La prevención de incendios forestales se ha vuelto prioritaria en la Región del Biobío, ante un aumento del 12% en la ocurrencia de estos eventos respecto del mismo período del año anterior, con 260 incidentes registrados hasta la fecha, según datos entregados la semana pasada por Conaf.
El organismo técnico informó, asimismo, que la superficie afectada a nivel regional supera en casi 500 hectáreas las cifras de la temporada anterior.
Los números no son alentadores en la antesala del inicio del verano, cuando los riesgos crecen debido a la mayor presencia de personas en contacto con áreas naturales en periodo de vacaciones.
“En Chile el 99,3% de los focos de incendio se producen por acción humana, ya sea por negligencia, descuido o intencionalidad”, señaló el académico de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad de Concepción (FCF UdeC) y especialista en Ecología del Fuego, Eduardo Peña Fernández.
Las alertas están puestas en la zona central, porque -como indicó el Dr. Peña- ya se ha recuperado gran parte del material consumido por incendios que ocurrieron en el pasado cercano.
“Nosotros calculamos que entre los tres a cinco años se acumula suficiente combustible como para que se repita un incendio, puede que no sea tan grande como el original, pero (ese material) se va a quemar”, aseveró.
Incendios forestales más recurrentes
El investigador explicó que hay que tener en cuenta que, en el último tiempo, ha aumentado la frecuencia e intensidad de los siniestros que, ahora, se presentan de forma cíclica.
“En el pasado se producía un gran incendio cada ocho, diez o doce años; pero lo que estamos viendo en la actualidad es que se repiten prácticamente cada cuatro o cinco años”, detalló.
Temperaturas más altas y períodos prolongados de sequía impulsados por el cambio climático han construido escenarios favorables para los incendios, una realidad patente en distintos países.

“Todo esto hace que el material combustible se seque más rápido y esté disponible más temprano. Antes, la temporada de incendios partía en diciembre y terminaba en marzo; ahora va desde octubre a mayo”, acotó.
La prevención comienza por casa
De este modo, el periodo de riesgo de eventos de fuego se ha duplicado. En estas circunstancias, se impone un trabajo de prevención pensando en el manejo del material que puede quemarse y aminorar los peligros ante eventuales emergencias.
La premisa es eliminar, reducir o discontinuar.
“Esta es una responsabilidad de todos, que comienza por casa”, afirmó Peña.
El especialista entregó algunas medidas básicas a considerar en los hogares, sobre todo en entornos más riesgosos, tanto en zonas rurales como centros poblados.
Lo básico es eliminar el combustible fino -pasto, hojas y musgo secos- alrededor de la vivienda, de canaletas y techos, y evitar mantener leña acumulada cerca de las murallas.
“Si mantengo el patio despejado, sin pasto; el techo limpio sin hojas y sin musgo, cuando caigan las pavesas el fuego no va a partir”, explicó.
Por otro lado, hay que considerar el establecimiento de una franja de 10 metros libre de material combustible alrededor de la vivienda -o conjunto habitacional- y trabajar en los próximos 20 metros bajando la densidad de la vegetación.

Esto significa podar árboles y arbustos y cortar algunos si es necesario, depositando el material eliminado en un lugar alejado.
“Muchas viviendas se salvan porque toman medidas de prevención. El mejor ejemplo es el de la villa Botania, en Quilpué, que se salvó del incendio (el año pasado) porque la organización vecinal se preocupó, por autogestión, de mantener los perímetros desmalezados y con cortafuegos”, dijo.
Otra recomendación importante es mantener mangueras conectadas de forma permanente a fuentes de agua con alta presión para tenerlas a mano en caso de requerirlas.
En las áreas rurales es fundamental dejar abiertas las vías de acceso para permitir el ingreso de equipos de emergencia cuando sea necesario.
Interfaz urbano rural y cortafuegos
El académico observa que también deben construirse espacios de separación amplias en la interfaz urbano rural y que en las plantaciones es muy importante el establecimiento de franjas libres de vegetación con el fin de cortar la continuidad del material inflamable.
“Esa es la idea de los cortafuegos y líneas de limpieza, puede que un sector se queme, pero si hay zonas despejadas el fuego se puede detener. Eso es prevención y eso no está faltando”, dijo.
El Dr. Peña también llama la atención sobre ciertos comportamientos del fuego que debieran ser conocidos por las personas, como su forma de desplazamiento que, en cerca de un 90%, van de sur a norte.
De este modo, se sabe que el fuego se mueve con mayor velocidad en la cara sur de los cerros y que se reduce en la ladera norte.
El investigador pone el acento en la actitud vigilante de las personas y comunidades en los días de mayor riesgo de incendios forestales, porque la respuesta de los sistemas de emergencia debe ser rápida.
“Lo ideal es llegar al lugar dentro de los primeros 10 a 12 minutos y controlarlo antes de los 20,”.
Por otro lado, detalló que en un día pueden registrarse muchos focos de incendios en forma simultánea, pero los sistemas de protección contra incendios tienen una capacidad para combatir y controlar solo una parte de ellos.
“Los otros se escapan y pueden causar mucho daño”, puntualizó.
Especies asilvestradas y restauración ecológica
Además de contribuir al aumento de la biomasa que puede transformarse en combustible para nuevos siniestros, el ciclo de repoblamiento vegetal post incendios plantea nuevos cambios del paisaje, con importantes desafíos desde el punto de vista a ecológico.
El académico de Ciencias Forestales y Director de Campus Naturaleza, Cristian Echeverría Leal reveló que en el tiempo que ha pasado tras los grandes incendios ha ocurrido una notoria invasión por especies vegetales exóticas como pino, eucalipto, aromos y otras especies asilvestradas.
“Comienzan a colonizar esas áreas donde antes no estaban presentes o estaban presentes como parte de una plantación”, explicó.

Esto tiene un impacto en la estructura del paisaje, porque -como señaló el Director del Laboratorio de Ecología del Paisaje- hay zonas que se hacen más densas con la presencia de estas especies de asilvestradas”
El Dr. Echeverría comentó que algunas áreas evaluadas se han detectado hasta 400 mil plantas por hectáreas post incendio.
“Muchas de estas invasiones también han afectado negativamente a los remanentes de bosques nativos o remanentes de otros ecosistemas naturales”, explicó.
Los impactos de este sobre poblamiento vegetal pueden prolongarse por décadas, como se ha visto en un segmento del Parque Nacional Nonguén en el que investigadores de la UdeC han estado realizando procesos de restauración.
“Es un área que se incendió el 1999 y que luego fue colonizada por especies invasoras, como aromo y pino y hasta hoy estamos lidiando en esta restauración con una alta densidad de especies arbóreas exóticas”, contó Echeverría.
De este modo, el académico proyecta que los efectos de los incendios forestales recientes se traducirán en esfuerzos de restauración “que serán cada vez mayores en términos de costo, en términos operativo y logístico”.







