La filosofía frente a la pandemia: breve repaso y un postulado
Crédito: pxhere
En algunas circunstancias, la filosofía toma el objeto de la pandemia y desde éste como realidad, estudiando y proponiendo formas políticas de operar para enfrentarla. A a veces, la acción filosófica es descriptiva y, eventualmente, anticipatoria a pesar de ser construida como narración desde hechos del pasado (La peste de Camus).
No debería ser sorpresa que cada cierto tiempo una pandemia golpee a la humanidad. Son hechos que ponen en entredicho las certezas, los modos de operar la vida, las justificaciones de la existencia, las variadas construcciones teóricas de la ciencia, los modelos políticos, etc.
El que cada cierto tiempo se resquebrajen los paradigmas es un dato que la historia de la filosofía asume como componente de su propio desarrollo. La filosofía de la historia es un lugar en donde aquello se percibe; pues, sin caer en casuística alguna, la tarea filosófica consiste en dar curso a la reflexión sistemática sobre los acontecimientos.
De hecho, son las eclosiones, como diría Burckhardt, las que obligan al juicio respecto de la finalidad de la humanidad. Con ello presente, es plausible comprender que existe continuidad a pesar de las rupturas; es decir, situaciones que son ocasión de resignificar los hechos y la existencia a fin de no perder la esperanza tal como se visualiza en la obra Atenea pensativa.
La discusión sobre su significado aún no acaba: se discute si fue estela funeraria en honor a las víctimas de la destrucción de Atenas por las guerras medicas u homenaje a quienes perecieron por la peste en tiempos de conflicto con Esparta. Pero cualquiera sea la respuesta, lo cierto es que la filosofía se enfrenta de continuo con la necesidad de buscar un cauce explicativo a la desolación y sus causas.
En algunas circunstancias, la filosofía toma el objeto de la pandemia y desde éste como realidad, estudiando y proponiendo formas políticas de operar para enfrentarla. A a veces, la acción filosófica es descriptiva y, eventualmente, anticipatoria a pesar de ser construida como narración desde hechos del pasado (La peste de Camus).
Por ello, lo anticipatorio que pudiese tener no deja de lado circunstancias anteriores que perfilan la argumentación. Más cerca en el tiempo, Michel Foucault, en Vigilar y castigar, da cuenta de un reglamento hecho si se diese el caso de una peste (el contexto es una ciudad francesa de fines del siglo XVIII).
Entre algunas indicaciones están las siguientes: “que la calle queda bajo la autoridad de un síndico, que la vigila”, que “se ordena a cada uno que se encierre en su casa, con la prohibición de salir”, que “cada familia habrá acumulado sus provisiones”, que “cuando es absolutamente preciso salir de las casas, se hace por turno, y evitando todo encuentro”.
De esta forma, quedan con derecho al espacio público los intendentes, los síndicos, los soldados de la guardia. En fin: se activa la inspección y funciona sin cesar, pues prima en toda circunstancia la mirada vigilante que está siempre en movimiento, llevando un exhaustivo proceso de registro permanente.
El caso es que es inevitable establecer la actualidad de la obra de Foucault con lo que hoy se vive, especialmente en lo político que se rinde a lo económico.
Pero, ¿cuál es la reacción de la filosofía ante el Covid-19? Las respuestas no se han hecho esperar, lo cual puede ser un desacierto por la premura, y en ello no es imposible el error por intentar que prime tal o cual postura como conclusiva.
Además, existe en el riesgo de construir argumentos desde datos no comprobables y, por tanto, pecar de lo contrario a lo filosófico mismo, esto es la razón como criterio conductor de la acción filosófica misma.
Por ejemplo, Giorgio Agamben, el 26 de febrero, advierte que el anuncio de la epidemia es una invención para tomar medidas de emergencia frenéticas, irracionales e injustificadas. Se trataba —según Agamben— de una simple gripe y la alerta generalizada era una forma de hacer cundir el pánico para que finalmente los ciudadanos se entregasen mansamente al poder de los estados, limitando su libertad a cambio de seguridad.
Las respuestas de filósofos no se hicieron esperar. Mas no hubo disculpas. Comportamientos como el de Agamben (algo que, por lo demás, pasa en muchas disciplinas) producen confusión sobre la certeza de la filosofía a la hora de someter al examen la realidad.
Los debates sobre el Covid-19 entre Slavoj Žižek y Byung Chul Han copan en cierto sentido el escenario, lo cual nos puede perder. Son posiciones contrapuestas: uno que sostiene la caída de un modelo desarrollo y el otro que plantea lo contrario.
Pero más allá de ambos, la filosofía chilena ¿se ha planteado? Las reflexiones se han dado por estos lares. Basta con atender la prensa, especialmente la desarrollada en la web, para encontrar opiniones de distinto tono.
Pero en la mayoría de los planteamientos filosóficos nacidos en Chile hay un hecho: la defensa del rol del filósofo y filósofa por el derecho a cuestionar, a pensar críticamente la realidad.
En esta línea, a mi modo de ver, se puede establecer que –aquí me remito al extracto de un artículo publicado este lunes 13 de abril en La ventana ciudadana– “(…) los efectos del Covid-19 son observables en una realidad humana que se ha convertido en laboratorio útil para medir las prácticas sociales; además se refuerza la discusión crítica de un modelo de desarrollo que, en nuestro caso como país, refleja una perspectiva ideológica neoliberal instalada en enclaves fundamentales. En efecto, en la figura de la pandemia que cautiva toda nuestra atención, todo hecho asociado a aquello, lleva en sí la necesidad de asumirlo como un momento de aprendizaje y reflexión respecto del valor de un modelo de desarrollo en sus distintas expresiones: salud, educación, justicia, economía, etc.”.
En el fondo me planteo filosóficamente que estamos frente a una posibilidad cierta de dar un giro de tuerca a un modo de vida, a un discurso político, que durante décadas ha sacrificado la vida de muchos por el mero interés económico.
Columnista(s)
Dr. Rodrigo Pulgar Castro
Académico Facultad de Humanidades y Arte
Universidad de Concepción
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