Pérdida de la diversidad biológica, la otra curva que debemos aplanar
Crédito: pxfuel.com
La ONU advierte que existen pruebas de que la pérdida de biodiversidad podría aumentar los casos de enfermedades zoonóticas. Por el contrario, si conseguimos estabilizarla, tendríamos en ella una de las principales herramientas para combatir pandemias.
Más de 31 mil especies en el mundo se encuentran actualmente en peligro de extinción, según la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (IUCN, por su sigla en inglés).
La cifra corresponde a un 27% de las 116 mil especies censadas por el organismo que reúne a representantes de estados, agencias gubernamentales y la sociedad civil con el fin de aportar herramientas y conocimientos que permitan conciliar el progreso humano y el desarrollo económico con la conservación de la naturaleza.
Estas listas, realizadas periódicamente desde 1964, constituyen la información más amplia del estado de conservación de animales, hongos y plantas y es una suerte de barómetro de la vida sobre la tierra.
De acuerdo a la información vigente, el grupo de los anfibios es el que aparece como el más sensible, con un 41% de sus especies bajo presión, seguido de coníferas (34%), corales de arrecifes (33%), tiburones y rayas (30%), crustáceos (27%), mamíferos (25%) y pájaros (14%).
El panorama es poco optimista en la celebración de un nuevo Día de la Diversidad Biológica (22 de mayo), instaurado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en diciembre de 2000 para informar y concienciar a la población y los estados sobre su importancia.
El concepto de diversidad biológica o biodiversidad engloba la abundancia de plantas, animales y microorganismos que existen en el planeta, las diferencias genéticas dentro de cada especie, así como la variedad de ecosistemas (lagos, bosques, desiertos, etc.) y las interacciones entre sus habitantes y entornos.
Diversos organismos internacionales han puesto el acento en la estrecha conexión del humano con la naturaleza, así como en los efectos que la pérdida de biodiversidad tiene a nivel de la economía, los medios de vida, la seguridad alimentaria, la salud y calidad de vida de todo el mundo.
El último punto cobra especial relevancia en el momento que vive la humanidad. La misma ONU advierte que “existen pruebas de que la pérdida de nuestra biodiversidad podría aumentar los casos de zoonosis —enfermedades transmitidas de los animales a los humanos— mientras que, por el contrario, si conseguimos mantenerla estable, esta podría ser una gran herramienta en la lucha contra pandemias como aquellas causadas por los coronavirus”.
#NoticiasUdeC: Zoonosis: los desequilibrios ecosistémicos y formas de vida que inciden en la aparición de nuevas enfermedadeshttps://t.co/b5nJdfT4N1
— Universidad de Concepción (@udeconcepcion) March 29, 2020
La disminución de las especies y la amenaza de los ecosistemas, un mal extendido por todo el mundo hace décadas, bien podría ser calificado de “pandemia” dado el actual escenario; y su curva de crecimiento —tal como la del Covid-19— también supone el desafío de ser aplanada, esta vez por el bien de la humanidad y todos los seres vivos.
Biodiversidad en Chile, humedales y conservación
Un indicador de la biodiversidad en Chile pueden ser los procesos de Clasificación de Especies, a partir de los cuales el Ministerio del Medio Ambiente convoca a personas naturales o jurídicas a proponer organismos para determinar su estado de conservación.
Desde 2005 y hasta 2019, primero con la Comisión Nacional del Medioambiente y luego con el Ministerio, se han realizado 16 convocatorias (la 17 cierra el 8 de junio).
Los procesos que han sido informados (14) suman una lista cercana a mil 200 especies, de las cuales un 65% están clasificadas en Peligro Crítico (CR), en Peligro (EN) y Vulnerable (VU), siguiendo la nomenclatura de la IUCN.
El estado de una especie es un indicador de sus posibilidades de sobrevivencia, que se vinculan al estado de sus hábitats, los ecosistemas de los que son parte y las amenazas a que están expuestas.
A juicio del director del Centro Eula de la UdeC, Dr. Ricardo Barra Ríos, estos porcentajes reflejan la deuda que Chile tiene con su biodiversidad, que evidencia particularidades dadas por la geografía de un territorio inserto entre el océano y la cordillera y que, además, cuenta con uno de los desiertos más áridos del mundo.
“Esto nos hace ser una verdadera isla biogeográfica y por eso hay muchas especies que son únicas, que no están en ninguna otra parte del planeta. En particular Chile Central, entre la V y la X regiones, es considerado un hot spot de biodiversidad (de alta diversidad) y este ‘punto crítico caliente’ está justamente donde está la mayor parte de la población y la mayor parte de la actividad productiva. Entonces ahí tenemos dificultad para la biodiversidad”, expresa.
El también académico de la Facultad de Ciencias Ambientales afirma que, si bien tenemos un patrimonio natural único reconocido a nivel mundial, aún queda mucho por avanzar en investigación de la biodiversidad y en políticas para su protección.
Sobre el último punto, dice que es un “mal indicador” que aún se esté tramitando el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas (SBAP), cuya creación está establecida en la nueva institucionalidad medioambiental, vigente desde hace 10 años.
El primer proyecto de ley para la creación de esta unidad del Ministerio del Medio Ambiente fue ingresado en marzo de 2011, seguido de otro en 2014, que es el que actualmente está en discusión. “Estamos al debe, porque no hemos sido capaces de ponernos de acuerdo en un servicio que tiene por objetivo proteger la biodiversidad”, asegura el Dr. Barra.
Un aspecto que pone de relieve el investigador en la vulnerabilidad de los ecosistemas, es el cambio en el uso de suelos que ha vivido Chile en los últimos 40-50 años, que tuvo un fuerte impacto en la Región del Biobío.
La disminución y fragmentación del bosque costero para favorecer la agricultura y la ganadería, así como la transformación de bosques nativos a plantaciones forestales de rápido crecimiento, fueron los efectos de estas transformaciones que son la fuente de varios de los problemas actuales.
De hecho, el académico menciona que mega incendios como los de 2017 son consecuencia estructurales del uso de los suelos. “Esto es y sigue siendo una amenaza, pero también es una tremenda oportunidad para recuperar los ecosistemas, sobre todo la flora y vegetación nativa”.
Para el Dr. Barra, el Día Internacional de la Biodiversidad “es un momento necesario de reflexión que nos debe llevar a valorar más nuestros sistemas naturales, entendiendo el rol que juegan para nuestra salud y nuestro bienestar y para construir un futuro más sostenible. Si extinguimos nuestra biodiversidad nuestra posibilidad de sostener la vida va a ser muy baja”.
Humedales: discusión urgente
Uno de los ecosistemas más frágiles, por la presión a que están sometidos en muchas partes del mundo, son los humedales, de gran importancia por los beneficios que entregan a los humanos. El suministro de alimentos y agua dulce, el secuestro de carbono y la reducción del riesgo de desastres son algunos de ellos.
Se caracterizan por ser sitios saturados de agua —dulce, salada o salobre, de forma permanente o temporal— que dan vida a una flora bien específica, explica el director del Departamento de Investigación en Sistemas Acuáticos, de la Facultad de Ciencias Ambientales UdeC, Dr. Ricardo Figueroa Jara.
“Esto genera una diversidad de hábitat que son compartidos por invertebrados, peces, roedores pequeños y otros menos pequeños como los coipos, y una gran cantidad de aves que anidan o están de paso en durante las migraciones”, dice el académico, quien también es investigador de los centros Eula y de Recursos Hídricos para la Agricultura y la Minería.
Además, los humedales proveen diversos servicios ecosistémicos como la acumulación de aguas en invierno o períodos de grandes lluvias, evitando con ello las inundaciones y compensando las épocas de sequía con la liberación de dichos depósitos. Según especifica el Dr. Figueroa, estos lugares concentran cerca del 30% del carbono que existe en las turberas.
También son propicios para la actividad recreativa, “pero nadie quiere hacer turismo o actividades al aire libre en un basural, que es como han sido visto en los últimos 30-50 años”.
Según el informe emitido en 2018 por la Secretaría de la Convención Ramsar sobre Humedales, estos ambientes están disminuyendo aceleradamente, en cerca de un 35% desde 1970, dejando en una situación crítica a plantas y animales que viven en ellos, “con una cuarta parte de las especies en peligro”. Y no solo se trata de pérdidas de superficie, sino de función y calidad.
Lo deseable para la salud de un humedal, al igual que la de cualquier sistema, es que tenga una estructura y funcionalidad lo más parecida a la natural, indica Figueroa. “Eso significa que sustente una biodiversidad propia del lugar y en poblaciones adecuadas que puedan cumplir su rol ecológico. Si destruyes los hábitats de reproducción o alimentación de aves rapaces, por ejemplo, no te quejes si los ratones invaden las casas; si los transformas en canales para drenar agua, como es lo usual, no te quejes si después falta agua para los pozos ya que has eliminado el proceso natural de alimentación de las napas”.
Concepción es quizá un caso paradigmático a la hora de evaluar las transformaciones que han sufrido estas áreas. “Muchas lagunas fueron rellenadas y desaparecieron desde la fundación de la ciudad, mientras los humedales que evacuaban las aguas lluvias y las provenientes en parte del río Biobío y río Andalién, han prácticamente desaparecido”, dice el Dr. Figueroa.
El académico alude al hoy fragmentado humedal Paicaví-Rocuant-Andalién, cuyas zonas inundables “se han trasformado en canales y tuberías que adornan el paisaje de nuevas poblaciones; en riesgo, por cierto. Esta es la sin razón de la ingeniería del drenaje y nada de ingeniería verde funcional”.
Evento relacionado con la mala salud de los humedales de la ciudad es, por ejemplo, el desborde del Andalién en 2006, “pero los proyectos inmobiliarios en el área de inundación del río continúan”, recalca, y anticipa otros problemas relacionados con la desprotección de estos sitios.
“Coronel tiene problemas de suministro de agua; los pozos se secan y se modifica la calidad de sus aguas. Esto es muy simple: el agua que proviene de la Cordillera de Nahuelbuta se acumula y alimenta las napas entre San Pedro de la Paz y Coronel, como se aprecia superficialmente en una diversidad de lagunas y humedales; pero estos están siendo drenados para el desarrollo inmobiliario y si se mantiene el proyecto ruta Pie de Monte ya no habrá vuelta atrás”.
Para Ricardo Figueroa es urgente preoperativizar la reciente Ley de Humedales Urbanos (21.202 de enero de este año), estableciendo límites a la intervención de estos cuerpos presentes dentro de las ciudades y estrategias de restauración de sus funciones ecológicas. “Pero no basta, pues mientras se trabaja en ello o se toman decisiones, se siguen rellenando, por ello es importante que quienes autorizan rellenos o los permisos de construcción sean menos permisivos, o más tarde estaremos pensando en construir humedales para evitar desastres mayores, con un costo social muy alto”.
Por eso, el especialista subraya que la protección de los humedales “no es algo antojadizo” o solo “una bandera verde de los grupos ecologistas”, sino que un elemento que debe ser parte del desarrollo de las grandes ciudades. “Es un cambio de paradigma para hacer posible la sustentabilidad y la adaptabilidad al cambio climático”.
Áreas protegidas
Una de las herramientas de que dispone el Estado para la protección de especies y ecosistemas son las áreas protegidas, dentro de las que se cuentan los parques, reservas nacionales y monumentos naturales, entre otros.
El director del Laboratorio de Ecología de Paisaje de la Facultad de Ciencias Forestales, Dr. Cristian Echeverría Leal, comenta que estas zonas protegidas son espacios únicos e irremplazables “que nos enseñan a valorar la naturaleza y su importancia para el bienestar humano”.
Pero, al mismo tiempo, su tamaño reducido, aislamiento y las múltiples presiones que reciben del humano, “nos muestra cuán vulnerables son estos ecosistemas y el impacto continuo que el hombre ha tenido sobre ellos”, agrega.
El investigador ha conducido por nueve años una unidad experimental de Restauración Ecológica en la ex Reserva Nacional Nonguén, hoy Parque Nacional, el único de carácter periurbano del país, abarcando una superficie de 15 hectáreas de las casi tres mil hectáreas del recinto.
La recuperación del bosque y de las funciones de dispersión de semillas a cargo de aves y la reaparición de hongos, son algunos de los resultados alcanzados en el lugar. El experto afirma que la restauración ecológica representa una solución basada en la naturaleza para la recuperación de áreas naturales que han sido destruidas o degradadas, con el fin de recobrar los beneficios de servicios ecosistémicos que son esenciales para el ser humano.
Por ejemplo, el sitio que está en la cabecera de la cuenca del Estero Nonguén, provee de agua potable a la comuna de Penco.
Más allá de los límites del parque, el Dr. Echeverría afirma que uno de los desafíos frente al alto números de especies amenazadas en la región es la restauración de sus hábitats.
“Muchas de estas especies no existen en su hábitat, porque este ha sido progresivamente destruido. Para llevar a cabo los compromisos nacionales sobre biodiversidad y cambio climático, se deben iniciar planes de restauración ecológica para recuperar el hábitat de estas especies, de lo contrario muchas de ella desaparecerán a escala local o nacional”, señala.
Por otro lado, pormenoriza cómo la amenaza es más latente si se hace una comparación de la situación geográfica de los hábitats. “Si comparamos la (zona cordillerana de) la costa con Los Andes, la situación es opuesta: algunas especies amenazadas habitan solo en la costa y lo hacen en áreas degradadas o inmersas en cultivos forestales; mientras que en Los Andes, otras especies pueden persistir porque habitan lugares menos alterados”.
Los lugares protegidos ayudan, pero en la Región del Biobío son escasos, ya que apenas poco más de 0,2% de su territorio está bajo alguna medida de protección. “Tanto nosotros en la UdeC como otros investigadores, hemos hecho varios análisis de priorización de áreas para la conservación de la biodiversidad en la Región. Existen varios sitios que poseen un alto valor de biodiversidad y que son altamente vulnerables a desaparecer en el corto plazo”.
A juicio del investigador, es urgente ponerlos bajo protección de manera oficial en el corto plazo, porque “si perdemos estos lugares, estaríamos perdiendo parte de un patrimonio natural que no podremos recuperar”.
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