Pewkallal, o nuevas formas de conmemorar el 12 de octubre
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Cuando el indígena se arrodilló por la fuerza y cerró sus ojos, se dio cuenta de que ya no tenía tierra y tampoco su cosmovisión.
Por mucho tiempo se nos ha dicho sobre el descubrimiento de América. Por mucho tiempo se nos ha indicado a los conquistadores como entidades dignas de recordar por sus “descubrimientos”, uno de ellos es Cristóbal Colón, famoso navegante de los mares que en 1492 se dice que descubrió América según la historia oficial europea. Hoy en día se cuestiona como verdad absoluta la visión europea, y hace ya bastante tiempo se ha derrumbado esa postura tan soberbia acerca del famoso descubrimiento de América. Europa nunca reconocerá que las flotas chinas ya anduvieron por estos mares mucho antes que ellos, y dejaros sus huellas, como la gallina de huevos azules que vemos hoy en el campo Mapuche o en Rapanui, lo que incluso pude ver de primera fuente, estando en China grabando un documental hace algunos años.
Lo que sucede en 1492 es una gran avanzada comercial y religiosa liderada por la potencia mundial de la época, España. Su propaganda fue el concepto de “descubrimiento” como noticia mundial para obtener el financiamiento para operar este gran negocio europeo que adolecemos hasta nuestros días. Ejemplo de ello, la explotación de los recursos y rotura de un gran y complejo ecosistema indígena. Los niños mapuche oyen mucho en la escuela que hay que estar orgullosos de haber sido conquistados por España, porque trajeron zapatos, civilización y religión, entre otras cosas, porque sino, aún estaríamos no civilizados y atrasados con el resto del mundo y sobre todo del mandato de Dios. Es importante saber primero, que no descubrieron nada. Acá en AbyaYala (Latinoamérica) habitan y habitaron millones de personas originarias. O sea, en estricto rigor, no se descubrió un territorio, sino que se ocupó un territorio internalizando una religión y un modo de pensar la vida. Al que estaba en desacuerdo le esperaba la muerte con la espada en una mano y la biblia en la otra. Cuando el indígena se arrodilló por la fuerza y cerró sus ojos, se dio cuenta de que ya no tenía tierra y tampoco su cosmovisión. El día 12 de octubre está impreso a fuego en la memoria de los pueblos originarios como un trago amargo que aún no termina. Es un trago amargo que en octubre pasado, en muchos lugares de Chile, decidió quitar los monumentos de los grandes conquistadores europeos. Esa acción proviene de una rabia acumulada no solo por los conquistadores, si no que también, se extiende a lo largo de cinco siglos de violencia hacia el cuerpo indígena que no ha cesado. Tendríamos que ser muy ciegos como sociedad para no darnos cuenta de aquello.
Por esta razón, se invita a la gente de Chile a hacer el ejercicio de pensar la historia desde otro lugar. Podemos hacerlo por la sencilla razón de cómo se ha construido una historia ficticia que nos ha dejado el racismo, la esclavitud, una religión forzada y un pueblo roto, con una identidad confusa y sin un marco de derechos como primeros habitantes.
Tenemos que hacer el ejercicio de descolonizar la educación y dar pase a otro tiempo, donde el grito indígena se comprenda de una buena vez y se entiendan sus legítimos reclamos. Ser empáticos con lo que proponen, respetarlos, trabajar en conjunto y asumir la moreneidad que se refleja al mirarnos en el espejo por las mañanas y dejar el fantasma de la colonia atrás, citando a los poetas Huinao y Chiwailaf.
Hoy es necesario reflexionar acerca de cómo queremos proyectarnos como país en esta ruka llamada Chile, donde todos y todas convivimos y habitamos. Tenemos que reflexionar de manera urgente qué educación vamos a heredar al futuro de Chile y cómo queremos ser representados a los ojos del mundo. Anhelamos un día en que el 12 de octubre ya no sea un ícono de la conquista europea, ni tampoco de la resistencia indígena, sino que sea el día de la unificación equitativa de los pueblos y Estados, con un marco de derechos y voz propia, por ejemplo, en el Senado o porqué no en la Moneda, donde las lenguas milenarias sean un orgullo y riqueza cultural de un pueblo y que cada persona pueda unir ambos conocimientos sin opacar a la otra. El futuro de esta ruka llamada Chile tiene derecho a saber que el lucero del alba es venus, pero también wiñelfe y que su proyección en la tierra es la flor del canelo. Por esa razón pewkallal don Cristóbal Colon, pewkallal don Pedro de Valdivia, pero deje su caballo, acá lo cuidamos mejor.
Columnista(s)
Francisco Huichaqueo Pérez
Cineasta mapuche
Académico del Departamento de Artes Plásticas
Facultad de Humanidades y Arte UdeC
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