaciones viajan juntas. Su rival, ubicado estratégicamente en el bus, se dedicó a cantar todo el trayecto con la característica alusión a los leones. Los muchachos de la UdeC se fueron callados, concentrados.
En cancha, todo se equilibró. Con los nervios propios del debut, se produjo un empate 1-1, con gol de Raúl Angulo. Empatar ante el campeón vigente era positivo, pero de ninguna forma daba para conformarse. La Universidad del Norte fue el segundo rival y lo superaron claramente por dos goles a cero, con goles de Luis Cisternas Riffo y Armando Domínguez Ponce. La clasificación a la semifinal era casi un hecho, pero ellos querían el primer lugar del grupo. Ignacio Tapia Elorza y Germán Jara Escobar fueron los encargados de doblegar el arco de la Universidad Técnica del Estado y sellar el paso a semifinales como primeros del grupo.
Pasar como primeros siempre es un premio, pero a veces aquel puede ser un premio sorpresa. Y las sorpresas gustan o no. Por el paso a la final se debían enfrentar al organizador, la Universidad Católica de Valparaíso. La cancha de Las Salinas completamente llena de aficionados locales subía la vara de dificultad. Pero aquellos muchachos, que en varias oportunidades fueron teloneros de partidos profesionales con multitudes en la gradas, estaban lejos de intimidarse.
Así fue como con un solitario gol de Luis Cisternas, la Universidad de Concepción enmudecía a la parcialidad local y lograba el paso a la final. Tantos años de esfuerzo, de entrenamiento, de apoyarse los unos a los otros en los momentos más difíciles de Chile daban una merecida recompensa. La gloria estaba a un paso. El rival en la final fue la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Más allá de la definición
Cabe recordar que la Pontificia Universidad Católica de Chile era una selección nacional —literalmente—, dado que podía contar con jugadores provenientes de cualquiera de sus numerosas sedes repartidas a lo largo del territorio. Nota aparte, el DT era el hombre encargado de la sede Talcahuano, que el año anterior había perdido —justamente ante la UdeC— la final del Campeonato Regional Universitario por 0-1. Ya conocía al adversario.
Como la mayoría de las finales, el partido fue muy parejo, lo que demostraba la enorme calidad de los representantes UdeC al no dar ventajas ante un rival que contaba con la plusvalía de tener a los mejores de sus diferentes sedes, incluyendo profesionales. 1-1 terminó el partido, con anotación de Germán Jara. En cancha, la Universidad de Concepción finalizó una campaña invicta, con tres triunfos y dos empates. Pero en las finales el empate tiene un desenlace, los penales. La gloria ya no estaba a un paso. Estaba a doce.
Lamentablemente, el segundo penal del representativo UdeC no logró ser gol y después nadie más falló en ambos equipos. 4-5 fue el marcador final. La pena no logró imponerse a los cánticos, los muchachos de la UdeC habían dado todo no solo en ese partido, durante años, y así lo vivieron. No celebraron una derrota, cantaban por todos los años de prohibiciones a los que tuvieron que hacer frente y por la representación tan gloriosa de la casa de estudios, en lo que fue la primera gran actuación del fútbol universitario a nivel nacional.
Dentro de las distinciones individuales estuvo la obtenida por el arquero Oneglio Pedemonte Villablanca, en esa época estudiante de Medicina y hoy médico anestesista en Viña del Mar, un arquerazo en palabras de sus compañeros, que transmitía tranquilidad a las líneas siguientes.
Ambos entrevistados coinciden en destacar a los tres integrantes del cuerpo técnico: Luis Vera (DT), Sergio Viveros (Ayudante) y Orlando Gallardo (PF). De todos ellos, el primero es el único que ya no está presente. Fallecido el año 2014, Raúl destaca su trabajo “no solo en el aspecto físico, sino también futbolístico. Nos enseñó a jugar y a competir de una manera impresionante. En los entrenamientos y partidos hacíamos un calentamiento previo de un tiempo, por lo que eran tres tiempos en total; al entrar a jugar ya veníamos como si hubiésemos jugado un tiempo completo. Al igual que don Sergio Viveros, él fue un padre para nosotros”.
Para Guillermo, la otra piedra angular fue don Sergio, “gran persona y entrenador, andaba con nosotros para todos lados, se preocupaba de nuestros problemas, sobre todo de los que venían de afuera, muchas veces conversando con los mismos profesores y profesoras para obtener las facilidades de suspensión de certámenes en épocas de partidos de fútbol donde representábamos a la UdeC”.
Jiménez apunta que “el equipo de nosotros tiene un lema: ‘Con la UdeC en el corazón’. El Nacional Universitario de Fútbol Valparaíso 1977 representa mucho para nosotros, porque para muchos fue el primero y el último”. Exactamente así fue, pero eso no ha imposibilitado que sigan en contacto hasta el día de hoy, en estos tiempos difíciles, vía modalidad remota.
En tiempos normales, se juntaban dos veces al año. En invierno jugaban un partido de baby fútbol y en verano un partido de fútbol, cuando las condiciones lo permitían. Pero lo más importante siempre fue el tercer tiempo, donde se reúnen a recordar la preciosa época que vivieron representando a la camiseta de sus amores, la Universidad de Concepción.
La delegación que viajó a Valparaíso en octubre de 1977 estuvo conformada por Oneglio Pedemonte Villablanca, Gonzalo Carrasco González, Luis Ferrada Medina, Patricio Suazo Leyton, Óscar Herrera Gacitúa, Guillermo Jiménez Chávez, Ernesto Navarro Brunet, Armando Domínguez Ponce, Raúl Ángulo Henríquez, Juan Peña Silva, Luis Cisternas Riffo, Ignacio Tapia Elorza, Gino Venegas Jaña, Ricardo Vargas Morales, Germán Jara Escobar y Luis Fierro Aguilera. El cuerpo técnico fue encabezado por Luis Vera Avendaño (DT), Sergio Viveros Canales (Ayudante) y Orlando Gallardo Green (PF).
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