Muley mapuche warria mew: Repensando un concepto más apropiado para el “mapuche urbano”
Crédito: GRIUT
El término promueve una pretendida desconexión y desarticulación entre las organizaciones mapuche de las ciudades y otras de ámbitos no urbanos. Al considerarlos dos categorías distintas, sugiere un debilitamiento de la cohesión política del pueblo.
En esta nota de opinión queremos compartir una reflexión crítica surgida del Seminario Internacional «Descolonizando Territorios Urbanos» en la Universidad de Concepción donde se cuestionó la legitimidad histórica y ético-política del término «mapuche urbano», frecuentemente utilizado en ámbitos académicos, gubernamentales y mediáticos. Nuestra discusión plantea que esta categorización reproduce la fragmentación del pueblo Mapuche y oculta los procesos históricos de despojo territorial que ha sufrido y sigue sufriendo.
Un término problemático
Recientemente, el término «mapuche urbano» está muy presente en ciertos debates en los ámbitos académico y del mundo público. Ante la celebridad en la utilización del término — casi erigido ya en categoría de análisis científico — dentro de la opinión pública y del mundo de las ciencias sociales, queremos compartir una reflexión crítica que tiene por objetivo cuestionar la legitimidad de las ideas y conceptos que encierran estas palabras.
Esta reflexión nace desde la última instancia de trawün (conversación) realizada durante la jornada de cierre del IV Seminario Internacional «Descolonizando Territorios Urbanos», organizado por el Grupo de Estudios Interculturales, Urbanos y Territoriales (GRIUT) en la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Geografía de la Universidad de Concepción, entre el 13 y 15 de noviembre de 2024. En ese trawün estuvieron académicos de Chile, Colombia y México, además de organizaciones mapuche cuya sede tiene dirección en la ciudad de Concepción.
La crítica central es que las personas y familias que viven en ciudades del Área Metropolitana de Concepción no constituyen una categoría separada del pueblo Mapuche que vive en zonas rurales. Esta separación artificial se debe únicamente a diferentes formas de despojo y desplazamientos forzados que los han llevado a vivir en las ciudades.
El origen histórico
Las migraciones del pueblo Mapuche hacia las ciudades no fueron una elección libre, sino el resultado de procesos sistemáticos de despojo. Estas migraciones ocurrieron principalmente por la búsqueda de trabajo durante la modernización industrial de los siglos XIX y XX. En ese momento, las familias que ancestralmente habitaban este territorio se encontraban empobrecidas y asentadas en tierras muy reducidas debido a las encomiendas españolas y la posterior ocupación territorial del Estado chileno. En este sentido, los registros sobre los pueblos de indios o reducciones existentes son contundentes, en tiempos coloniales podemos nombrar algunos de los pueblos de indios reconocibles en la zonas del Gran Concepción actual como Palomares, Dichato, Nogen (Nonguén), Hualqui, Chiguaiante (Chiguayante) y Mochita (emplazado en el barrio Pedro de Valdivia de Concepción). Hasta mediados del siglo XIX, ya en tiempos republicanos, se conoce debido a disputas legales de la presencia de la reducción Pangal, ubicada en el área del actual barrio Los Boldos de Chiguayante (Soto et al., 2023).
Con la industrialización fue entonces cuando la población mapuche en las ciudades aumentó con la llegada de familias desde otras reducciones que tenían una vida precaria. Sin embargo, el panorama no distaba mucho en las warria (ciudades), donde enfrentaban igualmente condiciones de marginalidad y discriminación, desempeñándose principalmente los hombres como panaderos y las mujeres como trabajadoras de hogar.

El «descubrimiento» censal de 1992
El término «indígena urbano» comenzó a utilizarse en informes gubernamentales después de que esta población fuera «descubierta» por el censo de 1992. A partir de ese año, el Censo incluyó por primera vez una pregunta sobre pertenencia a pueblos indígenas o grupos étnicos. Antes de ese censo, los individuos indígenas eran contabilizados únicamente como aquellos que vivían en las reducciones y, por definición, no se contaban en las ciudades.
En parte, esta invisibilidad también se debía a la negación de su propia identidad por parte de muchos mapuche que vivían en áreas urbanas, quienes se ocultaban como chilenos pobres en la ciudad para aminorar la discriminación cultural y física, la desigualdad económica y la estratificación social. Esta situación se veía agravada por el deterioro del paisaje natural ante el crecimiento de las ciudades y, por tanto, de las prácticas espirituales asociadas a este espacio, lo que contribuía a mantenerlos invisibilizados tanto en la población general como entre la propia población mapuche.
Esta invisibilización estadística era además el reflejo de una negación más profunda. La población penquista (gentilicio de Concepción) asumía que el pueblo Mapuche se encontraba apartado en pequeñas reducciones lejanas, o incluso negaba su existencia, un fenómeno que ocurría inclusive en el mundo académico. Pero no es así. Según el Censo de 2017, aproximadamente el 79% de la población mapuche en Chile reside en zonas urbanas, lo que representa cerca de 1,3 millones de personas. Del total de habitantes urbanos del Área Metropolitana de Concepción, casi un 9% pertenecen a pueblos originarios con un total de 88.129 representantes.
Los presupuestos falsos que esconde el término
¿Qué encierra realmente la apostilla «urbano» al término mapuche? La reflexión identifica varios presupuestos falsos y peligrosos: Invisibilización del despojo territorial: Al optar por el término se da a entender que los mapuche que ahora viven en ciudades no fueron víctimas de los procesos históricos de despojo de tierras que ocurrieron fuera (y dentro) de las ciudades. Se oculta así el origen mismo de su presencia urbana presentándolos como esencial y ahistóricamente “urbanos”.
Blanqueamiento y modernización forzada: Se sugiere un cierto blanqueamiento del ideario y conocimiento del mapuche habitante de las ciudades, que se supondría un elemento diferenciador del ideario y conocimiento del mapuche que habita en entornos rurales más tradicionales. Esta pretendida diferenciación profundiza el interés por fragmentar la organización política colectiva del pueblo Mapuche.
Desarticulación organizativa: El término promueve una pretendida desconexión y desarticulación entre las organizaciones mapuche de las ciudades y otras de ámbitos no urbanos. Al considerarlos dos categorías distintas, sugiere un debilitamiento de la cohesión política del pueblo.
Fragmentación identitaria: Se establece un pretendido rasgo diferenciador entre el sentimiento de pertenencia e identitario de un «mapuche urbano» y otro que no lo es con respecto a su territorio, cuando en realidad comparten un origen y una historia común.
La doble discriminación
La discriminación que enfrentan los mapuche en las ciudades no proviene únicamente de la sociedad chilena no indígena. Los individuos y familias mapuche que viven en ciudades también sufren discriminación por parte de individuos y familias mapuche que viven en áreas rurales.
A menudo la idea es que los habitantes urbanos son más acomodados y que no tienen problemas económicos tan graves como los de aquellos que viven en áreas rurales. Se resalta una diferenciación por un mayor mestizaje asociado a lo urbano o una disparidad en cuanto a los niveles de kimün (conocimientos) aprendidos. Esta discriminación cruzada profundiza aún más la fragmentación que el término «mapuche urbano» contribuye a reproducir, llevando a invisibilizar a las ciudades como parte del mismo territorio mapuche e incluso desde el mismo pueblo, independientemente de su forma de asentamiento.
Reconociendo la comunidad mapuche en la metrópolis
A pesar de esta fragmentación impuesta, la presencia y organización mapuche en las ciudades es innegable. Como señalan las antropólogas argentinas Liliana Tamagno y Carolina Maidana (2011): «La identidad étnica se expresa en el hecho de reconocerse en un origen y en una historia común y en actuar de modo comunitario, de pensar y actuar, sabiendo que pertenecen a un conjunto mayor».
Al observar desde este punto de vista, se puede identificar más fácilmente la presencia de comunidad mapuche en la ciudad, desde el trabajo que han llevado a cabo entidades burocráticamente aceptadas, como organizaciones reconocidas por CONADI (básicamente asociaciones indígenas y oficinas de asuntos indígenas municipales), hasta aquellas que operan desde espacios menos visibles, como hogares estudiantiles y agrupaciones más pequeñas.
En todos estos espacios se vuelve tangible el elemento común denominador que se posiciona como eje central y estructural principal en todas estas colectividades: la resistencia y la lucha por el reconocimiento.
Esta lucha en la metrópolis implica, más que un reconocimiento legal, una batalla por la legitimidad, por el derecho de ser reconocidos como parte de las ciudades, espacios imaginados históricamente como opuestos a lo indígena. Como señala la académica aborigen australiana Bronwyn Fredericks (2013), “no dejamos nuestras identidades en los límites de las ciudades”. Para las comunidades que se asientan en las metrópolis, la continua batalla por el reconocimiento es una lucha por existir en territorios que les han sido negados simbólica y materialmente.
Un término que reproduce la fragmentación
De esta manera, el término «mapuche urbano» —ya sea que se utilice por académicos, oficinas gubernamentales o incluso poblaciones indígenas rurales— reproduce una categorización divisiva. Una vez entendidos los aspectos profundizados anteriormente, queda evidente el ápice de desmedro que conlleva su utilización, aportando a la ilegitimización e invisibilidad de la presencia mapuche en las ciudades.
Por lo que, no se hace caso de la realidad histórica que ha llevado hoy al pueblo Mapuche a resistir la perdida y recuperación de este conocimiento. En palabras del autor Millaman (2021), “una autoridad tradicional vistiendo blue jean o dominando el uso del celular es percibido como un mapuche que ha dejado su condición y por esa razón es cuestionado”. Una persona no es más o menos Mapuche por realizar cierto tipo de actividades.
El uso de esta categoría no es neutral. Al contrario, tiene consecuencias políticas concretas:
● Fragmenta la unidad política del pueblo Mapuche al crear categorías artificiales que dividen entre «urbanos» y «rurales».
● Oculta el despojo histórico que originó la presencia mapuche en las ciudades.
● Debilita la organización colectiva al sugerir que existen intereses diferentes entre mapuche según su lugar de residencia.
● Perpetúa la invisibilización al no reconocer que la presencia mapuche en las ciudades tiene raíces ancestrales en esos mismos territorios.
Una propuesta alternativa
Frente a esta problemática, nuestra reflexión propone abandonar el término «mapuche urbano» y pensar en cambio en términos de territorialidad mapuche, diferenciando por territorio en vez de utilizar categorías divisivas que reproducen la fragmentación del pueblo.
Las identidades territoriales son expresión de un imaginario geográfico relevante para la población mapuche. Estas identidades ancestralmente definidas se retoman a partir de la década de 1990 buscando trazar un camino propio mapuche de activismo. Actualmente muchas organizaciones mapuche se autodefinen por la identidad territorial del territorio en el cuál se encuentran emplazadas, independiente que sea urbanidad o ruralidad: pikunche (del norte), pewenche (de la montaña), wenteche (del alto, arribanos) nagche (del valle), labkenche (gente de la costa), y williche (del sur), entre otras. En el caso de Concepción, y de sus alrededores, se podrían considerar como labkenche.
Esto se ve reflejado en un levantamiento del movimiento Mapuche en Concepción que ha sido plasmado en el libro Wenuntuafiel Afpuwulu Mapu (Lobos et al., 2016) donde se señala que la articulación del Movimiento Mapuche nacional reconoce a Concepción como un lugar para organizarse, dialogar y crear alianzas entre Mapuche, como fue antiguamente. En la urbanidad la gente mapuche también se organiza en conjunto con las personas del territorio. Se visualiza en distintas mesas de trabajo como la Mesa de Salud Intercultural de pueblos originarios creada en el año 2014 y la Mesa de Cultura de pueblos originarios en 2015. Además está la participación de consultas indígenas por parte de las asociaciones Mapuche, como la que creó el Ministerio de Cultura, en la que se debatió el Reglamento de Salud Intercultural (actualmente vigente, dictado en 2023, luego de casi 10 años esperando que Contraloría General de la República se pronunciara), aquella en que se debate a día de hoy sobre Servicios de Biodiversidad y Áreas protegidas entre otras.
Esta perspectiva reconoce que el pueblo Mapuche mantiene su identidad, organización y lucha independientemente del tipo de asentamiento en el que habiten sus miembros. Lo que cambia no es la esencia de ser mapuche, sino las condiciones materiales y las estrategias de resistencia que deben desarrollar en cada contexto territorial.
Un llamado a reconocer las ciudades como lugares indígenas
Esta reflexión colectiva surgida del seminario «Descolonizando Territorios Urbanos» hace un llamado al mundo académico, a las instituciones gubernamentales, a los medios de comunicación y a las propias organizaciones mapuche a repensar críticamente el uso de términos que, lejos de describir una realidad, la construyen de manera fragmentada y funcional a los intereses de quienes históricamente han despojado al pueblo Mapuche de sus territorios. Hacemos un llamado a reconocer que ciudades como Concepción nunca han dejado de ser parte del Gulumapu – nombre del territorio ancestral Mapuche en Chile (en Argentina es Puelmapu, y ambos conforman el Wallmapu).
No hay «mapuche urbano» y «mapuche rural». Hay un pueblo Mapuche que ha sido despojado, desplazado y fragmentado, pero que mantiene su identidad, su historia común y su lucha colectiva por el reconocimiento y la recuperación de sus derechos territoriales, estén donde estén.
Columnistas
Varios autores
Jorge Soto Sanhueza, GRIUT y Organización Indígena Rayen Leufu
Aramis Cabanilla Olmos, GRIUT y Organización Indígena Rayen Leufu
Matthew Caulkins, GRIUT y FAUG Universidad de Concepción
Diego Benavente Peña, GRIUT
Catalina Ulloa Burgos, GRIUT
Carlos Cornejo-Nieto, Universidad de Cantabria
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